Acoger, proteger, promover e integrar son las propuestas que este año ha lanzado el papa Francisco, tanto a los creyentes como a los organismos internacionales, con motivo de la Jornada Mundial del Migrante y Refugiado, que se celebrará el próximo 14 de enero. Cuatro verbos que resumen los 20 puntos que la Santa Sede propone para colaborar en el cumplimiento de los dos grandes pactos globales para la protección de ambos colectivos. Así lo ha explicado esta mañana la delegada diocesana de Pastoral de Migraciones, Hilda Vizarro Taipe, en la rueda de prensa en la que se ha presentado la Jornada, en torno a la cual se cual se desarrollarán en las próximas semanas numerosas actividades de dilvulgación, sensibilización, oración y convivencia.
Una actitud que Fernando de Santiago, voluntario de Atalaya Intercultural y miembro de la junta directiva de esta asociación, resumía así: «Ante la realidad de la emigración caben diferentes posturas, la hostilidad y la hospitalidad. Y la hospitalidad empieza en las personas, va madurando en el ámbito social y alcanza su plenitud cuando llega a las instituciones públicas». De Santiago ha argumentado que cuando estalló la crisis, se planteó una reflexión en torno a la realidad de los inmigrantes, ya que, si bien los españoles tienen sus recursos, sus apoyos, los emigrantes necesitan una sensibilidad distinta. «Para llegar aquí han tenido que pasar una serie de fronteras físicas, pero aquí se encuentran con las administrativas». «Gracias a Atalaya», ha asegurado este profesor de español y colaborador en el comedor de esta asociación por la que han pasado ya hasta 200 voluntarios, «me di cuenta de que me estaba perdiendo una situación real y desconocida. Nos estamos perdiendo una oportunidad de enriquecernos».
Alpha Diallo, un joven de 29 años originario de Guinea Conakry, ha sido testigo y protagonista de la experiencia de acogida y acompañamiento a inmigrantes en nuestra diócesis. Llegó a España hace diez años a bordo de una patera y, tras su estancia en un Centro de Internamiento para Extranjeros, recaló primero en Valencia y después en Murcia. Al no contar con permiso de residencia, no tuvo oportunidad de trabajar. En 2015 se trasladó a Burgos y entró en contacto con Atalaya, el inicio de un camino que tres años después ha cambiado su vida por completo. El apoyo fue mucho más allá del alojamiento y la manutención: realizó un curso de electricidad, recibió clases de castellano, le ayudaron a conseguir los papeles y hoy ya es «legal». Trabaja en una fábrica, tiene permiso de conducir, un coche, vive en un piso de alquiler y pronto viajará de vacaciones a Guinea Conakry para reencontrarse con su familia. Hoy es él quien colabora como voluntario en el comedor. No obstante, y aunque reconoce que en su país no hay futuro, confiesa que jamás volvería a montar en una patera ni se lo recomendaría a nadie.
La inmigración en cifras
Según datos del Ayuntamiento de Burgos, a fecha de 28 de diciembre de 2017 había empadronadas en la ciudad 11.882 personas extranjeras. Aunque la tendencia desde 2011 era hacia la baja, a lo largo de 2017 se ha producido un ligero repunte. Por primera vez, hay más mujeres que hombres entre los extranjeros empadronados y por continentes es significativo que, tras varios años de descenso, en 2017 ha vuelto a incrementarse la población americana y africana, mientras la europea sigue descendiendo. Aun así, más de la mitad de la población extranjera empadronada en el municipio de Burgos sigue siendo de origen europeo (el 56%). Por países, encabezan la lista de población extranjera Rumanía, Bulgaria y Marruecos, y las subidas más llamativas se dan en algunos países latinoamericanos (Colombia, Brasil y República Dominicana). Otros dos países han crecido este último año, por los solicitantes de asilo o protección internacional: Venezuela, que ha pasado de 126 a 199, y Ucrania, que ha pasado de 78 a 93. En cambio, la población de Siria solo ha subido de 8 a 9 empadronados.