Cultura de la carretera

2014 06 29 mensaje arzobispo de Burgos pdf

El próximo domingo varios millones de automovilistas tienen cita en las carreteras de España. ¡Han llegado las vacaciones de verano y es el primer fin de semana del mes de julio! Con todo, no son las vacaciones y el primer fin de semana del verano la causa de este éxodo de las ciudades hacia las playas y la montaña. De hecho, cada domingo de otoño y primavera se repite algo semejante, aunque un poco menos acentuado. Sin contar los puentes, los días de Semana Santa y las Navidades.

La presencia de tantos coches, autobuses, camiones y otros medios de transporte por carretera es un ingrediente inherente a nuestra cultura industrializada y del ocio. Cada día suben al coche, al camión y al autobús muchos miles de personas que tienen que desplazarse a su lugar de trabajo y, más tarde, volver a casa. Aunque los días festivos y vacacionales no hay tal desplazamiento, son muchos los que siguen considerando imprescindible ponerse al volante para ir a divertirse, de una u otra forma.

Necesitamos, por tanto, cultivar la cultura del coche, del camión y del autobús. Lo cual supone incorporar y eliminar determinadas actitudes y comportamientos cuando subimos al vehículo.

Ante todo, hemos de ser conscientes de que no subimos a un juguete para divertirnos con él. Es verdad que muchos sienten un verdadero placer al conducir. Pero es claro que ni un coche ni un camión son un juguete, sino una máquina que encierra siempre un cierto riesgo y exige que se le tome en serio, so pena de que nos cause serios disgustos a nosotros y los demás. De hecho, y por desgracia, los accidentes son el pan nuestro de cada día. Y, en no pocos casos, están causados por no asumir con responsabilidad que el coche y el camión son un instrumento que requiere competencia, profesionalidad y prudencia.

Un modo concreto de tomarse a broma el vehículo que conducimos es no respetar las señales de tráfico, especialmente las que indican curva, stop, cambio de rasante o prohibido. Otro tanto cabe decir cuando se consumen alcohol, drogas o estupefacientes. Y no digamos, cuando se entra en el juego del “pique” o la competitividad. No tomar en serio el cansancio acumulado o el sueño que nos tienta es, de alguna manera, tomarse a broma lo que llevamos entre manos.

Sin embargo, la cultura de la carretera va más allá de advertir el riesgo que asumimos para nosotros y los demás cuando tomamos el volante. Esa cultura implica, sobre todo, los buenos modos y maneras propios de un hombre responsable y educado. Lo que está mal en la oficina, en la fábrica, en la charla de café, sigue estando mal al volante. Los gritos, los insultos, la desconsideración, el egoísmo no se legitiman por el hecho de conducir un vehículo. Al contrario, al volante hay que extremar la buena educación, el espíritu humanitario, la ayuda gustosa, el gesto servicial y sonriente.

Los creyentes, especialmente  los cristianos, tenemos una obligación mayor. Porque el Señor así lo haría, si se encontrase en nuestra situación, porque él nos mandó que lo hagamos y porque se lo hacemos a él cuando se lo hacemos a los demás. En el Evangelio hay un caso en el que se nos exige especial humanidad: en caso de accidente. Allí se estigmatiza a ciertos personajes que pasaron de largo ante un accidentado, a la vez que la figura del que cambió sus planes de viaje para ayudar a aquel infeliz, se exalta y se pone como modelo de imitación: “Haz tú lo mismo”.

La celebración de la Jornada de Responsabilidad en el Tráfico, que celebramos el domingo próximo, es una buena oportunidad para repensar esta cultura de la carretera. A mí me brinda la oportunidad de felicitar desde aquí a todos los camioneros, conductores de autobuses, taxis, ambulancias, policías de tráfico, etc., por la fiesta de su patrono San Cristóbal. Felicidades y gracias por vuestros servicios.

Comentarios

Se el primero en publicar un comentario.

Danos tu opinión