Aula virtual de Religión: Cuando el Covid-19 suscita interrogantes en los alumnos

Javier Fernández, profesor de Religión, explica cómo ha adaptado sus clases ante la pandemia y cómo la enfermedad suscita entre sus alumnos interrogantes sobre el sentido de la vida.
clase virtual religion

Javier Fernández, preparando una de sus clases.

 

Después de 44 días de confinamiento, nadie en España cuestiona que el Covid-19 nos ha cambiado la vida. Todo el país ha debido adaptarse a esta nueva situación, haciendo que el ritmo de la sociedad sea diferente, sí, pero con los mismos servicios básicos. También la educación se ha visto fuertemente sacudida por la pandemia. Profesores y alumnos fueron los primeros en embarcarse en los nuevos métodos del «teletrabajo» trasladando las aulas de los colegios a los ordenadores, aunque los primeros días fueron un poco «caóticos», cuando profesores no se manejaban aún muy bien con las herramientas virtuales y los sistemas colapsaron ante la avalancha de entradas.

 

Desde 2015, Javier Fernández es profesor de Religión católica en el IES Comuneros de Castilla de Burgos. Sus conocimientos con el mundo digital (tiene un blog donde comparte artículos y materiales sobre la asignatura) le han facilitado el trabajo en la adaptación metodológica de sus clases. A pesar de que el libro de texto sigue siendo su sostén principal (su editorial les ha ofrecido nuevos recursos digitales), el aula virtual del instituto es el canal con el que entra en contacto con sus más de 350 alumnos, de primero de ESO a Bachillerato: «Cada semana ofrezco una guía para el trabajo personal y les marco unas tareas concretas que ellos van llevando a cabo en sus cuadernos de trabajo, elaborando unos apuntes personales y haciendo algunas actividades concretas», comenta el profesor. «Al final de cada uno de los temas los alumnos me envían su trabajo personal con criterios de evaluación análogos a los que tenemos a lo largo del curso». Una tarea, la de evaluar, que es «uno de los retos fundamentales como educador» siempre, pero en especial en estos días de confinamiento.

 

En su caso, adaptarse a la nueva metodología no ha sido difícil y valora que un buen número de alumnos está respondiendo positivamente. «Requiere un plus de esfuerzo por parte del profesor, pero merece la pena», asegura. Sin embargo, lamenta que algunos estudiantes tienen dificultades de acceso a las herramientas por circunstancias familiares difíciles o por la necesidad de priorizar otras asignaturas. En este sentido, señala que «la labor de los tutores de cada curso y la comunicación con ellos es fundamental».

 

Interrogantes

 

Para este veterano profesor (fue docente antes en otros colegios públicos y concertados de la provincia), la pandemia también está sirviendo para colocar la asignatura en su lugar, después de que el gobierno, poco antes de la pandemia, aprobaba el proyecto para una nueva Ley de Educación, que pretende arrinconar la materia. Quieren «privarla de valor académico, haciendo obligatoria una asignatura de valores éticos para todos los alumnos y haciendo elegir a los alumnos entre Religión o nada», sostiene el docente.

 

Sin embargo, «la pandemia del Covid-19 nos ha mostrado a todos que la religión está en la vida de cada día, en la de mujeres y hombres que ríen y que lloran, en los que sufren y desesperan y en los que los atienden, en los que encuentran y dan razones para vivir en tiempos de desaliento». Fernández reconoce que muchas veces sus alumnos se interrogan por «cuestiones importantes» en las que «tienes que leer entre líneas sus inquietudes y a las que tienes que intentar dar una respuesta». En este sentido, la crisis del coronavirus hace que sus estudiantes encuentren la religión «en la atención solícita y amorosa a los enfermos y a los más indefensos y desgraciados de este mundo, a los últimos y a los que ven de cerca a la muerte. Personas creyentes auténticas, ya que si no creyeran en el valor de ese sacrificado esfuerzo de entrega a los demás, no lo harían».

 

Por ello, está ya diseñando una serie de clases para los alumnos de 4º de ESO y 1º de Bachillerato, donde dedicarán dos semanas a analizar la respuesta de la  Iglesia en esta situación. «Creo que será una buena lección para todos», concluye.

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