De la procesión al altar: dos vidas unidas por la Semana Santa

Rebeca es cofrade de San Cosme y San Damián mientras que Mario pertenece a la hermandad de San Gil.
Casi sin prepararlo, y siguiendo las huellas de los pasos de sus cofradías, que cada tarde de Jueves Santo se «encuentran» a los pies de la Catedral, las vidas de Rebeca Ganzo y Mario Saiz parecía que también estaban destinadas a converger. Aunque ella pertenece a la Ilustre Archicofradía del Santísimo Sacramento y Jesús con la Cruz a Cuestas y él a la Real Hermandad de la Sangre del Cristo de Burgos y Nuestra Señora de los Dolores entre ambos «no existe rivalidad», sino todo lo contrario. «Ambos compartimos la misma afición y entendemos nuestra pasión y, aunque cada uno pertenezca a una cofradía nos alegramos de que la procesión del otro salga bien. Incluso nos damos consejos el uno al otro».
A Mario la afición por la Semana Santa le viene de familia. Su tío fue prior de la cofradía de la parroquia de San Gil y cuando cumplió 14 años «no le quedó otra» que ingresar en la hermandad, una de las más antiguas de la ciudad y con cerca de 350 cofrades. Desde entonces, no ha faltado a sus citas procesionales ni a los ensayos de la banda. La sangre semanasantera corre por su venas. Tanto que incluso su móvil avisa de sus llamadas al toque de corneta.
A Rebeca, sin embargo, la vocación cofrade le llegó un poco más tarde. Aunque reconoce que siempre le ha gustado ver procesiones, fue en 2005, cuando sumaba 16 años, cuando decidió ingresar en las filas de la cofradía con sede en San Cosme y San Damián, donde también afina la corneta con su banda, que agrupa a cerca de una treintena de jóvenes.
Ambos participan en la que consideran «la procesión» por excelencia de Burgos, la del Encuentro. Y así, sus vidas también se encontraron a través de una amiga en común. Poco a poco empezaron una relación y el pasado mes de junio decidieron casarse. A su boda no faltaron sus hermanos de cofradía, que son como una gran familia. «Somos dos cofradías con muy buena sintonía», asegura Rebeca, aunque Mario subraya que «ellos son un poco más pesados», porque siempre le insisten en que cambie de hábito y se haga «chamarilero». Pero no lo consiguen. No sucede lo mismo con Rebeca, que es también cofrade de Nuestra Señora de los Dolores y acude a San Gil a los actos de culto durante la Semana Santa. Pese a todo, «los dos sabemos respetarnos e incluso somos muy amigos de los miembros de la otra cofradía», revelan.
Apuesta por la Pasión burgalesa
Su entusiasmo por la Semana Santa les lleva, cada año, a viajar hasta Sevilla entre procesión y procesión. Rebeca no espera a que Mario acompañe al Cristo de las Santas Gotas que recorre las calles de la ciudad la tarde del Domingo de Ramos y viaja escopetada hasta la capital hispalense para participar en uno de sus concurridos desfiles. El Lunes y Martes Santo Mario la acompaña para descubrir los secretos de aquella vivencia cofrade, que tanto les gustaría arraigara también en Burgos.
Ambos aman tanto la Semana Santa que les gustaría que aquí las cosas «empezaran a cambiar» para dotar a la Semana Santa burgalesa de mayor dignidad. «Es cierto que muchas cofradías están teniendo muchas iniciativas que mejoran nuestras procesiones», comenta Mario. Pero a ambos les gustaría que la Junta de la Semana Santa se decidiera por dar un «aire fresco» al programa oficial. Entre ellas, «conjugar mejor las obligaciones del misal con el fervor popular» y «mejorar la procesión del Santo Entierro», a la que, según ellos, le falta ritmo y motivación.
Mientras esperan las mejoras que tanto anhelan, ambos seguirán trabajando por sus respectivas cofradías, viviendo el uno para el otro en el día a día hasta que llegue el momento en que sus hijos opten por ser chamarileros o cofrades de la Sangre del Santo Cristo. Pero eso ya es música de otra saeta, y lo dejarán «a su propia elección».