Misa vespertina de la mesa del Señor

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Catedral, 17 abril 2014· 1. Con esta Misa Vespertina en la Cena del Señor damos comienzo a las celebraciones más importantes de todo el año litúrgico y también de nuestra fe: el  “Triduo Pascual” o “Triduo Sacro”. Como indica su nombre, dura tres días: desde hoy hasta la Vigilia Pascual. En estas celebraciones  reviviremos  la Pascua del Señor, su “paso” de la muerte a la VIDA.

2. Todos los discípulos se reunieron aquella noche para celebrar la Pascua; quizás para celebrar la última Cena de despedida en un marco pascual. Buscaron una casa dentro del perímetro de la ciudad  y allí prepararon la cena. Sin embargo,  aquella noche Jesús no hizo lo de siempre. En aquel lugar, en el Cenáculo, iba a nacer  nuestro “santo y seña”, nuestra identidad más profunda: “amaos unos a otros como yo os he amado… Nadie tiene más amor que el que da la vida por sus amigos”. Jesús se levanta de la mesa, coge una toalla y se pone a lavar los pies de sus discípulos. Él, el Maestro y el Señor, se hace servidor.

Pedro se resiste porque ve en ello un gesto de sumisión y servilismo. Pero Jesús le dice que para ser “de los suyos” hay que empezar por servir y lavar los pies a los demás. Después del gesto viene la explicación: “¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros?… Os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis”. ¡No puede haber una explicación más clara y contundente!

3. Jesús vivió toda su vida de esta manera. El lavatorio nos da la clave para entender cómo tiene que ser nuestra vida cristiana. La Eucaristía es la entrega de Jesús por amor a toda la humanidad. Por eso, nosotros no la podemos reducir a unos simples ritos que sean ajenos a nuestra vida de cada día. Seguir a Jesús es hacer lo mismo que Él hizo. “¿Lo comprendéis? Pues haced vosotros lo mismo”. Nos lo dice Jesús.

4. Por eso, esta tarde, este día de la Última Cena, de la primera Eucaristía, es el Día del Amor Fraterno. Y es un día profundamente eclesial. Somos los discípulos reunidos con el Maestro que vamos a revivir el signo del lavatorio de los pies. Pero también Jesús hoy, aquí, como aquel día, nos da el pan y el vino y nos dice: “Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía… este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que bebáis, en memoria mía”. Así nos lo ha contado y transmitido Pablo, tal y como se lo contó y transmitió a la Comunidad de Corinto a los treinta y cinco años del acontecimiento, tal y como a él se lo habían contado en la comunidad de Antioquía –donde recibió el Bautismo-,  tal y como  lo ha hecho la Iglesia a lo largo de veinte siglos.

5. Ahora nos toca s nosotros vivirlo. Ahora nos toca a nosotros hacernos pan partido y sangre derramada por amor a Dios y a los hermanos. Ahora hemos de decir a quienes viven junto a nosotros y a quienes encontramos en el camino de la vida: “Tomad, comed, esto es mi Cuerpo”, es decir, tomad mi tiempo, mis cualidades, mi atención. Tomad también mi Sangre, es decir, mis sufrimientos, todo lo que me humilla, me mortifica, limita mis fuerzas, incluso mi propia muerte física.

Venir a la Eucaristía no puede ser un trámite o una imposición o una mera obligación. Es una necesidad, para encontrarnos con Él, para escucharle y para comulgarle, y para encontrarnos con los hermanos y oír el mandato de Jesús: “amaos unos a otros como yo os he amado”. Venir a la Eucaristía es reconocer que Dios está entre nosotros, en el rostro de los hermanos necesitados, entre los más pobres, igual que cuando vino a este mundo. Venir a la Eucaristía es dar gracias por todo lo recibido, por un hombre que ha dado su vida por nosotros. Venir a la Eucaristía es sentirnos discípulos en el Cenáculo a los que el Señor nos lava los pies y nos explica personalmente, a cada uno, que quedan muchos pies por lavar, que hay que “remangarse” y ponerse a servir, que en cada persona necesitada está Él: “tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, fui forastero y me recibisteis, anduve sin ropa y me vestisteis, caí enfermo y me visitasteis, estuve en la cárcel y vinisteis a verme… Os aseguro que todo lo que hicisteis por uno de estos hermanos míos más humildes, por mí mismo lo hicisteis”. Otra explicación de Jesús clara y concisa.

6. Queridos hermanos: Jesús nos dirige hoy esta pregunta: “¿Comprendéis lo que he hecho?”. Es el momento de cambiar aquello que no estemos haciendo bien, tanto en lo que se refiere a nuestra participación y vivencia de la Eucaristía, como en el servicio a los hermanos más necesitados. “Os he dado ejemplo”, nos dice Jesús. Tomaremos su ejemplo, a partir de hoy, si es que no lo estamos haciendo ya. A partir de hoy lo haremos mejor, viviremos con más intensidad nuestro encuentro con Él y con los hermanos. Nos tomaremos más enserio el mandamiento del amor. No consentiremos que nadie pase necesidad si está en nuestras manos remediarlo. Así lo haremos, desde hoy y para siempre. Esta será nuestra Pascua, la de Jesús, la del Amor que se entrega por los demás.

7. En este momento del lavatorio, que vamos a hacer a continuación, se nos invita a sentir el paso de Dios por nuestra vida, por nuestro corazón, como la noche de la última Cena. Siente como te llama y te invita a remangarte las manos, a ceñirte la toalla del amor y del servicio y ser “lavador de pies”. Pero antes, déjate lavar por él. No seas reacio, si quieres ser de los suyos y vivir el amor hasta sus últimas consecuencias, déjate lavar. Dile como Pedro: “Señor, no solo los pies, sino también las manos y la cabeza”.

Hoy Dios toca tu corazón y te dice: “¿Comprendes lo que he hecho? Haz tu lo mismo”. Que a través de ti, de tu amor y de tu servicio, los más pobres –del cuerpo y del alma- sientan el amor y la cercanía de Dios.

2014 04 17 jueves: resumen de prensa

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Sociedad

Con motivo del Día Internacional Contra la Esclavitud Infantil, el Movimiento Cultural Cristiano puso en marcha varias iniciativas para denunciar esta lacra:

 

Cultura

El monasterio de santa María de Rioseco podrá ser visitado esta Semana Santa gracias a los voluntarios que se ofrecen para guiar a los turistas:

 

 

Semana Santa

Prosiguen los eventos propios de estas fechas, y en el Correo de Burgos se destaca el Vía Crucis que recorrió las calles de Burgos y recordó a todos aquellos que sufren violencia:

 

 

El obispo a sus sacerdotes: «¿Lloráis ante el sufrimiento de vuestras ovejas?»

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«Sufrir por y con las personas como sufren un padre y una madre por los hijos». Así definió el arzobispo, Francisco Gil Hellín, el «sufrimiento pastoral» que pidió para los sacerdotes de la diócesis. Para el pastor de la Iglesia burgalesa, los sacerdotes deben tener «entrañas de misericordia» y ser capaces de «atender y escuchar» a «toda persona herida en su vida».

Así se lo pidió en la homilía de la pasada misa crismal, la eucaristía en la que el presbiterio diocesano renueva sus promesas sacerdotales en la mañana del Miércoles Santo. El arzobispo aprovechó la reunión del presbiterio para «trasladarles los saludos del papa Francisco» y sus recomendaciones sobre la caridad sacerdotal. Así, Gil Hellín interrogó a los sacerdotes con las palabras del papa Bergoglio: «¿Tú lloras? ¿Cuántos de nosotros lloramos ante el sufrimiento de un niño, ante la destrucción de una familia, ante tanta gente que no encuentra el camino? ¿Tú lloras? ¿O en este presbiterio hemos perdido las lágrimas? ¿Lloras por tu pueblo? Dime, ¿tú haces la oración de intercesión ante el sagrario?»

Generosidad sacerdotal

En la eucaristía, que se celebró en la capilla de Santa Tecla de la catedral, se bendijeron los santos óleos y se consagró el santo crisma. Por su parte, los sacerdotes ofrecieron la colecta que realizaron durante la pasada Navidad a favor de los damnificados por el terremoto que asoló Filipinas. Han entregado, a través de Cáritas diocesana, cerca de 12.000 euros.

Misa crismal

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Catedral, 16 abril 2014 · “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido, me ha enviado a anunciar la Buena Nueva a los pobres, la libertad a los oprimidos, para proclamar el año de gracia del Señor”. Estas palabras podemos aplicarlas a cada uno de nosotros, porque la imposición de manos nos trasmite una participación ontológica del sacerdocio de Cristo y nos hace ministros suyos. Nosotros podemos decir con toda verdad, que Cristo nos ha consagrado ministros suyos para enviarnos a anunciar la salvación a los pobres y la libertad a los cautivos.

El Papa Francisco, en su mensaje de Cuaresma para este año, nos ha interpretado quiénes son esos pobres. Son los pobres materiales, los pobres morales y los pobres espirituales. Con harta frecuencia, estas tres pobrezas van unidas, especialmente la pobreza moral y la pobreza espiritual. Todas ellas son importantes y todas reclaman nuestra atención de pastores.

Sin embargo, hoy quiero fijarme en los pobres espirituales. Porque son –según el Papa- los más pobres y porque son los más numerosos. Son esas personas que están alejados de Dios, bien porque no tienen fe, o porque la han perdido o porque viven como si no la tuviesen. Anunciar la salvación a estos pobres espirituales es llamarles a la conversión y ejercer con ellos el ministerio de la misericordia.

Al principio de Cuaresma de este año, el Papa Francisco se reunió con sus párrocos de Roma. En una charla sencilla y fraterna les habló de la importancia y necesidad de este ministerio, y del modo de ejercerlo.

Glosando la importancia que tiene hoy este sacramento de la misericordia, decía el Papa: hemos de “escuchar la voz del Espíritu que habla a toda la Iglesia en este tiempo nuestro, que es precisamente tiempo de misericordia. De ello estoy seguro. No es sólo la Cuaresma; nosotros estamos viviendo en tiempo de misericordia, desde hace treinta años o más, hasta ahora”. En este tiempo de misericordia, la Iglesia tiene que ser un gran hospital de campaña.

Es verdad. Hay muchas almas que están heridas de gravedad. Más aún, son incontables las que están heridas de muerte. Pensemos, por ejemplo, en nuestras parroquias, desde la perspectiva de unas palabras que decía el Papa a mediados de febrero, en una de las audiencias del miércoles: “¿Cuánto tiempo hace que no te confiesas? ¿Dos semanas, dos meses, dos años, veinte años, cuarenta años?” ¿Cuántos feligreses nuestros hace dos, veinte, treinta años que no se confiesan? Queridos sacerdotes: nos tiene que doler el alma y salir a su encuentro y decirles que Dios les está esperando para darles el abrazo de la reconciliación y devolverles la paz y la alegría de vivir. Muchas de esas personas no son malas, pero están heridas y necesitan una caricia.

Los buenos sacerdotes se conmueven ante esas ovejas, como se conmovía Jesús al ver la gente cansada y extenuada, como ovejas que no tienen pastor. Toda persona que esté herida en su vida -del modo que sea- tiene que encontrar en nosotros alguien que le atiende, que le escucha, que está a su lado. Esto es tener entrañas de misericordia.

Pero estas entrañas se manifiestan, sobre todo, en el sacramento de la Penitencia. Ahí lo demuestra el confesor con toda su actitud: en el modo de acoger, de escuchar, de aconsejar, de absolver. La administración constante y esmerada del sacramento de la Penitencia es la mejor universidad para obtener el título de doctor en misericordia. Un sacerdote remiso o descuidado en atender a los fieles en este sacramento es muy difícil que tenga verdaderas entrañas de misericordia. Y, al contrario, un sacerdote que acoge a los pecadores en el sacramento con las entrañas de Jesucristo, tiene recorrido un largo trecho en el camino de la caridad pastoral de la misericordia.

Ahora bien, el Papa Francisco hacía a sus párrocos esta importante precisión. Saber acoger a los pecadores como Jesucristo, “deriva del modo con el cual él mismo vive el sacramento en primera persona, del modo como se deja abrazar por Dios Padre en la Confesión, y permanece dentro de este abrazo. Si uno vive esto dentro de sí, en su corazón, puede también donarlo a los demás en el ministerio”. Y añadía: “Os dejo una pregunta: ¿Cómo me confieso? ¿Me dejo abrazar” por Jesucristo?

Yo os dejo también la misma pregunta. El Papa se confiesa cada quince días con un franciscano, según él mismo ha manifestado en una entrevista. Es un buen punto de referencia: confesarse, al menos, cada quince días.

Sin embargo, aunque el sacramento de la Penitencia sea el ámbito por antonomasia para ejercer la misericordia sacerdotal, hay también otro ámbito: es al ámbito del sufrimiento pastoral. ¿Qué es el sufrimiento pastoral? No es un simple sufrimiento. Es sufrir por y con las personas como sufren un padre y una madre por los hijos. Ese sufrimiento –lo sabemos todos muy bien- lleva a los padres a llorar, a veces, por sus hijos.

Permitidme que me haga y que os haga las preguntas que el Papa hacía a sus párrocos: “¿Tú lloras? ¿Cuántos de nosotros lloramos ante el sufrimiento de un niño, ante la destrucción de una familia, ante tanta gente que no encuentra el camino? El llanto del sacerdote… ¿Tú lloras? ¿O en este presbiterio hemos perdido las lágrimas? ¿Lloras por tu pueblo? Dime, ¿tú haces la oración de intercesión ante el sagrario? ¿Tú luchas con el Señor por tu pueblo, como luchó Abrahán?” Y concluía el Papa: “Nosotros hablamos de parresia, de valor apostólico, y pensamos en los proyectos pastorales. Esto está bien, pero la misma parresia es necesaria también en la oración”.

Queridos sacerdotes: demos gracias a Jesucristo por el don inmenso de nuestro sacerdocio. Renovemos la alegría de haber sido llamados a un ministerio tan maravilloso. Hagamos el firme propósito de confesarnos con frecuencia y dedicar un tiempo muy generoso a ejercer el ministerio de la misericordia en el sacramento de la Penitencia.

Que la Santísima Virgen nos alcance la gracia de ser pastores según el modelo de su Hijo, el Supremo y Verdadero Pastor.

2014 04 16 miércoles: resumen de prensa

por administrador,

Actualidad:

Diferentes medios se hacen eco de la nueva web que prepara la diócesis de Burgos y que estará lista el Domingo de Pascua:

 

Cultura:

La exposición «Eucharistia» continua su preparación antes de su inauguración, y a ella se suman localidades como Ribera de Duero:

 

La iglesia del barrio de San Pedro luce aspecto renovado tras la restauración y limpieza de su fachada y techo:

Semana Santa:

Los eventos con motivo de la Semana Santa burgalesa siguen presentes en los medios, que dan cuenta del desarrollo de todos los actos: