Oña homenajea al fundador de su monasterio, el conde don Sancho

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monasterio de ona

El abad de Leyre presidió la solemne eucaristía.

 

Con motivo del milenario del fallecimiento del conde don Sancho, la villa condal de Oña lució en la mañana de ayer domingo sus mejores galas para celebrar un rendido homenaje a quien fuera fundador del monasterio de San Salvador la localidad. La santa Misa estuvo presidida por el padre abad del monasterio de Leyre, Dom Juan Manuel Apesteguía. En su homilía, el prelado aseguró que «Oña no sería Oña sin el evangelio», animando así a los presentes a estar muy orgullosos de las raíces cristianas de una tierra a la que el conde don Sancho sirvió denodadamente.

 

Concluida la eucaristía, el alcalde de la villa y un representante de la Guardia Real depositaron una corona de laurel ante el sarcófago que contiene los restos mortales del conde y el padre abad invitó a los presentes a rezar un responso por su eterno descanso.

El temporal arremete también contra la iglesia de Barruelo

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Si hace apenas dos días el temporal derribaba la espadaña de la iglesia parroquial de Villangómez, los vecinos de Barruelo, en el norte de la provincia, se levantaron ayer por la mañana descubriendo que el viento había azotado también con fuerza el campanario de su iglesia.

 

Durante el amanecer del sábado, en torno a las 7:00 de la mañana, uno de los cuatro muros de la torre se ha venido abajo a causa del fuerte viento, dejando al descubierto la torre. Parece que la caída no ha afectado al interior del templo, pues el muro cayó al exterior, haciendo que su poco peso y las fuertes vigas de madera y las tejas nuevas -el tejado se había reparado hace cuatro años- no hayan afectado tampoco a la estructura del edificio, como relata el párroco de Villarcayo, Juan Miguel Gutiérrez. De ahí que los vecinos podrán seguir celebrando la misa con normalidad, como ocurrirá a las 13:00 horas de hoy.

 

La parroquia está dedicada a Santa María Magdalena, y es dependiente de la parroquia de Bisjueces en el arciprestazgo de Merindades de Castilla la Vieja.

La comida no se tira

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Maquetación 1

La campaña de este año se centra en el desperdicio de alimentos.

 

Cristina Romano comenta con risas y simpatía que en estas fechas es cuando le toca estar «estresada». El motivo de todo el ajetreo que tiene detrás es la campaña de Manos Unidas que empieza en Burgos el 9 de febrero, de la cual ella es la presidenta en la diócesis; y que constará de varias actividades que ella y su equipo han tenido que organizar con el cuidado y eficacia que les caracteriza. Cristina es toda una veterana en esta ONG y se involucró desde muy joven. «Estas campañas existen antes de que yo naciera y las conocía desde pequeña en el cole o en la parroquia. Además, cuando éramos novios mi marido y yo, su madre participaba en el mercadillo que se organizaba y me animaba a colaborar, a lo que me apuntaba esporádicamente».

 

En el año 2000 se produjo la dimisión de varias personas de Manos Unidas en Burgos, hecho ante el cual su suegra decidió incorporarse junto con otras personas para cubrir temporalmente las plazas que fuesen necesarias. Entonces decidieron llamar a Cristina para que les ayudase con temas informáticos o secretaría. «Lo típico, vas a echar una mano un día y ya te quedas. Así que llevo en la cresta de la ola desde el año 2000». Lo de Cristina es desde luego algo vocacional, porque entre su trabajo y familia, no le sobra precisamente tiempo libre, que lo dedica a la organización. «Siempre digo que la principal recompensa que tiene todo esto es la propia actividad. Cuando hablo con los cooperantes y misioneros, admiro muchísimo la paz, alegría y felicidad que transmiten y considero que tienen un gran mérito, ya que me veo incapaz de llegar hasta donde llegan ellos. Así que lo menos que puedo hacer desde mi posición es dedicarles tiempo, que para mí es lo más valioso». También explica qué es lo que le mueve a involucrarse: «Es un tema de justicia. Nosotros, aunque no nos lo parezca, lo tenemos todo, mientras que hay gente que se muere de hambre, lo que es muy injusto».

Desperdicio de alimentos

Y es una cara de esta injusticia la que centra la campaña de Manos Unidas de este año.

 

En el mundo se produce la suficiente comida para alimentar a toda la población, pero sin embargo, se da la circunstancia de que buena parte de esta no recibe la alimentación suficiente ni adecuada. «Vamos a estudiar las causas del hambre deteniéndonos en tres puntos: hay una producción a través de cosechas u otros medios que no se dedica a la alimentación humana, sino a otros fines, incluidos la especulación, y queremos que la producción se centre en primer lugar en satisfacer las necesidades de los seres humanos. Por otra parte, también pedimos que esa producción sea respetuosa con el medio ambiente. Pero sobre todo, nos centramos en que se realice un buen aprovechamiento de los alimentos, evitando su desperdicio. Y este desperdicio se da a lo largo de toda la cadena de producción, desde que se cosechan hasta que llegan al consumidor». De ahí el lema de este año: «El mundo no necesita más comida, necesita más gente comprometida».

Actos en Burgos

El domingo 12 de febrero, la aportación de todas las parroquias de toda España será para Manos Unidas, también lo recuaudado en las misas en la provincia. En Burgos, el lanzamiento de la campaña será el 9 de febrero en la Sala Polisón del Teatro Principal, donde aportará su experiencia un misionero burgalés.

 

El viernes 10 habrá cenas del hambre en varias parroquias de la ciudad y el siguiente viernes, 17 de febrero, se celebrará la Operación Bocata, a la que se sumarán los colegios, como ya es habitual. Más adelante, en la segunda quincena de marzo, se organizará un mercadillo solidario, aunque al cierre de esta edición la fecha estaba aún por confirmar.

Fiestas populares marcadas por la fe

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Estas semanas del calendario litúrgico de nuestra Iglesia local son especialmente pródigas en celebraciones populares en torno a diferentes advocaciones de la Virgen y de los santos. Si el domingo pasado era la capital la que celebraba la fiesta de San Lesmes, su patrón, a lo largo de estos días infinidad de pueblos de nuestra provincia o incluso barrios de nuestra capital, se han reunido o se reunirán para celebrar entre otros a San Antón, San Sebastián, Santa Inés, San Julián, Las Candelas, San Blas, Santa Águeda… Yo mismo he participado en algunas de estas celebraciones en las que he comprobado cómo la fe de nuestros mayores se encarnó en nuestra cultura burgalesa y se sigue transmitiendo de forma sencilla y popular.

 

Y es que, en torno a la celebración de estas advocaciones, se unen tradiciones culturales, sociales, folclóricas, o incluso gastronómicas, que visibilizan hasta qué punto la cultura cristiana ha impregnado el alma de nuestro pueblo por la fuerza de su Espíritu. Como nos recuerda el papa Francisco «en la piedad popular puede percibirse el modo en que la fe recibida se encarnó en una cultura y se sigue transmitiendo», porque «cuando en un pueblo se ha inculturado el Evangelio, en su proceso de transmisión cultural también transmite la fe de maneras siempre nuevas» (EG, 122,123).

 

Es hermoso, por tanto, poder celebrar cada año estas fiestas que ponen tanto calor en nuestro duro invierno burgalés. Ponen el calor de la fraternidad en torno a la fiesta que nos convoca. En una sociedad donde sufrimos en tantas ocasiones la «cultura de la indiferencia», es bueno que nos reunamos para evocar nuestras raíces cristianas,  descubrir las vinculaciones profundas que nos unen unos a otros y sentir orgullo de formar parte de un mismo pueblo. Y no solo sociológicamente, sino también eclesialmente. Cada una de estas celebraciones nos hace sentirnos parte activa de la Iglesia, sujetos protagonistas de la misma, y vincularnos más así con esta comunidad de discípulos misioneros que camina tras las huellas del único Maestro.

 

La celebración de estas fiestas pone también el calor de una fe celebrada en comunidad. Todas estas tradiciones, en el fondo, no son sino expresión de una honda piedad popular que es preciso cuidar y potenciar, porque contiene en sí una profunda fuerza evangelizadora que no podemos menospreciar. En la cultura secularizada en la que vivimos, que quiere privatizar el hecho religioso relegándolo al interior de la persona y de las conciencias, toda expresión popular de la fe manifiesta la innegable sed de Dios que anida en el corazón de cada persona y en el alma de los pueblos. Una sed que no se puede agotar únicamente por el camino del raciocinio en el que hemos encerrado muchas veces nuestra expresión de esa fe, sino que busca y necesita ser satisfecha a través del camino de lo simbólico que se vive en las celebraciones. Este camino no es, ni mucho menos, menos perfecto, sino que toma consciencia de la propia corporeidad del ser humano en el que los sentimientos y afectos son  tan importantes que no solo no deben ser descuidados, sino que necesitan ser expresados.

 

Además, el ambiente festivo de la piedad popular nos ayuda a profundizar en la alegría de la fe y el sentido de filiación que está en la base de toda experiencia cristiana. La celebración de todas estas advocaciones nos estimula y nos ayuda a descubrirnos como hijos amados de Dios, a los que nuestro Padre cuida especialmente en sus dificultades y sobre los que envía su protección misericordiosa en todo tipo de necesidad. Detrás de cada expresión de esa piedad popular, anida la confianza profunda de la oración de los hermanos reunidos, que es siempre escuchada.

 

Os animo, pues, a seguir cultivando, cuidando y viviendo todas estas expresiones sencillas de la fe de nuestro pueblo. Y lo hago con la misma confianza y certeza con la que nos anima el papa Francisco cuando dice que: «las expresiones de la piedad popular tienen mucho que enseñarnos y, para quien sabe leerlas, son un lugar teológico al que debemos prestar atención, particularmente a la hora de pensar la nueva evangelización”, porque «son  la manifestación de una vida teologal, animada por el Espíritu Santo que ha sido derramado en nuestros corazones» (EG.125,126).

Conocer y rezar por Tierra Santa

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tierra santa 2017

El encuentro se ha desarrollado en la parroquia del Hermano San Rafael de Burgos.

 

La parroquia del Hermano San Rafael de Burgos ha acogido un año más el tradicional encuentro que mantienen anualmente los “Amigos de Tierra Santa” de la zona norte de España.

 

La “Hinchada”, como se conoce popularmente a este grupo de files amigos de la Tierra donde nació y vivió Jesús, ha comenzado su reunión con una comida de hermandad. Las actividades de la tarde han iniciado con una eucaristía seguida de una puesta en común de diversos asuntos, como el viaje de los miembros de esta asociación para participar en la asamblea general que tendrá lugar próximamente en Madrid o las problemáticas por las que atraviesan actualmente Tierra Santa y otros países del Medio Oriente.

 

El acto, presidido por el padre Teodoro, sacerdote franciscano custodio de Tierra Santa, también ha servido para dar a conocer las diversas peregrinaciones organizadas a los Santos Lugares.