Curpillos 2014

Real Monasterio de Las Huelgas, 20 junio 2014

“Porque todos comemos el mismo Pan, aunque somos muchos, nos convertimos en un solo Pan, en un solo Cuerpo”. San Pablo se vio obligado a escribir esto a los fieles de la comunidad cristiana de Corinto, porque en ella habían surgido facciones y divisiones. Unos decían que eran partidarios de Pedro; otros, de Pablo; otros de Bernabé o de algún otro apóstol. San Pablo reacciona con toda energía y corta de raíz semejantes divisiones. Para ello, no da consignas morales sino que les remite a lo que es la Eucaristía, en la cual ellos participaban domingo tras domingo. Y, desde ese ámbito, les dice: si sólo hay una eucaristía y si todos comulgamos al mismo Cristo, todos somos un solo Cristo, un solo Cuerpo, una sola comunidad creyente. No caben, pues, las divisiones ni los enfrentamientos. Si queremos celebrar la Eucaristía como cristianos, tenemos que estar unidos.

San Pablo no pretende que todos tengan las mismas ideas ni ejerzan los mismos servicios dentro de la comunidad. Él mismo les dice en esta carta que así como en un Cuerpo hay diversidad de miembros, así también somos nosotros en Cristo. Para que haya cuerpo y no una masa informe o amorfa es preciso que haya diversidad de miembros y diferencias. Si todos fueran ojos, manos, pies o cabeza, no tendríamos un cuerpo sino un monstruo.

Se trata, pues, de ser y actuar como miembros del cuerpo: los miembros no están separados los unos de los otros, sino orgánicamente unidos; no están enfrentados los unos contra los otros, sino cooperando unos con otros; no actúan al margen o en contra de los otros, sino en íntima colaboración y conjunción. La diferencia se resuelve en servicio y en búsqueda del bien común por encima del particular.

Esta doctrina tiene para nosotros una especial importancia y actualidad. Como todos sabemos, estos días pasados el Rey Juan Carlos ha abdicado de la corona y el Parlamento se la ha aceptado. El Parlamente ha aceptado también que el Príncipe Felipe sea el nuevo Rey de todos los españoles, con el nombre de Felipe VI. Todo esto se ha hecho según la constitución vigente, aprobada por todos los españoles de modo democrático el año 1978.

En el Parlamento han intervenido representantes de otras opciones políticas que se oponían o abstenían. Están en su legítimo derecho, porque son representantes legítimos de una parte de españoles.

Ahora, una vez que se han cumplido todos los requisitos constitucionales y el rey ha tomado posesión legítima, nos corresponde a los españoles vivir en paz unos con otros, evitar los enfrentamientos verbales y fácticos y convivir en medio de las diferencias. Porque no se trata de que todos tengamos las mismas ideas, de que todos pensemos que los problemas hay que resolverlos de la misma forma, ni de abdicar a concebir la estructura del Estado de una forma diferente.

Al contrario, se trata de que cada uno tenga sus propias ideas, sus propios puntos de vista, sus opciones legítimas; pero que cada uno sepa respetar las ideas, los puntos de vista y las opciones igualmente legítimas de los demás. El tener ideas y opciones distintas no puede llevarnos al enfrentamiento de unos contra otros, a la violencia o a la anarquía.

A ninguno de nosotros se nos oculta que esta tarea es muy difícil y necesita una fuerte dosis de generosidad, de espíritu de pacto, de cultura del encuentro. El odio, la malquerencia, la lucha de clases, la revancha y la exclusión no son cristianos y van en contra de la celebración de la Eucaristía y del Curpillos, que es una fiesta especialmente eucarística.

Lo que exige la Eucaristía es reconocernos como hermanos y tratarnos como hermanos. Nos ha  ido muy mal cuando lo hemos olvidado; y, nos ha ido muy bien, cuando lo hemos tenido en cuenta, a pesar de nuestras limitaciones y carencias.

Pido al Señor, que se hará presente dentro de poco en el altar y al que luego paseamos por las calles y plazas del Compás, que nos conceda la gracia de convivir pacíficamente y respetarnos dentro de las diferencias y poner nuestras cualidades y talentos al servicio de todos, de modo que el bien común prime sobre el particular.

Santa María, Reina de la Paz, ruega por nosotros.

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