La «primera comunión» desde el estado de alarma

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La primera eucaristía en Canicosa de la Sierra, al pasar a la «fase 1» de la desescalada.

La primera eucaristía en Canicosa de la Sierra, al pasar a la «fase 1» de la desescalada.

 

Juan Mariano de Lucio, párroco de Santa Eulalia, en Palacios de la Sierra, cuenta que la de hoy ha sido como la misa de un domingo en los meses más duros del invierno, cuando al templo acude, aproximadamente, medio centenar de vecinos. Hoy, a pesar de ser lunes de una avanzada primavera, 40 feligreses, ataviados con mascarillas y guardando la distancia de seguridad, han acudido a la primera misa pública tras el estado de alarma en la localidad, que ha pasado a la «fase 1» de la desescalada. El templo, que tienen una capacidad para 250 personas, había sido acotado para guardar las medidas, entre las que se encuentra administración de gel hidroalcohólico y una alfombrilla de desinfección. «Se notaba que había ganas», comenta sorprendido el sacerdote, que no esperaba tanta afluencia a su primera misa con fieles y que ha oficiado por los difuntos que ha dejado la pandemia en la provincia, secundando así la petición del arzobispo.

 

Para Juan Mariano ha sido una «auténtica alegría» haber celebrado la eucaristía con los vecinos del municipio, pues «nos hemos hecho curas para estar con el Señor y el Pueblo de Dios y es siempre una alegría celebrar comunitariamente la fe, no solo a nivel personal». Además, cuenta que han sido varias las personas que han solicitado la confesión sacramental después de casi dos meses de aislamiento en sus hogares.

 

Una de las personas que ha pasado la cuarentena sin salir de casa es Nieves Fernández. A sus 74 años, esta gallega casada con un serrano ha seguido las celebraciones de la eucaristía durante la cuarentena a través de la televisión, pero ya tenía ganas de volver a la iglesia «porque no es lo mismo». «Ha sido, dice, como volver a hacer la primera comunión, he sentido mucha alegría y me ha emocionado ver la iglesia con tanta gente», sostiene. Con todo, asegura que «el miedo sigue estando ahí» y que, «por prudencia, por nosotros y los demás», es bueno acudir al templo con guantes y mascarillas, «como si aún estamos de carnaval», bromea.

 

De nuevo, el sonido de la campana

 

Pocos kilómetros más al este, en Canicosa de la Sierra, Tomás Campo, uno de los hombres que colabora con la parroquia de la localidad, ha vuelto esta tarde a tocar de nuevo las campanas llamando a misa, porque, a pesar de que el párroco ha oficiado la eucaristía todos los días a través de internet, «algunos quizás no se habrían enterado que se podía volver a la iglesia». Pero, después de casi dos meses sin culto público, la llamada ha sido todo un éxito, pues al templo han acudido quince personas. Y es que, como relata este sacristán, «mucha gente tiene ganas de salir a la calle y venir también a la iglesia», aunque reconoce que «todavía existe algo de miedo» y otros muchos aún no se atreven a salir de casa.

 

Con todo, garantiza que la iglesia es un «lugar seguro». Él mismo ha colaborado en las tareas de limpieza del templo, en la que han colocado cintas de seguridad anulando algunos espacios, colocando marcas indicando dónde se puede sentar la gente y desinfectado suelos y bancos.

 

«A mí se me hace un poco raro ver a la gente con la mascarilla en la iglesia», comenta el párroco, Isaac Hernando, «pero tendré que acostumbrarme». A pesar de lo extraño de la situación y que a muchos de los feligreses les ha costado «abandonar su sitio de siempre», ha sido una celebración emotiva, en la que también se ha tenido un recuerdo especial por los difuntos: «Aunque yo tenga solo 29 años, ellos son mis hijos, y me ha hecho enorme alegría que la comunidad dispersa se haya vuelto a reunir a celebrar la fe».

«Anticuerpos de solidaridad» en un círculo de silencio diferente

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circulo de silencio en casa

 

Tras dos meses de la última convocatoria, la delegación diocesana de Pastoral de Migraciones invita hoy a los burgaleses a sumarse a su práctica de «círculos de silencio». El gesto de denuncia pacífica ante la vulneración de los derechos de las personas migrantes se deberá llevar a cabo de forma diferente dado el actual «estado de alarma» en el que se encuentra sumido el país.

 

En concreto, los organizadores de la propuesta invitan a realizar varios «minicículos, aunque sea de una o dos personas» y a lo largo de cualquier momento del día de hoy. «Se puede hacer en casa, en la calle, en los lugares y horarios que permiten las actuales normas», indican a través de una convocatoria difundida por correo electrónico. Sugieren «hacerlo en familia», ya que la reflexión en esta ocasión gira precisamente en torno a las familias migrantes; de hecho, ha sido la delegación de Familia y Vida de la diócesis la encargada de elaborar el manifiesto de esta ocasión.

 

Como complemento a la actividad, en la que se invita a guardar un momento de silencio y leer el manifiesto, se sugiere imprimir un cartel que contiene la fotografía de una familia migrante, con el que sacarse una foto que se podrá enviar a [email protected] o al WhatsApp 695 332 170 para difundirla a través de las redes sociales de la delegación de Pastoral de Migraciones con los hashtag #UnaSolaFamilia, #AnticuerposDeSolidaridad y #CírculosDeSilencio.

 

Empatía hacia las personas migrantes

 

Según el manifiesto elaborado, la situación vivida en los países occidentales a causa del coronavirus es similar a la que atraviesan miles de migrantes en todo el mundo: dificultades económicas, incertidumbre ante el futuro, la separación de familiares y amigos o la imposibilidad de despedirlos en caso de fallecimiento son algunos de los dramas a los que se ven abocadas las personas que emigran a otros lugares. Algo que puede suponer una «oportunidad para comprender un poquito mejor lo que sufren nuestros hermanos inmigrantes, y generar lazos de solidaridad que nos hagan luchar juntos por acabar con un sistema injusto y opresor» que ponga el foco en el valor de las familias, pues «nadie se salva solo». «¡Frente al virus de la injusticia, de la discriminación, generemos los anticuerpos de la solidaridad, de la justicia, de la caridad!», concluye el manifiesto.

Un Rosario sin aurora ni procesión

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Cada año, una procesión recorre la ciudad al amanecer del 13 de mayo.

Cada año, una procesión recorre la ciudad al amanecer del 13 de mayo.

 

El próximo miércoles es 13 de mayo, fecha significativa en la piedad popular. Ese día, a primeras horas de la mañana, muchos católicos de nuestros pueblos y ciudades madrugan para sacar en procesión la imagen de Nuestra Señora de Fátima y rezar el Rosario. Este año, el «estado de alarma» decretado por la epidemia del coronavirus hace que sea imposible mantener este acto mariano tan tradicional en la ciudad durante «el mes de las flores».

 

De ahí que la delegación de Religiosidad Popular y Cofradías anime a los fieles de la diócesis a unirse desde casa o desde el lugar donde se encuentren en esos momentos en el rezo de un Rosario a las diez de la mañana. Con todo, sugieren que si alguien no pudiera rezarlo a esa hora, puede realizarlo cuando mejor le convenga. «Se trata no solo de rezar el Rosario en una fecha señalada en la piedad popular», aseguran desde la delegación de Religiosidad Popular, «sino también el de sentirnos familia diocesana que reza unida a la Madre de Dios y Madre nuestra». Por ello, exhortan también a los responsables de las parroquias para que den a conocer la iniciativa a toda la diócesis.

 

En concreto se sugiere presentar varias intenciones con este Rosario conjunto. Por una parte, las que la Virgen en Fátima indicó a los tres pastorcillos: la paz en el mundo y la conversión de los pecadores. Por otro, también se pide orar «para que pronto llegue el final de esta pandemia, por la salud de los enfermos que se han contagiado por Covid 19, por el eterno descanso de los difuntos que ha causado, por las familias que sufren esta situación, por los que ya están padeciendo sus consecuencias sociales y económicas…, sin olvidar a los sanitarios y a todos los hombres y mujeres que, en los diversos servicios y voluntariados, están trabajando para bien de todos». También se propone que el rezo concluya con una de las dos oraciones que el papa Francisco ha sugerido para este mes de mayo.

Una Iglesia que acompaña y cuida

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iglesia acompaña cuida

 

Escucha aquí el mensaje

 

Celebramos hoy el quinto domingo de Pascua. En medio de la extraña situación que nos envuelve mundialmente, la liturgia nos sigue ofreciendo el mensaje del Señor Resucitado con palabras de vida, de paz y de esperanza: «No se turbe vuestro corazón, dice Jesús en el Evangelio que leeremos hoy, creed en Dios y creed también en mí» (Jn 14,1). La crisis de la pandemia provocada por el coronavirus, en cierta manera nos ha hecho reinventarnos para afrontar de otro modo la vida de cada día. Esto se ha producido en el ámbito personal, porque el confinamiento ha cambiado nuestros hábitos y costumbres, pero también en el ámbito social e institucional. Son muchas las realidades que se han tenido que configurar de manera nueva para seguir ofreciendo a la sociedad lo mejor de sí mismas. La imaginación, las nuevas tecnologías y, sobre todo, el cariño y la profesionalidad han tenido mucho que ver en este nuevo panorama que vamos vislumbrando y al que nos tendremos que ir acostumbrando.

 

De la misma manera, la Iglesia ha tenido que afrontar esta etapa que vivimos. Y lo ha hecho con la ayuda del Espíritu y con la certeza de que Cristo nos acompaña con su presencia resucitada, especialmente en medio de las tormentas de la historia. Así nos lo ha asegurado Él mismo: «Sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el final de los tiempos» (Mt 28,20). Y eso es lo que celebramos en este tiempo de Pascua. En ese sentido, la Iglesia ha estado muy presente y viva durante estos días aportando su propia esencia y significado. Aunque algunos de los templos han permanecido cerrados, especialmente para el culto público, la Iglesia no ha estado cerrada ni parada en ningún momento. Su apoyo ha llegado a los ciudadanos de muy diversas formas poniéndose al servicio principalmente de los más necesitados. Desde mi punto de vista, quienes la acusan de haber estado al margen en este tiempo, lo hacen desde el desconocimiento o, peor todavía, desde la animadversión.

 

La Iglesia es la comunidad de los creyentes que creen en Jesucristo. La Buena Noticia de Jesús es el alma que alimenta e impulsa el caminar y la acción de los creyentes. La alegría del encuentro con el Resucitado transforma el corazón de cada cristiano y le impulsa a vivir desde la esperanza y la caridad en la construcción del Reino, el sueño de Dios para el mundo. Su experiencia se alimenta en la oración y los sacramentos, se fortalece en la comunidad y se expresa en las obras de misericordia. Desde esta identidad, ¿qué es lo que ha hecho la Iglesia durante esta pandemia? Precisamente esto: ofrecer el tesoro que lleva dentro y hacerlo desde el cuidado integral de las personas. Siendo, como os decía hace unas semanas, «hospital de campaña». Como lo hacía Jesús. La Iglesia se ha movilizado con todos sus recursos posibles para ofrecer atención humana, espiritual y material allí donde ha podido llegar, en silencio, con humildad y sencillez. Así lo he percibido a lo largo de estos días, al ser testigo de la multiplicidad de acciones que se han desarrollado en nuestras parroquias y comunidades para seguir anunciando la fe, ayudando a acrecentarla, a celebrarla y a vivirla en la dificultad.

 

Si algo tiene en común ese abanico multicolor de actividades realizadas es que, todas ellas, tratan de cuidar a las personas y construir comunidad. Y lo hacen teniendo en cuenta las diferentes dimensiones del ser humano. Es la propuesta de Jesús que hace nuevas todas las cosas. Sería injusto, por tanto, valorar únicamente aquellas acciones que tienen que ver con la promoción humana (las acciones de Cáritas, por ejemplo, que pueden ver los demás) y no estimar esas otras que hacen referencia a dimensiones esenciales del ser humano (sed de sentido, trascendencia, relación, amor, consuelo, compasión…). Nuestra Iglesia, experta en humanidad, ha querido acompañar y cuidar de las personas, de toda la persona. A todas, pero especialmente a las más vulnerables y necesitadas, tanto personal como institucionalmente, para cuidarlas en su dimensión humana, espiritual, material y social. De esta manera, la Luz de Jesús ha seguido brillando a través nuestro en medio de las tinieblas del dolor y del sufrimiento.

 

Pensando en nuestra diócesis sería difícil, desde luego, realizar un pormenorizado detalle de todas y cada una de las iniciativas que se han realizado para ser, de un modo peculiar, «Iglesia en salida»: programas de Cáritas, voluntariado, presencia en hospitales y cementerios, retransmisión de celebraciones por streaming, catequesis virtuales, gestos de solidaridad, centro de escucha, celebraciones familiares… Os invito a conocerlas; la Delegación de Medios ha realizado un excelente trabajo para difundirlas, divulgarlas y animarnos a secundarlas. Quiero agradecer de corazón tanta iniciativa pastoral como se ha evidenciado durante este tiempo; ciertamente son expresión de una Iglesia muy viva que sabe contagiar la vida del Señor Resucitado. Con la ayuda de Santa María, Madre de la Iglesia, sigamos atentos a los planes de Dios en el momento presente, para continuar promoviendo la esperanza, la atención fraterna y la cohesión social.

Una «desescalada» a distintos ritmos

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Los bancos de la parroquia de Santa Cecilia de Espinosa de los Monteros volverán a llenarse de gente desde el lunes.

 

Sedano, Valle de Mena, Valle de Losa, Espinosa de los Monteros, Pampliega y Quintanar de la Sierra son las únicas zonas de salud de la provincia, junto con Treviño, que entrarán desde el próximo lunes en la «fase 1» de la desescalada propuesta por el Gobierno, una medida que permitiría reabrir las iglesias al culto público a un tercio del su aforo en los pueblos de estas comarcas. A pesar de la buena noticia, algunos de sus párrocos tienen reticencias en poner en marcha esta medida, habida cuenta de la diligencia con la que la gente de estos pueblos se ha tomado el confinamiento (en algunos de ellos no ha habido ni un solo contagio por Covid-19) y que, en muchos lugares son personas mayores o con patologías: «Preferimos ser cautos y esperar un poco más de tiempo», comenta Mario Marcos, párroco de Quincoces de Yuso. «No quiero que pese en mi conciencia que alguien se contagie por nuestra imprudencia», reflexiona.

 

Con todo, Mario ha preparado ya las iglesias en tres de sus cuarenta pueblos, aquellos que tienen eucaristía todos los domingos (Quicoces, Villalba y Berberana), con vistas a celebrar la primera misa pública el domingo 24 de mayo. «Hemos preparado y señalado los bancos donde se podría sentar la gente y estamos llevando a cabo una campaña de mentalización para que la gente acuda a la iglesia con mascarillas y cumpla las medidas de seguridad», relata el sacerdote.

 

Parecida opinión es la que tiene Carlos Saldaña, párroco de Sedano y otros 42 pueblos de la comarca, que atiende con ayuda de otro sacerdote, Maxi Barriuso. Su zona es la única que no ha registrado casos de toda la provincia desde que se desató la pandemia, hecho que demuestra «que es una de las más despobladas y aisladas». Su preocupación hasta hace unos días estaba en cómo volver a retomar su actividad pastoral en estas poblaciones, que han llevado a rajatabla el confinamiento. Sin embargo, lamenta que quizás haya que esperar un poco más, debido a que la gente que suele asistir a las celebraciones pertenece a los colectivos de riesgo y conviene preservarles. Lo mismo opina el párroco de Pampliega, José Manuel Villarán, que se ha puesto en contacto con todos sus alcaldes para ver cuándo conviene retomar la actividad.

 

Núcleos más grandes

 

Distinto ritmo parecen llevar los pueblos más poblados de las comarcas de la Sierra Alta. Canicosa, Palacios, Vilviestre y Quintanar retomarán las misas con fieles a partir del lunes, habida cuenta que sus sacerdotes residen en sus pueblos. «Tenemos muchas ganas de volver a celebrar con gente –relata José Álvarez– y la gente también tiene ganas de volver a la iglesia». Sin embargo, el párroco de Quintanar sostiene que el ritmo será todavía lento, pues mucha gente, sobre todo la más mayor, lo ha pasado muy mal y no se siente segura de salir a la calle y tampoco a la iglesia: «Mucha gente tiene aún miedo por las malas noticias que han visto en la televisión, en las que se contaba que el virus se cebaba con los ancianos».

 

Durante la pandemia, José ha llamado telefónicamente a sus feligreses y se ha interesado por ellos. También ha repartido alimentos a algunas personas y ahora trabaja ya por volver a la «nueva normalidad» en el culto de su parroquia, en la que lo más difícil será la celebración de funerales porque la gente de la comarca, al tener que guardar el aforo «se le hará complicado no acudir a despedir a un difunto», provocando las congestiones que hay que salvaguardar. «Hemos comprado alfombrillas para desinfectar los zapatos y haremos celebraciones ágiles, para evitar aglomeraciones y que se cumplan las distancias de seguridad».

 

Al norte de la provincia, Alejando Ruiz, párroco de Espinosa de los Monteros, también ha elaborado un protocolo en su parroquia para la celebración de la misa desde el próximo lunes. Para ello contará con voluntarios que repartirán mascarillas y geles desinfectantes y distribuirán a la gente en los asientos de la iglesia, además de limpiar el templo antes y después de las celebraciones. «Nos debemos a la comunidad, sostiene Ruiz, y queremos que poco a poco la gente tenga sensación de normalidad». De momento, será solo Espinosa donde se celebre la eucaristía a diario y los días de fiesta y se irá abriendo progresivamente el culto en los demás pueblos de la zona en los próximos meses, «quizás a partir de junio, cuando entremos en la fase 2 si todo sigue igual de bien como hasta ahora».