In Memoriam Carmelo Vega Ortega
Hay noticias que, aunque esperadas, siempre te localizan desprevenido. Así me sucedió esta mañana cuando, al salir de celebrar la Eucaristía en un pueblo, me encuentro con varias llamadas, todas ellas me hacían sospechar lo confirmado posteriormente: Carmelo ha muerto.
Un hombre de bien, un sacerdote sencillo, servicial, ha pasado a la historia. Carmelo, sin hacerse notar, trabajando, siempre en el silencio y el anonimato, allí donde se le enviaba, sin, jamás, aspirar a la notoriedad ni a los “puestos de honor”, si es que entre cristianos se puede hablar así, nos deja un tipo de cura envidiable. Para muchos, será aquél que, sin más pretensiones, nos introdujo y nos contagió el gusto por la música clásica. A él se lo debemos, nunca se lo agradeceremos suficientemente.
Los pueblos y parroquias de la ciudad donde ha estado le recuerdan como el sacerdote que quería a la gente, que les escuchaba y procuraba estar disponible para servir. En definitiva un cura que era eso, un cura, sin más, que intentaba acercar a Dios a los hombres y a los hombres a Dios.
Herido de muerte hace meses, ésta le sorprendió esta mañana, sorpresa que no es tal para quien toda la vida ha sido un prepararse para este encuentro con Aquél por quien apostó hace años. Aquél de quién habrá escuchado: “Carmelo …has sido fiel… pasa al banquete de tu Señor”.
¡Descansa en paz Carmelo!.
Jesús Yusta Sainz