Plantando el Reino
En el día que la Iglesia celebra a san Isidro, la mirada se dirige al trabajo que desarrollan agricultores y personas dedicadas al campo. Un trabajo que desde siempre ha exigido un enorme esfuerzo y sacrificio, muchas veces no compensado. A esto se une la manera de cultivar la tierra hoy en día, en que grandes corporaciones agroalimentarias se hacen con el mercado, perjudican a la agricultura local, encarecen los productos, rebajan su calidad y perjudican al medio ambiente. Ante este panorama, surgen iniciativas de soberanía alimentaria que busca poner la economía de los alimentos al servicio de las personas. Huerta Ecológica Molinillo es una de ellas, y Rafael Martínez es quien está al frente de este proyecto que nació el año pasado.
Está convencido de que «otro mundo es posible». Y por ello, hace años crearon la Fundación Alter, una organización que, desde su identidad cristiana, pretende «construir una sociedad más justa y solidaria basada en el protagonismo de la persona y los pueblos, su desarrollo integral y la preocupación por el bien común, con especial atención a los más desfavorecidos».
Consumo más humano
Su acción no se queda en una simple declaración de intenciones. Los hechos van más allá de las palabras y los laicos burgaleses que integran esta fundación se han puesto manos a la obra para dar la vuelta al mundo. Una de sus primeras iniciativas fue la creación del Centro Auditivo Alteraudio. Recientemente han puesto en marcha una «iniciativa agroecológica de economía solidaria» a la que han llamado «Huerta ecológica Molinillo», por el nombre de la calle en que está ubicada, en el terreno en que las religiosas Trinitarias tienen en Burgos y a quienes agradecen su colaboración y «comunión eclesial».
Él la define como un proyecto capaz de mostrar «que existe otra forma de producir y consumir frente a la actual situación mundial de monopolio de alimentos y hambre». Promueven así una «soberanía alimentaria» a través de una «agricultura ecológica y respetuosa con el medio ambiente y basada en la relación directa entre productores y consumidores», eliminando a los intermediarios que encarecen el producto, impidiendo el acceso a los alimentos a quienes menos recursos económicos tienen. Además, promueven «la organización social y autogestión de los consumidores , el consumo responsable y saludable, el trabajo digno y la concienciación y denuncia contra el hambre y sus causas».
Ahora, a media tarde, Rafael y su equipo preparan las cestas con los productos que van directamente a la casa de sus compradores. Otro pequeño gran gesto de la Iglesia burgalesa.