Las nuevas esclavitudes modernas

2015 01 04 mensaje arzobispo de Burgos pdf

 

El pasado jueves, la Iglesia comenzaba el Año nuevo con un Jornada mundial dedicada a la paz. Como ya es tradicional, el Papa envió un Mensaje: “No esclavos, sino hermanos”, en el que describe las nuevas esclavitudes y sus causas, y apunta algunas soluciones de fondo.

El papa Francisco es consciente de que la esclavitud “clásica” es ya historia. Hoy no hay ya códigos civiles que amparen la compraventa de personas. La comunidad internacional ha tomado conciencia de que la “esclavitud es un crimen de lesa humanidad” y el derecho internacional reconoce el derecho de toda persona humana a “no ser sometida a esclavitud ni servidumbre”. Más aún, ha tomado diversos acuerdos  para poner fin a la esclavitud en todas sus formas.

Sin embargo, “todavía hoy –constata con dolor el Papa- hay millones de personas: niños, hombres y mujeres de todas las edades, privados de su libertad y obligados a vivir en condiciones similares a la esclavitud”. Ahí están como testigos de cargo “tantos trabajadores y trabajadoras, incluso menores, oprimidos de modo formal o informal”; los inmigrantes que son detenidos al llegar a las fronteras “en condiciones a veces inhumanas”; las “personas obligadas a la prostitución, entre las cuales hay muchos menores”; “los niños y adultos que son víctimas del tráfico y  comercialización para la extracción de órganos” o para ser “reclutados como soldados, para la mendicidad o las drogas”; “los secuestrados y encerrados en cautividad por grupos terroristas”.

Este doloroso panorama tiene como causa fundamental “el pecado”, el cual corrompe   el corazón humano y lo aleja de su Creador y de sus semejantes. Cuando el hombre se corrompe y deja de ver en sus semejantes “hermanos y hermanas”, entonces la persona humana ya no es tratada como “imagen de Dios” sino como “un objeto” que puede ser mercantilizado, reducido a la propiedad de otro por la fuerza o con engaño.

Junto a esta causa, hay otras que ayudan a explicar las formas contemporáneas de esclavitud: “en primer lugar, la pobreza, el subdesarrollo y la exclusión”, sobre todo cuando van unidas a la “falta de acceso a la educación o a una realidad caracterizada por las escasas, por no decir, inexistentes, oportunidades de trabajo”; la corrupción de quienes están dispuestos a hacer cualquier cosa “para enriquecerse”; los conflictos “armados, la violencia, el crimen y el terrorismo”.

Hay mucha gente que está trabajando en la erradicación de estas esclavitudes y son muchos y muy encomiables los logros conseguidos. Sin embargo, resta un largo camino por recorrer y es urgente que haya un “triple compromiso a nivel de prevención, protección de las víctimas y persecución judicial contra los responsables”. Los Estados han de implicarse para que “su legislación nacional en materia de migración, trabajo, adopciones, deslocalización de empresas y comercialización de los productos elaborados mediante la explotación del trabajo, respete la dignidad de las personas”. Las empresas también han de implicarse, “garantizando a sus empleados condiciones de trabajo dignas y salarios adecuados”.

Como es lógico, la Iglesia no puede estar asunte de esta gran batalla. Su gran aportación ha de seguir siendo la globalización de la fraternidad y la movilización de las conciencias que, “partiendo de la verdad sobre el hombre”, lleve “a reconocer en el otro, sea quien sea, un hermano y una hermana”. Cada uno de los que nos llamamos cristianos hemos de implicarnos en “realizar gestos de fraternidad” con quienes sufren alguna esclavitud. Con todo, el Papa es consciente de que “se necesita una movilización comparable a la del fenómeno” de la esclavitud y, por eso, invita a “todos los hombres de buena voluntad” para que eviten ser cómplices de este mal y no aparten sus ojos del sufrimiento de sus hermanos privados de libertad y dignidad.

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