«La ciencia, la psicología, cuando es realmente honesta, ilumina la fe»

Francisco Javier Arribas pertenece a la parroquia de Santo Domingo de Guzmán, es miembro del movimiento Renovación Carismática y ejerce como psicólogo en el Centro de Orientación Familiar (COF).

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Francisco Javier Arribas Miguel nació en Burgos en 1966. Su formación espiritual se produjo en la parroquia de la Sagrada Familia, aunque ahora pertenece a la de Santo Domingo de Guzmán. A los 14 años se integró en la Renovación Carismática, donde vivió su adolescencia no exenta de momentos complicados, donde le ayudaron a superar problemas de acoso escolar y afrontar su discapacidad física. A los 21 años realizó en Salamanca la carrera de Psicología, el máster de Terapia Familiar y trabajó durante tres años. Actualmente ejerce su profesión en el Centro de Orientación Familiar Diocesano (COF). Además, junto con su mujer, desarrolla actividades con un grupo de jóvenes y niños de la Renovación Carismática.

 

Aunque declara que su vocación verdadera es la psicología, su primera profesión fue la electrónica. Cursó los cinco años de la antigua Formación Profesional en el Padre Aramburu y, gracias a eso, remontó el fracaso escolar al que le habían llevado los años duros que pasó al final de la EGB, cuenta. «Al acabarlos, quise seguir estudiando y ya pensé en algo que sirviese para ayudar directamente a las personas…».

 

El Centro de Orientación Familiar (COF) presta ayuda a las personas de diversos modos. Cuenta con un área de prevención en la que se ofrece escuela de padres, orientación en cuestiones de pareja y, especialmente, educación afectiva sexual a través del programa «Aprendamos a Amar», esta última gracias al esfuerzo y generosidad de la Fundación Esperanza y Vida, en la que participa el Arzobispado de Burgos. Javier se dedica, por su especialidad, al área de intervención, desde la que ofrecen entrevistas de orientación o terapia a cada familia que lo solicita.

 

Las dificultades habituales que llegan al COF son los problemas de pareja y los de relaciones entre padres e hijos. «No es fácil diagnosticar los problemas, el de cada familia es único. Pero en las parejas lo que nos encontramos son heridas que cuesta perdonar, muchas veces fruto de la convivencia, la dificultad en la crianza de los hijos, sumada a los trabajos de los padres, situaciones de infidelidad, priorizar a veces a la familia de origen en vez de a su propia familia actual…», desvela.

 

El coronavirus, una oportunidad para acercarnos más a Dios

 

Saltando al tema de la salud, y en concreto a la situación de pandemia que ahora sufrimos, opina que la la enfermedad nos puede quitar la fe o bien fortalecerla: «El sufrimiento no nos deja nunca indiferentes, o bien nos hace crecer, madurar, nos fortalece, o bien nos endurece, nos amarga y nos cierra en nosotros mismos. Esto se puede extrapolar a la fe». «Para cualquiera de nosotros resulta complicado aceptar las situaciones que nos genera una enfermedad. Las crisis, personales y familiares, no son un plato de buen gusto. Nadie las buscamos y cuando llegan nos hacen sufrir. Pero si miramos hacia atrás en nuestra vida y somos honestos, vemos que en muchos casos fueron una oportunidad para crecer. Esto lo podemos observar muy bien en los niños: tendemos a evitarles los sufrimientos, esto puede ser hasta entendible, pero flaco favor les hacemos: esta sobreprotección los convierte en jóvenes y adultos inmaduros».

 

El psicólogo considera que la crisis sanitaria ocasionada por la Covid19 «como toda crisis, puede ser una nueva oportunidad para crecer, para acercarnos más a Dios. O para endurecernos y sustituir a nuestro padre Dios por nosotros mismos: “tú lo puedes todo”, que es lo que nos grita nuestra actual cultura, nuestras nuevas e individualistas religiones. El miedo, que podría entenderse en situaciones como la de esta pandemia, nos puede llevar al egoísmo, pero también nos puede llevar a ser solidarios. Escuchaba en la radio esta mañana a una periodista que residía en Italia la emoción que le producía encontrarse una nota metida por debajo de la puerta de su casa: “Soy la vecina del primero, si necesita cualquier cosa no dude en contar conmigo”. Los tiempos de crisis, de dolor, pueden ser tiempos de gracia: mi versículo favorito es “Todo sirve para bien de aquellos que aman a Dios.” (Romanos 8,28).

 

Javier añade que «la crisis de fe que nuestra sociedad está pasando, y las crisis que a nuestra iglesia también le está tocando vivir, nos han preparado para ir a lo esencial. Y así nos lo recuerda el primer cuaderno de preparación para nuestra Asamblea Diocesana, al comienzo del punto 3: “La fe cristiana es ante todo un encuentro personal con Jesucristo, porque Él está vivo”.

 

¿Y cómo deberíamos afrontar desde un punto de vista cristiano la crisis del coronavirus? El psicoterapeuta responde con una cita de un artículo de Julián Carrón (presidente de la Fraternidad de Comunión y Liberación) que nos dice: “Quizá la experiencia más elemental de la que disponemos en este sentido es la del niño. ¿Qué vence el miedo en un niño? La presencia de su madre. Este «método» vale para todos. Es una presencia, no nuestras estrategias, nuestra inteligencia, nuestro valor, lo que mueve y sostiene la vida de cada uno de nosotros. Pero –preguntémonos–, ¿qué presencia es capaz de vencer el miedo profundo, el que nos paraliza en el fondo de nuestro ser? No cualquier presencia. Por este motivo Dios se ha hecho hombre, se ha convertido en una presencia histórica, carnal. Solo el Dios que entra en la historia como hombre puede vencer el miedo profundo, como nos lo ha testimoniado (y testimonia) la vida de sus discípulos. «Solo este Dios nos salva del miedo del mundo y de la ansiedad ante el vacío de la propia vida. Solo mirando a Jesucristo, nuestro gozo en Dios alcanza su plenitud, se hace gozo redimido» (Benedicto XVI, Ratisbona, 12/9/2006).

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