Hablan los jóvenes: Por qué nos hemos alejado de la fe

Varios jóvenes universitarios de la UBU explican las razones sobre su alejamiento de la Iglesia y qué piden a la misma para estar más conectada con un público cada vez más indiferente a su mensaje.

De izquierda a derecha: Luis Adolfo Gil, Jorge González, David Bravo, Alberto García, María Sedano, Iván Solla, Ana Vargas, Virginia Mozo y Enrique Angulo.

 

Son nueve jóvenes de entre 20 y 27 años, todos ellos bautizados, y cinco de ellos recibieron el sacramento de la confirmación. Están alejados de la Iglesia, aunque dicen seguir creyendo en Dios. Cursan la asignatura «La Iglesia, los Sacramentos, la Moral y su Didáctica» en la Facultad de Educación de la Universidad de Burgos, prácticamente todos con la esperanza de poder acceder en un futuro a un trabajo en la enseñanza en un centro concertado. Incluso alguno no descarta la posibilidad de impartir clase de Religión católica, una asignatura que consideran necesaria pero no obligatoria, y sustituible por la de ética. «Se puede ser buen cristiano y no acudir a la Iglesia», apuntan.

 

No creen en la Iglesia «por un cúmulo de cosas que se han hecho durante mucho tiempo, porque la Iglesia no ha cambiado en 2.000 años», pero se fueron alejando en cuanto abandonaron las catequesis «porque las misas no nos decían nada, las homilías son una repetición de fórmulas viejas que no llegan a nadie, y menos cuando lo que necesitamos son más testimonios, no un lenguaje que nadie comprende». «Lo que uno va buscando es ser mejor persona, y eso no se consigue escuchando ni repitiendo algo que un niño no entiende».

 

La familia, en su opinión, juega un papel fundamental. Muchos de ellos dejaron de participar en la misa de los domingos porque sus padres, en cuanto ellos hicieron la primera comunión y dejaron de ir a catequesis, también la abandonaron. Algunos siguieron vinculados algún tiempo más, por sus abuelos.

 

Diálogo abierto

 

¿Y qué habría que cambiar en la Iglesia para que ellos se acercasen de nuevo? La respuesta no es muy halagüeña. La mayor parte de ellos dice que todo, prácticamente empezar de cero, y en caso de que algo cambiase, opinan que para su generación se ha llegado tarde, pero deberían hacerlo para las venideras.

 

Lo más importante para ellos es que exista diálogo abierto, sobre todo en cuanto a cuestiones que a ellos les preocupan y de las que «no se puede hablar, nos hacen sentir culpables». Citan entre ellas la identidad de género, la moral sexual… Uno de ellos incluso se pregunta: «¿Hay algún pasaje de la Biblia donde Dios condene a los homosexuales?» También cuestionan el celibato obligatorio, algo que consideran «bastante absurdo, porque un sacerdote no va a ser peor por tener una familia». «Casi siempre se posicionan con demasiada rotundidad. Ofrecen poca posibilidad de diálogo, de intercambio de ideas», añade otro de los alumnos.

 

No podía faltar, entre sus opiniones, la repercusión pública de los casos de abusos y otros desmanes que han afectado a la institución en los últimos años. Pero al mismo tiempo, reconocen que la Iglesia realiza una excelente labor social apenas reconocida y que no sabe comunicar. La labor de Cáritas, de los misioneros, de muchos religiosos es muy valorada por todos ellos, pero consideran que no se sabe comunicar y que «hacen más ruido» los escándalos que lo que se está haciendo bien. Uno de los jóvenes propone que en lugar de la homilía tradicional, algún misionero, un voluntario en alguna de las múltiples labores sociales que la Iglesia desempeña, asuma el papel del sacerdote para ofrecer un testimonio que llegue.

 

En resumen, para ellos, la Iglesia «necesita un giro total, porque no se trata de ir a recibir un sermón y a que nos juzguen –apuntilla uno: no juzguéis y no seréis juzgados– sino transmitir unos valores, que es lo que realmente vas buscando cuando entras en una comunidad. De lo que se trata es de ser mejor persona».

Comentarios

Comentarios: 2

  1. Juan

    En las Diócesis hay grupos de cristianos comprometidos, abiertos, ecuménicos, críticos, con ganas de aprender, profundizar y VIVIR el Evangelio. Sin embargo, desde la «oficialidad» se les niega el derecho a expresarse, a relacionarse en las iglesias, a ser admitidos en los encuentros oficiales. Se pretende potenciar la Adoración al Santísimo (que no me parece mal), pero se niegan los encuentros de profundización en el Evangelio y en el Concilio Vaticano II, por ejemplo.
    Si esto se hace con quien realmente está convencido de su FE y quiere vivir su EXPERIENCIA CRISTIANA, ¿que pueden pensar los jóvenes?
    Hablamos, por ejemplo, de FORO IGLESIA VIVA.
    ¿Alguien de la Casa de la Iglesia tiene algún tipo de relación con ellos?


  2. Pizarro

    Vamos, que para volver a la Iglesia quieren otra cosa muy distinta a lo que Cristo instituyó. Aunque parezcan recetas nuevas, es lo mismo que se potenció tras el infausto CVII y qué tan buenos frutos da.
    Y claro, con personas que piensan que la Adoración al Santísimo está bien pero que mejor reuniones al estilo new age…
    Por cierto, actitud hipócrita la de no creer al modo católico pero cursar estudios para dar clase de religión. ¿O es que esa forma de pensar es la que les ensenan en la facultad de teología?
    Patético que desde la archidiócesis se permitan publicaciones de este tipo.


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