«Para las personas mayores son días difíciles, porque es una etapa de añoranza»

La residencia Barrantes, obra social del Cabildo catedralicio, se afana estos días por hacer más llevaderas la fiestas de Navidad a los ancianos residentes en la casa.
Los residentes, cantando villancicos ante el gran belén.

Los residentes, cantando villancicos ante el gran belén.

 

Cuando llega la Navidad, incluso ya durante todo el Adviento, la residencia Barrantes se carga de actividades, religiosas y lúdicas. «Lo que procuramos es dejar poco tiempo para que la cabeza piense», explica el gerente del centro, José María Acosta. Y es que si ya la Navidad es un momento complicado para la sociedad en general a partir de cierta edad, lo es más para los residentes, añade sor María Ángeles, trabajadora social. «Son días difíciles. Por mucho que los cubramos con actividades, hay soledad. Y no porque ellos estén solos, pues la mayor parte de los residentes tiene muchas visitas, sino porque es una etapa de añoranzas. No quiere decir que porque uno tenga muchas visitas vaya a vivir mejor las Navidades», asegura.

 

Jose, que es como llaman todos al gerente en esta gran familia, incorpora un matiz: «Mientras durante buena parte de nuestra vida cumplir años es motivo de alegría, a medida que te vas haciendo mayor es motivo de tristeza. Empiezas a sobrevivir a tu familia, a tus amigos, y es tremendamente duro, especialmente cuando llegan fechas como esta, porque tienes un planteamiento personal: ¿y si estas son mis últimas navidades? Entre otras cosas porque ves que hay personas que tienen mayor nivel de deterioro del que tienes tú».

 

El personal se vuelca para que los mayores vivan en estas fechas momentos de alegría, de fiesta, siendo conscientes de que «tampoco hay que esconder el dolor, ni el sufrimiento, ni el envejecimiento, ni la debilidad». «En el plano humano, que tratamos de estar todo el año con la mayor cercanía posible, se hace un esfuerzo grande por acoger a las familias, porque hay muchas cuyos miembros ya viven fuera de Burgos, aprovechan Navidades para venir a ver al abuelo, la abuela, la madre… Es un punto importante para los mayores, el acoger a un hijo y a un nieto es acogerles a ellos mismos», explica la religiosa.

 

Algo tan normal como decorar la casa, aquí tiene una connotación especial. No se trata solo de crear un ambiente más bonito, sino sobre todo de estimular a estas personas. Buena parte de ellas presentan deterioros cognitivos, y hay que buscar recursos como los colores, los sonidos, las luces, para que ellos puedan percibir que es Navidad.

 

Las actividades religiosas comienzan ya en el Adviento. Se celebra una eucaristía por los residentes fallecidos, otro día la unción de enfermos, una liturgia de la Palabra sencilla al comenzar la Navidad y otra en fin de año. Y por supuesto, las misas de Nochebuena, Navidad y Año Nuevo, abiertas a los familiares. Hay momentos que los mayores viven con especial intensidad, como la visita del arzobispo el día de Navidad o la del obispillo, el de los Santos Inocentes, y las de los miembros de la fundación e innumerables grupos de parroquias, voluntarios, movimientos, que acuden en estos días a compartir algunos ratos con ellos «y a cantar muchos, muchos villancicos».

 

En Nochebuena son pocos los ancianos que abandonan la residencia para cenar con sus familias. «No es que los hijos no quieran, muchas se llevan un disgusto muy grande cuando el mayor dice que no va a salir. ¿Porque no quiere estar con los hijos? Pues no. Porque ya crea molestia, inseguridad, la noche siempre es mala, el querer venir a tu casa, a tu cama, el no ya demasiado ruido, los horarios de las familias… La sociedad llevamos un ritmo muy distinto al que llevan aquí», apunta sor María Ángeles.

 

«Cada vez más, las personas tienen deterioros cognitivos. Entonces la única manera de orientar a una persona para no tener alteraciones de conducta es fijarle rutinas, porque esas rutinas les dan seguridad. Establecer siempre las mismas pautas, mismos horarios, mismos lugares, mismos actos, lo que les da es una orientación. Ya simplemente el mero cambio de habitación es un trauma. Sacarles de esa rutina a la que están acostumbrados lo llevan mal», añade el gerente.

 

«A las familias les duele mucho no poder sacarles, sobre todo el primer año. Cuando decía que cuidábamos a las familias también hablaba de esto. Al final todos sentimos un poco de culpa, no queremos llevar a nuestros familiares a la residencia. Intentamos ayudar a que las familias vean que no se abandona al mayor, que lo que se hace es protegerlo. El hecho de no llevarle a casa no significa que la familia no pueda trasladarse al centro residencial a acompañarle. A lo largo de la vida nos vamos acompañando y sintiéndonos acompañados de muchas maneras. En esta etapa, en que uno está delicado, no es importante ni lo que coma, ni el lugar donde esté, sino en el lugar que él vive a diario se sienta protegido por la familia y acompañado por la familia», concluye la religiosa.

 

Ante la avalancha de visitas navideñas, todas bien venidas, añade algo más: «Todos vienen con muy buena voluntad, pero los ancianitos están también en abril, y en mayo y en junio…».

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