Familiares de los cinco mártires asisten emocionados a la beatificación

Son muchos los fieles que han querido acoger con alegría e ilusión a sus cinco nuevos beatos y no han dudado en participar con su presencia en tan magno evento. La catedral de Burgos se ha quedado pequeña para acoger la ceremonia de beatificación, la primera que se celebra en la diócesis en sus más de mil años de historia. Cerca de 208 familiares de los cinco burgaleses les han acompañado en este gran día.

 

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La ceremonia se ha desarrollado en el marco de una cuidada celebración eucarística, en la que las familias de los beatos y la música han tenido un papel protagonista. Los familiares se han emocionado al vivir una día tan significativo. Algunos de ellos han sido los encargados de proclamar las lecturas de la misa y llevar hasta el altar las ofrendas en el momento del ofertorio.

 

Tal es el caso de María Ángeles Ciruelos, sobrina bisnieta de don Valentín Palencia quien señala que “es un día muy emotivo porque se abrió esta causa hace veintitantos años y ha sido un proceso muy largo con final feliz”. María Ángeles cree que es justo el reconocimiento que se le hace a don Valentín “porque fue una persona dedicada a los pobres a la gente más humilde, como él que venía de un estrato social muy humilde y vivió, en parte, su niñez como los niños que recogía por el arrabal de San Esteban”.

 

Además, recuerda que esos niños tenían padres pero «al ser una época muy dura, la gente mal vivía. “Don Valentín les escolarizó, les daba clases con todas las asignaturas, tuvo muchos alumnos, que hicieron carreras universitarias, los que no tenían capacidad les enfocaba hacia profesiones. O sea que fue una labor maravillosa”, señala María Ángeles. Y añade que “también fomentaba mucho la cultura, daban clases de música, tenían una banda y  hacían obras de teatro de grandes autores”. María Ángeles destaca la relación de don Valentín con el padre Manjón y “llevaba a cabo un sistema pedagógico muy similar, recuerdo que estaban en contacto continuamente”. La beatificación de su tío le causa mucha felicidad y al mismo tiempo echa mucho de menos a su madre Digna Otero, quien contribuyó mucho a abrir la causa.

 

Para Juan de la Cruz Esteban Lozano, sobrino nieto segundo de don Valentín, la beatificación “es muy importante, sobretodo porque mi madre ha luchado mucho por que llegase éste momento, porque fuese beato. Y es una alegría para toda la familia”. Y es que reconoce que han sido muchos años de espera y de pelear por la causa. “Ahora sentimos gran emoción y satisfacción por ello”, señal Juan, quien recuerda “la humanidad que tenía, su generosidad, pues lo daba todo, era una persona con muchos valores”.

 

Son sentimientos con los que también coinciden los familiares de Zacarías Cuesta. Eutillo Cuesta Bayona, sobrino carnal del nuevo beato, reconoce que aunque no conocía a su tío “es un día muy grande y muy bonito”. Herminia Cuesta, hermana de Zacarías, ha sentido “muchísimo orgullo y emoción” y ha asistido con 54 familiares a la beatificación, además de con 18 sobrinos de los hermanos que ya han muerto. “Mis hermanos estaban con mucha ilusión y no han llegado, a pesar de morir uno de ellos con 96 años”, se lamenta.  José María, sobrino de Zacarías, resalta que “el tener a un beato en la familia, emociona”. Ascensión, mujer de José María, añade que “no te das cuenta hasta hoy, que empiezas a ver las cosas, y te llega al corazón, es toda una suerte”.

 

Para la familia de Germán García, la beatificación es un acto muy importante. Alejandro García, sobrino de Germán, ha podido participar en la celebración de forma especial, llevando las ofrendas al Altar. Alejandro recuerda que “le mataron el mismo día de mi cumpleaños, yo tenía dos años”.

 

Por su parte, José Luis García, sobrino de Germán, reconoce que a pesar de haber tenido poco trato con la familia directa de Germán, para él es un acontecimiento muy importante. “Tengo mucha emoción porque es una cosa que no se vive todos los días. Vivo la beatificación con mucha ilusión y muchas ganas, por mi, por mi mujer y por mi familia”, señala.

 

Purificación, casada con un primo de Emilio Huidobro, reconoce que no esperaban que llegase nunca este día y se lamenta que su suegra no haya podido estar hoy en la beatificación. “Murió el año pasado, ella es la que facilitó todos los datos de Emilio al arzobispado”, dice.

 

Agapito Rodríguez Erro, sobrino de Donato Rodríguez, afirma con gran orgullo que para él Donato “es un recuerdo muy importante y la beatificación es un día muy grande, tengo mucha emoción”. Cuando mataron a Donato, Agapito era muy pequeño. Recuerda que estaba con un tío suyo -hermano de Donato-  que también era sacerdote en Santa Olalla de Bureba. “Me quedó grabado cuando vinieron a hablar con mi tío para darle la mala noticia”.

 

Los recuerdos de Donato le vienen por fotografías suyas. “En casa de mis padres siempre hemos tenido una gabardina y una visera que utilizaba él, y en casa de mi tío un cuadro que tenía a la entrada de la casa”. Para la familia de Donato, tener un beato en la familia es “un gran acontecimiento”. Agapito se lamenta de que no haber podido ir a visitarle a Suances. “Me quería mucho Donato y su hermano, algo que significaba mucho para mi”, rememora.

 

Eugenio, sobrino mayor de Donato Rodríguez y hermano de Agapito, tenía ocho años cuando le mataron. “Tengo en la cabecera de mi cama una fotografía de Donato, por lo que se puede deducir que la beatificación es un momento histórico para mi”. Eugenio se siente orgulloso de tener aún muchos recuerdos de su tío. “De pequeño, en aquella época, iba a coger cerezas en burro con él, pues le gustaba mucho”.

 

Eugenio destaca además el haber podido estar en Suances muchas veces. “En una ocasión me encontré con un señor que me contó todo lo que relata el libro que se ha editado sobre estos cinco mártires porque este señor había estado con ellos”. También recuerda que de pequeño Donato le compró unos zapatos. “Son pequeños detalles, que hoy están ahí, en el corazón”, recalca.

 

A partir de ahora, estos cinco nuevos beatos podrán ser admirados no sólo por sus familiares sino por toda la diócesis Burgalesa. Y cada 15 de enero, celebrar que están en el cielo.

 

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