Día del apostolado seglar

Catedral, 8 junio 2014

Todos los bautizados somos Iglesia. Todos estamos llamados a vivir en plenitud la vida cristiana. Todos somos apóstoles. Este es el principal mensaje que el concilio Vaticano II ha vuelto a recordar y proponer. Se acabó la idea de que la Iglesia son el Papa, los obispos, los sacerdotes y religiosos. Evidentemente, también ellos son Iglesia, pero no más que los seglares. Éstos participan realmente en la consagración y misión de Jesucristo gracias a su Bautismo, por lo que están capacitados, habilitados y urgidos a encarnar el Evangelio y anunciarlo con su palabra y su vida.

 

Más aún, tienen un campo propio y específico. Así se lo recordaba el Papa Francisco a los obispos de México, el pasado 19 de mayo: “Su apreciada labor intraeclesial no debería implicar merma alguna en el cumplimiento de su vocación específica: transformar el mundo según Cristo. La misión de la Iglesia no puede prescindir de laicos que vivan la fe en el corazón de la familia, de la escuela, de la empresa, del movimiento popular, del sindicato, del partido y aun de gobierno, dando testimonio de la alegría del Evangelio”.

 

Los seglares tienen, pues, su campo específico de acción no tanto en el ejercicio de funciones litúrgicas o catequéticas –en las que, ciertamente, pueden y deben participar-  cuanto en la calle. Entendiendo por “calle” su familia, el lugar donde trabajan, el sindicato en el que militan, el parlamento en el que ejercen como políticos, la cátedra donde enseñan, el microscopio con el que investigan, la sanidad donde atienden a los pacientes, la cultura, el deporte, el arte, etc. Que cada uno de los bautizados sea consciente de ello y se ponga a actuar en serio, es la gran revolución pendiente. Mientras esto no ocurra, la Iglesia no dará un vuelco a su situación ni influirá a fondo en el cambio del mundo actual.

 

¡Bien caro estamos pagando que los seglares hayan ocupado un lugar secundario, cuando no mínimo, dentro de la Iglesia! No se trata de que haya grupos de seglares selectos o que todos los seglares deban estar encuadrados en un apostolado organizado.

 

Está bien. Pero no podemos caer en el reduccionismo de identificar el ”apostolado seglar” con el apostolado seglar “organizado o cualificado”. Una abuela que enseña a rezar a su nietecito, un voluntario de Caritas que gasta su tiempo en atender por Dios a los emigrantes, un profesor que da un buen consejo de vida a un alumno, un médico que trata con delicadeza cristiana y competencia a sus enfermos, un investigador que se quema las pestañas para encontrar remedio al cáncer, un político que es coherente con su fe a la hora de programar sus acciones públicas, un empresario que se esfuerza por crear puestos de trabajo, un sindicalista que defiende con tenacidad las causas justas de los trabajadores… estos son los seglares que pueden cambiar el mundo. Cada uno en su sitio, con sus cualidades y limitaciones, pero comprometido de verdad.

 

Ahora bien, esto requiere formación humana, espiritual y apostólica. Si se quiere iluminar a un mundo relativista que no cree en la verdad, hay que conocer y difundir la verdad; si se quiere ser sal que dé sabor y evite la corrupción a un mundo en bancarrota de ideales y valores humanos y cristianos, es preciso tener un bagaje adecuado de hombría de bien, de espíritu de servicio, de competencia profesional y de amor de Dios. Por desgracia, tantos seglares sólo tienen en su haber religioso la formación que recibieron en la catequesis y en el colegio. Es un bagaje a todas luces insuficiente. Por eso, todas las parroquias y realidades eclesiales promueven cursos, charlas, actividades, etcétera de formación. Hoy, día del Apostolado Seglar, es una ocasión propicia para acercarnos a la parroquia, al movimiento o a la realidad eclesial en que participemos, para incorporarnos activamente a los medios de formación que nos ofrecen. ¡Es la hora de la ilusión, del entusiasmo por el Reino, de convertir los problemas en oportunidades!

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