Un día para recordar la profunda amistad de los consagrados con Dios

Con el lema "Amigos fuertes de Dios", la diócesis celebraba ayer la Jornada de la Vida Consagrada con una eucaristía en la catedral que reunió a religiosos, religiosas y laicos.

La Iglesia celebró  ayer la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, un día que adquirió importancia trascendental al estar enmarcado en el año de la Vida Consagrada. La amistad profunda y leal que manifiestan los consagrados y consagradas a través de su vocación quedó reflejada en el lema pensado para la ocasión, «Amigos fuertes de Dios»; una vocación que el papa Francisco anima a visibilizar como instrumento de evangelización.

 

En la diócesis de Burgos han sido varias las actividades preparadas para conmemorar este día, y el punto fuerte estuvo en la eucaristía que tuvo lugar por la tarde en la catedral y que fue presidida por el arzobispo don Francisco Gil Hellín. Allí se reunieron numerosos religiosos, religiosas, laicos y consagrados de diversas congregaciones para iniciar la misa con una bella introducción a la bendición de las candelas que tuvo lugar dentro del templo, seguida de una procesión que rodeó el Altar Mayor para terminar en la capilla de Santa Tecla, donde se celebró la eucaristía.

Incondicional y para toda la vida

San Juan Pablo II quiso que la fiesta de la presentación de Jesús en el templo fuese el ámbito natural de la jornada de la Vida Consagrada, y así se ha mantenido hasta ahora. En su homilía, monseñor Gil Hellín destacó que » Jesucristo es el protagonista y ocupa el centro de la celebración, su presentación en el templo tiene un significado preciso: es una llegada y un encuentro. La llegada del anhelado Salvador a su pueblo y es el encuentro con ese pueblo en la figura de Simeón y Ana, que representan la esperanza de la raza humana en este Salvador. Jesucristo por tanto se encuentra hoy con el pueblo de la Nueva Alianza, con su Iglesia, y por ella, con todos los hombres y mujeres del mundo».

 

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La Eucaristía tuvo lugar en la capilla de Santa Tecla de la catedral

 

La vida consagrada es la presentación y ofrecimiento de cada uno de sus miembros a Dios con la intención de consagrarse de modo incondicional y de por vida, de ser colaboradores suyos en el plan de salvación que ha realizado Él y por Cristo con la cooperación de la Virgen María. «Os invito, queridos miembros de la vida consagrada a que renovéis ahora vuestra consagración, a que deis gracias a Dios por vuestra vocación y le pidáis la gracia de ser cada día más radicales en la vivencia del Evangelio. Este don de la vida consagrada es un don para cada uno de vosotros, para cada una de vuestras congregaciones, pero radicalmente es un don del pueblo santo. Y hoy, el pueblo de Dios, todos los bautizados han de ser conscientes de esta riqueza de la Iglesia, manifestada en tantos dones y carismas. Demos gracias a Dios por esta variedad de carismas en nuestra diócesis. Pidamos al Señor que siga enviando abundantes y selectas vocaciones a todos los institutos de la Iglesia».

Testigos del Evangelio

Tras le celebración, don Francico Gil Hellín se despidió en la salida de la capilla de  cada uno de los asistentes, a los que felicitó. Por su parte, Soledad Mena, secretaria de CONFER Burgos (Conferencia Española de Religiosos) mostró su alegría por esta celebración y por la compañía que los religiosos participantes en el acto recibieron de numerosas personas que no llevando una vida consagrada, tienen también una vocación cristiana comprometida. «Al final, la vida vida religiosa es eso: una manera de vivir  que nos lleva a un compromiso con la vida, con las personas, a ser testigos en la medida que podemos del Evangelio. De esa amistad con el Señor  puede brotar todo lo demás que hagamos y puede tener sentido nuestra vida».

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