El gozo de seguir caminando juntos

por redaccion,

caminar juntos

 

Al finalizar el descanso veraniego, como un pequeño alto en el camino, nuestro recorrido prosigue y volvemos a retomar las ocupaciones habituales. El mes de septiembre, sobre todo con el inicio del curso escolar, nos introduce en el ritmo ordinario de las familias, de los pueblos, de los diversos trabajos y actividades. También en la vida diocesana estamos comenzando el curso pastoral.

 

Con mis primeras palabras deseo que os llegue hoy un saludo muy cordial a cada uno de cuantos seguís semana tras semana el sencillo mensaje dominical de vuestro obispo, hermano y servidor. Para mí, como os he dicho ya en alguna ocasión, es una gran satisfacción poder tener con vosotros este breve contacto semanal. Por un lado ello me permite, junto otras formas de hacerlo, acompañar al pueblo cristiano en su camino y en su testimonio. Por otro, yo también me siento acompañado por cada uno de vosotros. Es un modo magnífico y concreto, entre otros, de sentirnos comunidad diocesana. Esta experiencia de cercanía nos ayudará sin duda a crecer como grupo humano y cristiano, unido por la misma fe y la misma misión, y por ello hospitalario, acogedor y abierto hacia los otros. Os confieso desde lo hondo de mi corazón que siento de verdad el gozo de que sigamos caminando juntos como Iglesia, como familia.

 

A lo largo de los próximos meses iremos comentando temas de la actualidad del mundo y de la Iglesia, reflexionando sobre los momentos más importantes del año litúrgico, recordando a hermanos nuestros que han sido testigos del Evangelio… De modo especial os hablaré de la vida concreta de nuestra diócesis, de los actos, iniciativas y proyectos que muestran su dinamismo y su fidelidad a la misión que tiene que desarrollar. El curso pastoral es un itinerario, un proceso, un camino, que requiere protagonistas. Por eso os invito a todos y a cada uno a incorporaros de modo activo, al menos con vuestro acompañamiento afectivo y con vuestra oración constante.

 

En la Carta Pastoral que os dirigí el pasado mes de mayo con motivo del cincuenta aniversario de mi ordenación sacerdotal os hablaba del gozo de ser Iglesia, del gozo de servir a nuestra Iglesia concreta en Burgos, del gozo de seguir anunciando el Evangelio… Es responsabilidad mía discernir y potenciar tantos carismas y dones (sin duda más de los que pensamos) para que se desplieguen al servicio de todos, de la sociedad y de la Iglesia. Es gozoso, ciertamente, seguir caminando juntos, sintiéndonos acompañados unos por otros, experimentando, como se nos dice en la Evangelii Gaudium, la dulce y confortadora alegría de evangelizar, porque «Comunicándolo, el bien se arraiga y se desarrolla. Por eso, quien quiera vivir con dignidad y plenitud no tiene otro camino más que reconocer al otro y buscar su bien» (EG, 9).

 

Al comenzar este nuevo curso podemos recordar como dirigidas a nosotros las palabras de Jesús a sus discípulos: «Poneos en camino» (Lc 10,3). Dios mismo se puso en camino para acercarse a los seres humanos como amigo. Jesús fue enviado para caminar entre nosotros y para ofrecerse como Camino, Verdad y Vida (cf. Jn 14,6). El Espíritu Santo fue también enviado como aliento y fuerza para el cumplimiento de una misión que está siempre en camino. El curso pastoral que ahora comienza tiene unas peculiaridades que iremos comentando las próximas semanas, ya que se abre ante nosotros como un nuevo tramo del camino a recorrer. Estamos llamados para un itinerario que hemos de realizar en solidaridad con tantos hombres y mujeres que pueden enriquecerse con nuestro testimonio y nuestra felicidad.

 

Quiero terminar con una súplica que sea, tanto a través de mi voz como de mi mensaje dominical escrito, la oración de todos y cada uno de vosotros en este comienzo del curso pastoral: «¡Gracias, Señor, que me conduces, renuevas y sostienes! Dame siempre la alegría de tu presencia y enséñame tus sendas: la senda de la entrega a mis hermanos, el camino de la paz y la justicia, la senda de la verdadera alegría, la senda que prepara la venida de tu Reino. Y que Santa María, Nuestra Señora del Camino, nos acompañe y guíe por todas las sendas que llevan a Ti. AMÉN».

Fallece el sacerdote Julio Manso Fernández

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Esta mañana fallecía el sacerdote Julio Manso Fernández a los 98 años de edad. Nacido el 19 de enero de 1920 y ordenado sacerdote el 21 de septiembre de 1946 ha sido, hasta la fecha, el sacerdote de más edad de la diócesis burgalesa.

 

Ha ejercido el ministerio sacerdotal siendo párroco durante más de 60 años en la localidad de Espinosa de Cervera, donde tendrá lugar mañana domingo 2 de septiembre, la misa funeral por su eterno descanso, a las 19:00 horas. Tras la misa, se conducirá al finado hasta el cementerio de dicha localidad. La capilla ardiente está instalada hasta entonces en el Tanatorio de Servicios Funerales Arandinos de la calle San Antón.

 

Que el Señor, que comenzó en él la obra buena, Él mismo la lleve a término. Descanse en paz.

Espadaña, torreón y nido de cigüeña en Sordillos

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La localidad de Sordillos, situada entre Villadiego y Melgar de Fernamental, tiene interesantes orígenes monásticos. Según la historia, se atestigua aquí la fundación del monasterio de san Pablo para religiosas premonstratenses. Una de sus religiosas, la beata Radegunda, parece que vivió y murió emparedada en la celda que se mandó construir en la propia iglesia. La comunidad debió extinguirse hacia el año 1300, pues desde esa fecha en adelante ya no hay referencia alguna a dicho lugar monástico, aunque sí se conservaba parte del viejo cenobio convertido en eremitorio.

 

La iglesia de este pueblo es de origen tardorrománico, aunque profundamente transformada desde el siglo XVIII. Una sola nave dividida en tres tramos. Luce una esbelta espadaña con dos niveles de troneras y remate a piñón. Junto a esta aparece un discreto torreón también con espadaña.

 

Existe también una escalera de caracol correspondiendo a la antigua fábrica. Cerca aparece una cornisa románica soportada por cuatro canecillos de formas geométricas.

 

Como sucede en otras tantas torres, suele en esta de Sordillos poner su nido la cigüeña, apunte de rigor por lo esbelto y bello de su situación. Aquí la solidez de la espadaña asegura la estabilidad de la vivienda para estas aves zancudas. Sin duda, una hermosa  y bucólica estampa.