Documento conclusivo del último Sínodo de los Obispos
2014 10 26 mensaje arzobispo de Burgos pdf
El pasado 18, sábado, se clausuró el Sínodo de los Obispos celebrado en Roma durante las dos semanas precedentes. Ese mismo día se hizo público el documento conclusivo y por deseo expreso del Papa –es la primera vez que acontece- el resultado de las votaciones de cada número.
Con el deseo de que todos podamos tener criterios de juicio y actuación, me permito hacer algunas indicaciones.
Ante todo, conviene saber que este documento no es del Papa ni de los Obispos en general. Es un documento de trabajo que está abierto a ulteriores enriquecimientos. Ahora, toca a las Conferencias episcopales de toda la Iglesia y a las diócesis, estudiarlo, orarlo, valorarlo y enriquecerlo con nuestras aportaciones. Todo ese material se incorporará al documento que entrará en la segunda parte del Sínodo, que celebrará del 5 al 24 de octubre de 2015. Allí será nuevamente estudiado y valorado. Después de ello, los Padres sinodales presentarán al Papa sus puntos de vista, para que él elabore un documento, si así lo cree oportuno. Será entonces cuando tendremos un documento magisterial que será, sin duda, de suma importancia y trascendencia.
En segundo lugar, el documento de ahora no ha cambiado la doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio y la familia, ni sobre la necesidad de arrepentimiento y confesión sacramental para acercarse a comulgar si existe conciencia de pecado grave. Al contrario, ratifica que el matrimonio es indisoluble, que el divorcio es siempre contrario a la voluntad de Dios y que Jesucristo, cuando perdonaba a los pecadores, siempre les decía algo parecido a lo que dijo a la mujer sorprendida en adulterio: “Vete y no vuelvas a pecar”.
Sin embargo, tampoco es un documento frío y distante. Al contrario, es muy cercano a la experiencia y a la sensibilidad del mundo moderno. La Iglesia no cierra los ojos a la realidad. Pero, viéndola en toda su crudeza, se acerca a ella como lo hace una madre cuando sus hijos están en una grave dificultad. No renuncia a su condición de “maestra”, pero la conjuga con sus entrañas de “madre”. Por este motivo el documento contempla las uniones de quienes no están casados, de los divorciados que sufren la injusticia del abandono, de los divorciados que se han vuelto a unir civilmente con otra persona, o de quienes tienen tendencias homosexuales o lésbicas. Lo hace para hacer lo que pueda y hasta donde pueda, en cada caso.
Cierta prensa ha vuelto a esgrimir las mismas armas que usó durante el concilio Vaticano II. Es previsible que se siga moviendo en esta dialéctica durante los próximos meses. Así, ha querido presentar este Sínodo como una ruptura con el pontificado de Juan Pablo II y Benedicto XVI y como la llegada a la Iglesia de una anhelada primavera tras el largo invierno de esos pontificados. No hay tal. Bastaría recordar que san Juan Pablo II publicó un documento importantísimo y referencial, tras un Sínodo sobre la familia: la famosa “Familiares consortio”. En ella ya contemplaba la posibilidad de que –en ciertos supuestos y condiciones bien precisas y siempre de modo excepcional, no general- pudiesen comulgar los divorciados vueltos a casar civilmente. Ciertamente ni él ni nadie puede dar por roto el vínculo matrimonial. Pero manteniendo ese principio, pueden concurrir circunstancias que permitan acceder a la comunión sacramental. Además, la comunión sacramental no es lo único a lo que cabe aspirar. Siempre es posible leer la Palabra de Dios, rezar, hacer obras de caridad, seguir considerándose Iglesia, recibir la ayuda del acompañamiento, etc.
Me gustaría reiterar que deseo vivamente que desde todos los rincones de la diócesis supliquemos a la Sagrada Familia que nos asistan a todos en la preparación de la segunda parte del Sínodo y, muy especialmente, a los que participarán en él.