«Porque estuve enfermo y me visitasteis»

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Vamos recorriendo y profundizando durante este año Jubilar en las «obras de misericordia». Y el próximo domingo, en el que celebramos la «Pascua del Enfermo», nos da ocasión de acercarnos especialmente a una de ellas: «Porque estuve enfermo y me visitasteis». Permitidme ya desde ahora unas breves reflexiones que nos ayuden a todos a actualizar en nuestras vidas la actitud misericordiosa ante el enfermo y la mirada de fe y de esperanza cristiana ante la enfermedad.

 

La salud y la enfermedad son acontecimientos fundamentales de la existencia, experiencias que marcan la biografía de cada persona, situaciones de una profunda densidad humana. Cristo, experto en humanidad y misericordia, empatiza con los sentimientos más íntimos de las personas, con sus aspiraciones más hondas y también con sus frustraciones más paralizantes. Quienes se dejaban «tocar» por Él sentían una fuerza que curaba a todos (Lc 6,19). Por ello, la Iglesia, a quien nada humano le es ajeno, está llamada a ofrecer la misma salud y salvación que Cristo regalaba.

 

El Papa Francisco, en el mensaje que ha dirigido para esta ocasión, explicita que «la enfermedad, especialmente la grave, pone siempre en crisis la existencia humana y nos plantea grandes interrogantes. El primer momento a veces puede ser de rebelión: ¿Por qué me ha sucedido justo a mí? Se puede entrar en desesperación, pensar que todo está perdido y que ya nada tiene sentido… En estas situaciones, por un lado la fe en Dios es puesta a prueba, pero al mismo tiempo revela toda su potencialidad positiva. No porque la fe haga desaparecer la enfermedad, el dolor, o los interrogantes que derivan de ello; sino porque ofrece una clave con la cual podemos descubrir el sentido más profundo de lo que estamos viviendo; una clave que nos ayuda a ver de que modo la enfermedad puede ser el camino para llegar a una cercanía más estrecha con Jesús, que camina a nuestro lado, cargando la Cruz».

 

El tema elegido para la celebración de esta Jornada es: «Confiar en Jesús misericordioso como María: “Haced lo que Él os diga” (Jn 2,5)». Por ello el Papa añade, refiriéndose a Ella que «en la solicitud de María se refleja la ternura de Dios. Y esa misma ternura se hace presente en la vida de muchas personas que se encuentran al lado de los enfermos y saben captar sus necesidades, aun las más imperceptibles, porque miran con ojos llenos de amor… Pero el amor animado por la fe hace que pidamos para ellos algo más grande que la salud física: pedimos una paz, una serenidad de la vida que parte del corazón y que es don de Dios, fruto del Espíritu Santo que el Padre no niega nunca a los que le piden con confianza».

 

Sois muchos los que os acercáis directamente, día y noche, a los enfermos: las personas anónimas, las familias, los agentes de pastoral de la salud, los profesionales sanitarios, las comunidades cristianas de diversa índole, las mediaciones sociales y políticas que pretendéis ir creando una sociedad más saludable y misericordiosa… ¡Muchas gracias a todos, adelante y que Dios os lo recompense!

 

El recordado Papa San Juan Pablo II escribió un bello documento sobre El dolor humano. En él mantiene que «cuán esencial es el ‘pararse’, como hizo el Buen samaritano, junto al sufrimiento de su prójimo, el tener ‘compasión’ y, finalmente, el dar ayuda. En el programa mesiánico de Cristo, que es a la vez el programa del reino de Dios, el sufrimiento está presente en el mundo para provocar amor, para hacer nacer obras de amor al prójimo, para transformar toda la civilización humana en ‘civilización del amor’. Hemos de descubrir, en la raíz de todos los sufrimientos humanos, el mismo sufrimiento redentor de Cristo. Cristo dice: a mí me lo hicisteis».

 

En estos días pidamos con mayor insistencia a Jesús misericordioso, por intercesión de María, por los enfermos y  por tantas  familias que cuidan de un familiar enfermo en la propia casa;  y pidamos  para que nos conceda a todos esta disponibilidad al servicio de los necesitados, y concretamente de nuestros hermanos y de nuestras hermanas enfermas. A veces este servicio puede resultar fatigoso, pesado, pero estamos seguros de que el Señor no dejará de transformar nuestro esfuerzo humano en algo divino. También nosotros podemos ser manos, brazos, corazones que ayudan a Dios a realizar sus prodigios, con frecuencia escondidos.

 

Con este motivo, el día 25 presidiré una celebración comunitaria de la unción de enfermos en la Capilla de San Juan de Dios. Y os aseguro, queridos enfermos, que durante estos días rezaré más intensamente por todos vosotros, en unidad con todas las comunidades de esta diócesis, a la vez que daré gracias a Dios por tantas mujeres y hombres que os acompañan, consuelan y animan. Recibid mi cercanía, cariño y bendición.

Así transcurrió la celebración eucarística y beatificación de los cinco mártires burgaleses

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La ceremonia ha estado presidida por el cardenal Angelo Amato.

 

Todo en la catedral de Burgos ha estado minuciosamente preparado para el gran acontecimiento histórico, la beatificación del sacerdote burgalés don Valentín Palencia y los cuatro jóvenes que le acompañaron en el martirio. Se trata de la primera beatificación que se celebra en la diócesis de Burgos en sus más de mil años de historia. Y este hecho tan relevante quedaba reflejado en los rostros ilusionados de los fieles que han acudido a la celebración.

 

Feligreses de todas las edades han ido ocupando las mas de 1.000 sillas que han sido distribuidas a lo largo de toda la catedral, respetando las zonas reservadas para los cerca de 200 sacerdotes diocesanos y extradiocesanos, y familiares de don Valentín Palencia, Donato Rodríguez, Emilio Huidobro, Germán Garía y Zacarías Cuesta.

 

La ceremonia ha estado presidida por el perfecto de la congregación para la Causa de los Santos de la Santa Sede, el cardenal Angelo Amato, quien viene de Burgos en representación del Papa Francisco. También ha acudido a la beatificación, entre otros, el nuncio de su Santidad en España, monseñor Renzo Fratini.

 Autoridades eclesiales

Además, han asistido dos cardenales, tres arzobispos y cinco obispos entre los que se encontraban el presidente de la Conferencia Episcopal Española, el Cardenal Ricardo Blázquez, el cardenal Antonio María Rouco Valera; el arzobispo de Burgos, don Fidel Herráez Vegas; el arzobispo emérito, Francisco Gil Hellín; mons. Francisco Pérez González, arzobispo de Pamplona; mons. Ángel Rubio, obispo emérito de Segovia; mons. Juan Antonio Martínez Camino, obispo Auxiliar de Madrid; mons. Julián López , obispo de León; mons. Juan Carlos Elizalde, obispo de Vitoria; mons. Raúl Berzosa, obispo de Ciudad Rodrigo; los abades de San Pedro de Cárdena, Roberto de la Iglesia, y del Monasterio de Silos, Lorenzo Maté; don Antonio Gómez Cantero, administrador diocesano de Palencia.

 

Al acto también han asistido los sacerdotes extradiocesanos, don Baldomero, párroco de Suances; Rafael Higueras, postulador y redactor; Antonio Gutiérrez, párroco de Ruilova; los párrocos de los pueblos donde nacieron los beatos, Juan Miguel Gutiérrez Pulgar, párroco de Santa Olalla de Valdivielso; Thomas Thekkekarote Kurian, párroco de Villanueva de Argaño; Agustín Heras Alarcia, párroco de Villasidro; Carlos Saldaña Fontaneda, párroco de Villaescusa del Butrón; Juan Sánchez, deán de Toledo y Joaquín Luis Ortega.

 

Estaban presentes los sacerdotes diocesanos de la Comisión Pro Beatificación. Los sacerdotes diocesanos del Consejo de Gobierno, Maxi Barbero, Alfonso Sáez, Juan José Pérez Solana y Gabriel Moreno. Los Rectores de Seminarios y Decano de la Facultad, Fernando Arce, Francisco Javier Martínez y José Luis Cabria. Y los miembros del Cabildo, Juan Álvarez Quevedo, Vicente Rebollo e Ildefonso Asenjo.

Autoridades y familiares de los beatos

Autoridades civiles y militares de la ciudad, personalidades académicas e institucionales han querido asistir también a la ceremonia. Cabe destacar, entre otros, Javier Lacalle, alcaldede Burgos; el senador Jaime Mateu; Baudilio Fernández, delegado Junta de CyL; José María García, alcalde de Villanueva de Argaño; Oscar García, alcalde de Villasidro; Pedro Díez, alcalde de Villaescusa del Butrón; Andrés Ruiz, alcalde de Suances; Antonio Méndez Pozo; Miguel Soler, Teniente Coronel de la Guardia Civil; Javier Martínez de Lagos, Subdelegado de Defensa; José Manuel López, presidente de Fernán González; Inmaculada Florido, Causa de los Santos de la CEE y Cándido Pérez, pintor del cuadro de los beatos burgaleses.

 

Familiares de los beatos burgaleses han estado también presentes en éste día tan especial, de la familia de Don Valentín han asistido 64; de la familia de Zacarías Cuesta, 79; de la familia de Donato Rodríguez, 45; de la familia de Germán García, 13 y de la familia de Emilio Huidobro, 7.

Cobertura mediática

Por otro lado, más de cuarenta periodistas de medios de comunicación locales, regionales y nacionales de prensa escrita, agencias de noticias, radio, televisión e internet han cubierto la información referente a celebración de beatificación. Los redactores y locutores de radio han podido seguir la celebración y al mismo tiempo elaborar la información sobre la misma desde una sala de prensa instalada en las capillas de La Anunciación y de San Gregorio, donde se han habilitado conexión a internet mediante wifi, tomas de audio, mesas y pantallas de televisión. Los fotógrafos y cámaras de televisión han obtenido imágenes de la ceremonia desde dos tribunas situadas en el crucero de la catedral.

 

Además, la misa solemne ha sido emitida en directo por 13TV para toda España, junto con Radio Evolución y COPE Burgos. Al mismo tiempo, la ceremonia ha podido ser seguida dentro de la catedral por los fieles allí congregados gracias a 10 pantallas de televisión dispuestas a lo largo de toda la planta de la catedral.

 

La ceremonia de beatificación se ha desarrollado en el marco de una celebración eucarística. En la que don Fidel Herráez ha solicitado al papa Fancisco que “se digne inscribir en el número de los beatos a estos venerables siervos de Dios: Valentín Palencia, Donato, Germán, Zacarías y Emilio”. A continuación el cardenal Angelo Amato dio lectura a la carta apostólica firmada por el papa Francisco en la que se concede que los cinco burgaleses sean llamados beatos, siendo su fiesta el 15 de enero.

 

Posteriormente se ha celebrado una emotiva y muy sentida ceremonia. Los solemnes cánticos interpretados por una joven orquesta acompañada de la Coral de Suances, Santa Maria La Mayor y la escolanía de los Pueri Cantores de la catedral y la Schola Cantorum del Círculo Católico, han acompañado a los fieles congregados en la catedral en un día tan significativo para la diócesis de Burgos.

 

«La glorificación de los mártires es una buena noticia para todos»

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El sacerdote Valentín Palencia y los cuatro jóvenes discípulos y colaboradores suyos, Donato Rodríguez, Germán García, Emilio Huidobro y Zacarías Cuesta son ya beatos. Una abarrotada catedral ha sido el marco escogido para la ceremonia que les ha elevado esta mañana hasta los altares. A petición del arzobispo, don Fidel Herráez Vegas, el cardenal Angelo Amato, prefecto de la congregación para la Causa de los Santos de la Santa Sede, ha dado lectura a la carta apostólica con la que el papa Francisco ha inscrito a estos cinco mártires burgaleses en el catálogo de los beatos, permitiendo que se celebre su fiesta, cada año, el 15 de enero.

 

Ha sido el momento culmen de la celebración esta mañana –la primera que se realiza en la historia de la diócesis–, en la que, además del cardenal Amato y el arzobispo, han participado, entre otros, el nuncio de Su Santidad en España, monseñor Renzo Fratini, el arzobispo emérito, don Francisco Gil Hellín, el presidente de la Conferencia Episcopal, el cardenal Ricardo Blázquez, o el cardenal Antonio María Rouco Varela.

«Testigos heroicos del evangelio»

A pesar de haber pasado «casi 80 años desde la trágica muerte de los mártires», «su memoria, sin embargo, no solo no se ha apagado, sino que se ha mantenido siempre viva en el corazón de los sacerdotes y los feligreses» burgaleses. A partir de hoy, su memoria seguirá manteniéndose viva, ya que la Iglesia burgalesa celebrará su fiesta cada año, dándoles el culto que se les debe a los santos. Y es que, según ha indicado el cardenal Amato en su homilía, «la glorificación de los mártires es una buena noticia para todos». «Ellos han sembrado amor, no odio; han practicado la caridad con todos, sobre todo con los necesitados, y han transmitido el calor de la presencia de Dios incluso en el corazón de quienes los mataban», tal como ha indicado en su homilía.

 

Para el prefecto de la Congregación de la Causa de los Santos, «los mártires hacen más bella y vivible la casa del hombre, invitando a no repetir el pasado oscuro y sangriento, sino construyendo un presente más luminoso y fraterno», pues ellos murieron perdonando a sus verdugos y rezando por ellos. De ahí que, aunque la persecución es «su pan cotidiano», la Iglesia, sin embargo, sigue teniendo «necesidad de hijos valientes y audaces» que, como los nuevos beatos, hagan «una humanidad no fratricida, sino fraternal».

 

A pesar de lo trágico de su muerte, el martirio de los nuevos beatos, sin embargo, está cargado de un «mensaje de esperanza» que continúa «difundiendo en la tierra la buena noticia del amor fraternal». «La misericordia es la que define el momento final de su vida: morir perdonando, sin odio a los verdugos, reconciliando y sembrando la paz auténtica que nace del perdón», ha destacado el cardenal.

Cuidada celebración

Al concluir la ceremonia, el arzobispo, Fidel Herráez, ha dado gracias al papa Francisco y a sus arzobispos predecesores que han impulsado la causa de beatificación de los cinco mártires, así como a las autoridades civiles y militares que han acudido a una cuidada celebración en la que la música ha tenido un papel protagonista.

 

Una orquesta, formada por más de veinte jóvenes procedentes de diversos ámbitos, han acompañado a la la Coral Santa María, a la escolanía de los Pueri Cantores de la catedral, la Schola Cantorum del Círculo Católico y la Coral de Suances. Han sonado de forma especial los instrumentos que tocaban en la banda del Patronato de San José los cuatro jóvenes que acompañaron a don Valentín: la trompeta, el trombón, el clarinete y el bombardino.

 

Otro elemento que ha destacado en la celebración ha sido el cuadro con los nuevos beatos, obra del pintor burgalés Cándido Pérez Palma. Se ha descubierto entre los aplausos de los asistentes a la vez que se han portado en procesión algunos objetos relacionados con los mártires a modo de reliquias: sus partidas de bautismo, un Rosario de don Valentín y la vara de la cofradía de la Sagrada Familia, que él fundó. Después, la eucaristía ha seguido con normalidad, y se han rezado las oraciones litúrgicas del día de su fiesta.

 

Con la celebración de hoy, Burgos suma ya 172 mártires de la persecución religiosa del siglo pasado en el santoral. Es la diócesis con más mártires de toda España.

 

Homilía del cardenal Angelo Amato en la ceremonia de beatificación de Valentín Palencia y compañeros mártires

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1. Burgos puede con razón estar orgullosa de tener esta maravillosa catedral gótica de la Asunción, una de las más bellas del mundo, declarada por la UNESCO patrimonio de la humanidad. Pero a este extraordinario mérito artístico, se puede y se debe añadir el reconocimiento de la santidad de muchos hijos de esta noble iglesia española. Aquí recuerdo, por ejemplo, a San Rafael Arnáiz, monje trapense, nacido en Burgos y canonizado en Roma en el 2009. Hijos de esta tierra bendita son también tres mártires pertenecientes a la Congregación de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, canonizados el 21 de noviembre de 1999: se trata de San Cirilo Bertrán Sanz Tejedor, San Victoriano Pío Bernabé Cano y San Benjamín Julián Alonso Andrés. Además entre los 498 mártires beatificados en Roma el 28 de octubre de 2007, más de setenta eran burgaleses.

 

A este número de santos y beatos se añaden ahora otros cinco testigos heróicos de Cristo. Se trata del sacerdote Valentín Palencia Marquina, nacido en Burgos en 1871, y de cuatro jóvenes colaboradores laicos. Entre ellos destaca la figura de Donato Rodríguez García, de veinticinco años, maestro de música, culto, generoso, de notables dotes pedagógicas. Usaba muletas a causa de una poliomielitis infantil. Están después Germán García García, de venticuatro años, que se había ofrecido voluntario como maestro en el colegio; Zacarías Cuesta Campo, de veinte años, que estudiaba música en el colegio y era zapatero; y, en fin, Emilio Huidobro Corrales, de apenas diecinueve años, que vivía en el colegio porque, después de la muerte de la madre, el padrino lo había rechazado.

 

2. Han pasado casi ochenta años desde la trágica muerte de los martires. Su memoria sin embargo no solo no se ha apagado sino que ha permanecido siempre viva en el corazón de los sacerdotes y de los fieles, que les recuerdan con devoción y reconocimiento. En aquel período de terror, que parecía haber cancelado de la faz de la tierra toda huella de justicia y de bondad, el martirio de víctimas inocentes fue un signo de esperanza para una humanidad no ya fratricida sino fraternal, acogedora, respetuosa.

 

El Papa Francisco repite continuamente que «la persecución es el pan cotidiano de la Iglesia»[1]. Los beatos de hoy se han acercado a la mesa del martirio como se acercaban a la mesa eucarística, con actitud de fe, de esperanza y de caridad. Sabían que el Señor les habría acogido y premiado no solo por su valentía ante sus enemigos, sino también por su vida buena. Y también la sociedad habría reconocido en ellos unos defensores de algunos derechos fundamentales del hombre, como la libertad religiosa y la libertad de conciencia.

 

Don Valentín Palencia era un sacerdote totalmente consagrado a los huérfanos y a los chicos pobres y marginados, a los que recogía y educaba en el Patronato de San José. Entre sus varias iniciativas culturales promovió la creación de una banda musical formada por sus jóvenes. En julio de 1936 (mil novecientos treinta y seis) llevó, como de costumbre, la banda a Suances, pequeño puerto de pescadores en la costa cantábrica, para pasar unos días de vacaciones, aunque también con conciertos muy apreciados por la población.

 

Desgraciadamente en aquel verano, que se esperaba alegre, el enemigo del bien dio inicio a una época de sangre y de luto para la iglesia española. Fue prohibida la celebración de los sacramentos, fueron incendiadas las iglesias, saqueadas las casas religiosas, destruidos los ornamentos sacros, quemadas preciosas pinturas del arte español. En agosto algunos fieles aconsejaron a Don Valentín quitarse la sotana para huir de los anarquistas, que estaban matando a todos los sacerdotes que encontraban. Pero el sacerdote no abandonó la sotana y no disimuló su condición, siguiendo celebrando la misa a escondidas y llevando la comunión a las religiosas. Se llegó así a la noche del 15 de enero de 1937, cuando, traicionados por dos conocidos, Don Valentín y los cuatro jóvenes fueron arrestados, matados y abandonados en un lugar solitario.

 

La causa del martirio fu bien expresada por un testigo: «Lo mataron porque era sacerdote».[2] Los jóvenes laicos fueron  asesinados con él, por defender su fe y compartir la suerte de su padre, maestro y amigo. Conscientes del peligro inminente, los mártires, antes de la masacre, habían rezado mucho, para prepararse a la muerte con una actitud mansa y de perdón. Ningún acto de rebelión. Don Valentín logró incluso guardar en el bolsillo una hostia consagrada, como viático para el encuentro con el Señor.[3]

 

3. En la carta apostólica de beatificación el Papa Francisco llama a los cinco mártires «testigos heroicos del Evangelio». Como la patria necesita hazañas gloriosas para defender la libertad, la independencia y la paz social de sus ciudadanos, así la Iglesia tiene necesidad de hijos valientes y audaces para mantener en la familia humana la acogida, el respeto y la caridad fraterna.

 

Este es el mensaje de la celebración de hoy. La glorificación de los mártires es una buena noticia para todos. Ellos han sembrado amor, no odio. Han practicado la caridad con todos, sobre todo con los necesitados. Han transmitido el calor de la presencia de Dios incluso en el corazón de aquellos que les mataban.

 

Su bondad cura las heridas y sana los corazones, alejándolos de los males del odio y de la división. Los mártires hacen más bella y vivible la casa del hombre, invitando a no repetir el pasado oscuro y sangriento, sino a construir y vivir un presente luminoso y fraterno.

 

El evangelio es el libro de la bondad y de la liberación del hombre de todo mal. Recordemos la respuesta que Jesús dio a Juan Bautista: «Los ciegos vuelven a ver, los cojos caminan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, a los pobres se les anuncia la buena noticia» (Lc 7, 18-23). Los gestos de Jesús son acciones de liberación del mal.

 

Por eso los mártires a la arrogancia responden con la humildad, al egoísmo con la generosidad, a la venganza con el perdón, a los pensamientos de muerte con pensamientos y gestos de vida. De este modo los mártires son portadores de misericordia divina, que aplaca la violencia con la serenidad que genera concordia. Aun hoy, los mártires son los corderos que vencen a los lobos.

 

Es esta la revelación del amor cristiano. La humanidad de hoy necesita más que nunca este espectáculo extraordinario de fraternidad, de gozo, de respeto, de acogida.

 

Son de gran edificación las palabras de Paul Bhatti, paquistaní católico, hermano de Shabhaz Bhatti, asesinado en Islamabad el 2 de marzo del 2011 porque era cristiano: «Nosotros cristianos del Paquistán no dejaremos que las pruebas y las dificultades roben la esperanza que está fundada en el amor de Jesús y en la fe de los mártires, sino que continuaremos a dar testimonio del Evangelio de la mansedumbre, del diálogo, del amor. Esta es nuestra fe y por esta fe nosotros queremos vivir y, si fuera necesario, incluso morir como mi hermano Shabhaz».[4]

 

Es este el significado del martirio de los Beatos Valentín, Donato, Germán, Zacarías y Emilio: esperar en el bien contra toda esperanza y continuar difundiendo en la tierra la buena noticia del amor fraternal e de misericordia. «La misericordia es la que define el momento final de su vida: una muerte ofrecida, perdonando, sin odio hacia sus verdugos, reconciliando y sembrando la paz auténtica que nace del perdón».[5]


[1] Papa Francesco, Omelia del 12 aprile 2016.

[2] Positio, p. 53.

[3] Ib. p. 55.

[4] Cristina Uguccioni (a cura), Ma non vincerà la notte, Edizioni Terra Santa, Modugno (Ba) 2015, p. 11s.

[5] Mensaje del arzobispo de Burgos.