Una jornada para cuidar la creación

A iniciativa del papa Francisco, la Iglesia celebra hoy la jornada mundial de oración por el cuidado de la creación en unión con la Iglesia ortodoxa, que venía celebrando una jornada similar desde hace algunos años. Reproducimos a continuación un artículo del profesor de moral social de la Facultad de Teología, Fernando García Cadiñanos, sobre la importancia de esta jornada y los retos que ofrece a los cristianos.

 

ecología burgos

Los cristianos debemos «preocuparnos» y «ocuparnos» por la cuestión ecológica.

 

Se celebra hoy en la Iglesia católica la «Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación». Se trata de una nueva iniciativa del papa Francisco. Con ella, nos unimos en un gesto ecuménico a nuestros hermanos ortodoxos que ya tenían establecida esta jornada en esta fecha desde hace algunos años. En días pasados, el papa Francisco escribía una carta en la que fijaba los objetivos de esta iniciativa.

 

En primer lugar, «ofrecer nuestra contribución para superar la crisis ecológica que está viviendo la humanidad». Como bien ha señalado en la primera parte de su reciente encíclica Laudato Si’, la humanidad se encuentra frente a un abismo de autodestrucción por el maltrato conferido a esta casa común en la que habitamos: calentamiento global, contaminación, pérdida de la diversidad… fenómenos todos ellos que tienen una causalidad fundamentalmente humana. Ante ello, los cristianos debemos preocuparnos… y ocuparnos. No podemos quedarnos indiferentes ante esta crisis que nos afecta, creyendo que lo nuestro es otro tipo de cuestiones más propias. Vivir esa vocación de protectores de la obra de Dios, «no es un aspecto secundario de la experiencia cristiana». Por el contrario, el cristianismo y su espiritualidad encierra un filón abundante de actitudes y motivaciones que, como rico patrimonio, pueden hoy contribuir al debate establecido en nuestra sociedad. Es, por tanto, una jornada para sacar del baúl propio esa reflexión sobre la Creación que nos sitúe adecuadamente en el debate ecológico.

 

En segundo lugar, animarnos a recorrer los caminos necesarios que nos lleven a «una conversión ecológica». Esta actitud también ha sido profundizada en la citada encíclica: la conversión es la sabiduría del que revisa su camino y descubre la urgencia de buscar otros caminos que nos lleven a vivir en una más plena armonía entre nosotros, los demás y el propio planeta. Es cambiar de conducta para elegir una vida más plena en conformidad, como creyentes, con el plan al que Dios nos invita. ¡Tanto tenemos que cambiar en austeridad, consumo, solidaridad…!

 

En tercer lugar, esta jornada debe contribuir a cada cristiano y a cada comunidad a «elevar a Dios una acción de gracias por la maravillosa obra que Él ha confiado a nuestro cuidado, invocando su ayuda para la protección de la creación y su misericordia por los pecados cometidos contra el mundo en el que vivimos». Contemplando la obra de la creación, todo nos habla de Dios y de su belleza: la admiración y la alabanza son las consecuencias lógicas de la mirada contemplativa de las bellezas que nos rodean. Unidos a tantos creyentes, nuestro corazón se eleva en un canto de acción de gracias por lo que Él ha dispuesto gratuitamente para nosotros. Pero, también, con responsabilidad, nuestro arrepentimiento por nuestras actitudes y hechos que degradan esta maravilla y perjudican seriamente su sostenibilidad para futuras generaciones.

 

Tres objetivos por tanto: oración, reflexión y compromiso. Tres objetivos que derivarán en un mejoramiento de nuestro planeta. Que resuenen hoy, por tanto, en nuestras casas las palabras del cántico de las criaturas de Francisco de Asís: «Alabado seas mi Señor, por nuestra hermana la madre tierra».

 

Fernando García Cadiñanos

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