Vuelve «Contemplación en la Catedral» con poesía y música de Haydn

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Foto óleo Almus 1´48 M

 

El altar mayor de la Seo acogerá el jueves 17 de septiembre la tercera cita de «Contemplación en la Catedral». Se trata de un recital poético y musical en torno a las siete últimas palabras de Cristo en la cruz, que se enmarca dentro de las actividades programadas para conmemorar los 800 años que la Catedral de Burgos cumplirá en 2021.

 

El programa artístico contempla las Siete últimas palabras de Cristo en la cruz op. 51, de F. J. Haydn, interpretada por el Cuarteto Almus, y los poemas del monje de Silos Bernardo García Pintado. Será a las 20.00 horas y se podrá seguir online por streaming en la web de la diócesis de Burgos: www.archiburgos.es.

 

El padre Bernardo García Pintado es un monje benedictino, poeta, organista y músico, acompañante de familias y de tantas personas como llaman a la puerta de su corazón sacerdotal pidiendo luz, esperanza, sentido de la vida y de la historia. Natural de Quiñones del Río (León), reside desde 1984 en el monasterio de Silos. Atrás quedaron veintisiete años en Argentina, donde impartió también clases de teología en la Universidad Católica de Buenos Aires. A un lado y otro de ese sendero ha ido arrojando semillas de vida en forma de reflexiones en la Revista Litúrgica Argentina y en Glosas Silenses, como director de ambas durante varios años. Ha publicado varios libros de poesía: Canto silenteMáteme tu hermosuraEl Río del misterioConfesiones de un monjeColoquios con un monje poetaSilos. Con las alas del alma desplegadas.

 

Un cuarteto de viento con tres décadas de experiencia

 

El Cuarteto Almus está compuesto por Manuel de Juan y Vicente Antón (violines), Octavio de Juan (viola) y Francisco Pastor (violonchelo). Los casi treinta años de actividad ininterrumpida de este cuarteto permiten considerarlo como una de las agrupaciones camerísticas españolas más estables de nuestro tiempo. En su formación influyen decisivamente Liviu Stanese (Cuarteto Vía Nova) y Bretislav Novotný (Cuarteto de Praga). Es cuarteto residente de la Universidad de Alicante desde el curso 1997/98 y ha formado parte de los grupos en residencia del Auditorio de Murcia en los años 2012-13. Sus componentes son profesores de los conservatorios de Murcia y Alicante.

 

A sus numerosos recitales en España hay que añadir sus giras por otros países. En 2010 fue galardonado por su trayectoria con la distinción Pro-Músico del Año por la Asociación Pro-Música de Murcia. El concierto conmemorativo de su XX Aniversario contó con la Presidencia de Honor de S.M. la Reina doña Sofía.

 

«Contemplación en la Catedral» debutó a finales de 2018. En aquella ocasión fue en la capilla de Santa Tecla, con poesías que abarcaron desde el Siglo de Oro hasta la actualidad y algunas obras del deán de la Catedral, Pablo González Cámara. La parte musical corrió a cargo de la soprano Mercedes Hurtado, acompañada también por Mariano Mangas y el organista de la catedral de Segovia, Ángel Montero. Después, en junio del año pasado, la segunda sesión corrió a cargo del grupo de teatro Espliego, Mangas y la vocalista Marga Ruiz.

Fallece el sacerdote Vicente Ramírez González

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  • Vicente Ramírez González

 

En el día de hoy ha fallecido el sacerdote burgalés Vicente Ramírez González. Nació en Tobes (Valle de las Navas) el 18 de noviembre de 1928 y fue ordenado sacerdote el 11 de julio de 1954. Este mismo año fue nombrado párroco de Melgosa de Villadiego y servicios; en el año 1958 pasó a ser párroco de Tinieblas de la Sierra y servicios y en el año 1967 fue nombrado párroco de Santa Cruz de Valle Urbión y servicios. Ya como jubilado en Burgos colaboró en la parroquia de el Salvador.

 

El funeral por su eterno descanso se celebrará el martes 8 de septiembre, a las 16:00 horas, en la parroquia de Santa Águeda. Acompañamos en el dolor a su hermana Pilar y a sus familiares e invocamos al Dios de la Vida, que comenzó en Vicente la obra buena de su vocación llamándole a servirle como sacerdote en los distintos pueblos, que «él mismo la lleve a feliz término».

 

Estas palabras de José Luis Martín Descalzo resumen y expresan lo que Vicente vivió siempre desde la sencillez de su vida: «Luego me diste el asombro de mi vocación. Ser cura es imposible, tú lo sabes. Pero también maravilloso, yo lo sé. Hoy no tengo, es cierto, el entusiasmo de enamorado de los primeros días. Pero, por fortuna, no me he acostumbrado aún a decir misa y aún tiemblo cada vez que confieso. Y sé aún lo que es el gozo soberano de poder ayudar a la gente –siempre más de lo que yo personalmente sabría– y el de poder anunciarles tu nombre».

Comienza el septenario en honor del Santísimo Cristo de Burgos

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Mañana martes se inicia en la catedral el solemne septenario en honor del Santísimo Cristo de Burgos, organizado por el Cabildo Metropolitano, la Real Hermandad del Santísimo Cristo de Burgos y la Cofradía de las Siete Palabras, con el lema «Una luz en momentos de zozobra y dificultad».

 

Cada día, los actos de culto comenzarán a las 19:00 horas en el Altar Mayor con el rezo del Rosario y preces, seguido, a las 19:30 horas, de la santa misa. En esta ocasión, pronunciarán las homilías los abades de distintas cofradías. Así, la de mañana, «María junto a la Cruz», dedicada al nacimiento de María y su proceso de fe, correrá a cargo del abad de la Cofradía de Jesús Crucificado y del Santísimo Sacramento, de la parroquia de San Lesmes. El miércoles día 9 predicará el abad de la Ilustre Archicofradía del Santísimo Sacramento y Jesús con la cruz a cuestas, de la parroquia de San Cosme y San Damián, que dedicará su homilía a la «Obediencia al Padre y amor entregado».

 

El jueves, día 10, el abad de la Real Hermandad de la Sangre del Cristo de Burgos y Nuestra Señora de los Dolores de San Gil pronunciará la homilía «Sangre Derramada. Lavados de nuestros pecados en su sangre», mientras el viernes lo hará el de la Cofradía de la Santa Cruz de Briviesca; el título, «Mirarán al que atravesaron. Todos los pueblos y generaciones levantan su mirada hacia Cristo Crucificado».

 

«Angustia humana y muerte de Dios», sobre «El misterio del sufrimiento de los inocentes y Dios Padre» es el título de la homilía del sábado, día 12, que correrá a cargo de los Padres Carmelitas, y el domingo 13 corresponderá al abad de la Cofradía de la Santa Columna del Círculo Católico, con «El triunfo de la Cruz. La Cruz, señal y estandarte de los cristianos».

 

El día 14, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, los actos de culto se celebrarán a la misma hora en el Altar Mayor de la Catedral, y la eucaristía estará presidida por el arzobispo de Burgos, don Fidel Herráez Vegas.

«No somos ciudadanos de segunda, necesitamos piropos, cariño y alegría»

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«Si existe el infierno, debe ser parecido a lo que estamos viviendo». Así de contundente se expresa sor María Ángeles San Juan, trabajadora social y coordinadora de la residencia de San Julián y San Quirce de Burgos, cuando relata lo complicado que está siendo atender a los 96 ancianos que residen en el centro, conocido popularmente con el nombre de «Barrantes» y obra social del Cabildo de la Catedral. Desde que estalló la crisis sanitaria, ha sido testigo de las innumerables medidas que han adoptado para aislar el centro de coronavirus y hacer que los ancianos que allí residen pudieran –y puedan– vivir con la mayor dignidad posible el drama generado por la epidemia, y no solo evitando los contagios. En su opinión, la pandemia ha sacado a la luz la «indiferencia» que la actual sociedad tiene hacia el mundo de la ancianidad, por el que existe un «escaso valor» y una «dolorosa actitud»: «Hemos pensado que las residencias son los mejores lugares para los mayores; pensábamos que allí iban a ser felices, y más cuanto fueran más lujosas, pero olvidamos que ellos son los protagonistas de su propia historia y muchas veces no se respetan ni sus ideales ni sus valores, son los demás los que siempre deciden por ellos», denuncia.

 

Para esta Hija de la Caridad, la alerta sanitaria ha demostrado que existe un «amplio grado de desconocimiento» sobre lo que las personas ancianas demandan y necesitan y reclama que la sociedad vea a sus mayores como «personas iguales» y no como «bienes amortizados» a los que se aísla y a quienes se les impide ser patrones de la etapa final de su historia. «Hemos puesto valor a las cosas y a las personas; solo sirven para la sociedad las personas que valen, pero quien ya demanda cuidados, a esos se les aparta porque no producen beneficio».

 

José María Acosta, director gerente de Barrantes, asiente a sus palabras. En su opinión, la crisis vivida en torno a las residencias es el resultado de lo que ha cultivado la sociedad de un tiempo a esta parte, en la que subraya pérdida de valores, un aumento significativo de manifestaciones egoístas y una falta de respeto hacia los mayores y todo lo relacionado con el mundo de la fragilidad. «Así –asegura– lo único que hemos conseguido son ancianos resignados, personas grises que tienden a desaparecer de nuestra sociedad», una «marginación social por cuestiones de edad» hacia un colectivo al que se tiende a asilar cada vez más.

 

«Ciudadanos de segunda»

 

Los dos trabajadores de la residencia coinciden en subrayar lo «duro, complicado y difícil» que está siendo atender a los ancianos durante la crisis sanitaria, donde el «descomunal» papeleo y los informes que tienen que enviar cada día a las administraciones públicas les resta tiempo para atender como se merecen las necesidades de sus residentes. «Ahora es cuando las administraciones parece que se preocupan por este mundo, es como si quisieran recuperar el tiempo perdido» o, lo que es peor, limpiarse las manos y «responsabilizar de los contagios y las muertes a las propias residencias», denuncian.

 

Según indican, los fallecimientos que se han producido en numerosas residencias de todo el país han sido consecuencia de una desatención real y efectiva por parte de las administraciones hacia los mayores, a los que se ha tratado como «ciudadanos de segunda» durante toda la pandemia no solo por no tratarlos como se merecían en los hospitales (a muchos de ellos se les ha privado de respiradores solo por su edad), sino por haber endurecido las medidas sanitarias solo con este colectivo tan vulnerable con protocolos más estrictos que para el resto de la población o incluso con otros ancianos que no viven en residencias. «Desde el 30 de marzo y hasta el fin del estado de alarma, nuestros mayores han tenido que quedarse aislados en la residencia, mientras otros ancianos podrían salir a la calle en determinadas horas del día para hacer más flexible el confinamiento», denuncian. Ello ha provocado «un gran sufrimiento para nuestros residentes y para nosotros, porque muchas veces no estamos de acuerdo con ese trato diferenciador», apostillan, mientras recuerdan una vez más que las medidas se han vuelto a restringir con dureza, limitando de nuevo las visitas y prohibiendo las salidas a la calle. Lo mismo denuncian de sus trabajadores, a los que también se les considera como «sanitarios de segunda», pues se les incluye en el mismo paquete que a los mayores.

 

Ahora, las autoridades sanitarias piensan que la solución a los contagios sería medicalizar las residencias, algo a lo que se oponen tanto José María como la consagrada: «No tenemos medios ni personal cualificado y eso sería responsabilizarnos de cuestiones sanitarias y humanitarias para las que no estamos preparados», mientras exigen que el cuidado en los hospitales sea también un derecho para los mayores, al que deberían acudir siempre que lo necesitaran. «¿Por qué convertir la residencia en un hospital, si ya los hay? ¿Por qué un anciano tienen que pasar sus últimos días en un hospital? Esto es una prolongación de su familia; no es un hospital, sino un hogar, una casa», justifican.

 

Sor María Ángeles aboga por un plan de trabajo que dignifique realmente a las personas y evite una normativa común para todos: «¿Por qué lo que es bueno para una persona debería serlo también para la otra? ¿Por qué el cuidado ha de ser el mismo si cada uno es diferente?», se cuestiona.

 

«No nos hagan invisibles»

 

A pesar del drama, ambos subrayan que lo evidenciado estos meses puede ser una oportunidad para dignificar la ancianidad. Desean que la sociedad «no los haga invisibles», tal como puede leerse en una pancarta a la entrada de la residencia, y que el mundo trate a los ancianos «con la dignidad y los derechos que les estamos arrebatando». «Nadie ha dado en estos días un mensaje de esperanza al mundo de las residencias, todo eran noticias negativas en los medios de comunicación y nosotros necesitamos piropos, cariño, alegría, regalos afectivos porque estamos vivos y deseamos vivir», subraya sor María Ángeles. Para José María, es urgente que la sociedad abandone el «edadismo» (la discriminación social por cuestiones de edad) y permita a los mayores desarrollar su propio proyecto vital, «dejar que vivan su vida sin arrebatarles la dignidad, que no se pierde por el hecho de ser mayor».

 

Ambos abogan por «hacer de la humanidad nuestro principal valor» en el trato con los ancianos y hacerles protagonistas de su propia historia, evitando que sean otros los que decidan por ellos. «Nosotros siempre hemos dicho que ellos son nuestros propios jefes, que son los que deben decidir, nosotros simplemente les queremos acompañar en la etapa final de su vida. Necesitamos, como sociedad, aprender a ponernos en la piel de los ancianos».

«En el nombre de nuestro Señor Jesús» (1Cor 5,4)

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Escucha aquí el mensaje

 

Reanudamos nuestras breves comunicaciones semanales en este primer domingo de septiembre. El Señor nos sale al encuentro con las palabras del Evangelio propio de la Liturgia de hoy: «donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mt 18,20). Sí, Él está con nosotros. Con esta certeza os animo a comenzar con fe, con alegría y con esperanza.

 

Después del paréntesis veraniego nos encontramos a las puertas de un nuevo curso, herido por las consecuencias de una enfermedad que aún sigue entre nosotros, lleno de incertidumbres que muchos estáis padeciendo, cargado de problemas laborales, económicos y sociales, y con muchas situaciones que dejan al descubierto nuestras vulnerabilidades. En este contexto, viviendo y compartiendo las luces y las sombras de esta realidad doliente, comenzamos un nuevo Curso Pastoral en nuestra Iglesia diocesana con la necesaria puesta en marcha de tareas, proyectos y actividades pastorales al servicio de nuestro compromiso evangelizador. Es un tiempo de prueba y de gracia. Y yo os invito, queridos hermanos, a situarnos ante este nuevo curso con la firme esperanza de quien comienza «en el nombre del Señor», atentos y a la escucha de su paso en tiempo de pandemia para saber qué quiere de nuestra comunidad diocesana y con la mirada hacia adelante, fijos los ojos en Jesús que camina con nosotros.

 

«Reunidos vosotros en el nombre de nuestro Señor Jesús…», dice el apóstol Pablo a una de sus comunidades (1 Cor 5, 4). ¡Cuántos signos hicieron los apóstoles, abriendo paso a la Iglesia naciente, en momentos también difíciles de incertidumbre, poniendo su confianza «en el nombre del Señor»! En esta etapa compleja siento que mi servicio como obispo vuestro adquiere todo su sentido para confirmar la fe del pueblo cristiano y para garantizar la comunión en la misión que tenemos como Iglesia en esta sociedad herida, dolorida y perpleja. Como nos recuerda el Papa Francisco, sé que «el obispo habrá de estar a veces delante para indicar el camino y cuidar la esperanza del pueblo, otras veces estará simplemente en medio de todos con su cercanía sencilla y misericordiosa, y en ocasiones deberá caminar detrás del pueblo para ayudar a los rezagados» (EG, 31). Pero siempre deberá estar atento para escuchar lo que el Espíritu Santo está diciendo a través del sentido de fe de los fieles cristianos.

 

Esta actitud es la que he deseado tener desde el inicio de mi servicio entre vosotros, lo ha sido en los duros momentos del confinamiento, y lo sigue siendo con más convicción en estos momentos de reemprender el camino de nuestra vida eclesial. En esta apertura de un nuevo Curso Pastoral, como os decía hace un par de meses, «pienso que la experiencia vivida nos debe llevar a construir un mundo distinto, porque el mañana no puede ni debe ser como el ayer» (Mensaje dominical, 5 de julio); por eso me gustaría soñar el futuro y avivar en vosotros la necesaria esperanza que nace de la fe y que se proyecta en la caridad, tan urgente hoy.

 

Ante todo, quiero agradeceros el protagonismo que muchos de vosotros habéis asumido para mantener viva la experiencia real de Iglesia en este tiempo de pandemia, en los duros momentos de confinamiento y a la hora del retorno a una cierta normalidad en la vida parroquial. De un modo especial expreso mi gratitud, en nombre de toda la diócesis, a quienes, a pesar de las dificultades, disteis continuidad a la Asamblea Diocesana, viéndola como una oportunidad para la escucha y el discernimiento comunitario, reflexionando de modo más directo sobre qué nos decía el Señor a su pueblo en estos momentos, y qué quería de nosotros; gracias, pues, a los distintos Consejos, a los Grupos de Asamblea y a los diversos movimientos y asociaciones.

 

Necesitamos seguir escuchando a Dios que pasa. Él nos habla en la difícil situación de una crisis mundial y en los pequeños acontecimientos de cada día. Pero Dios no es el huracán, ni el terremoto, ni el fuego, como nos recuerda la historia del profeta Elías (cfr. 1 Re 19,11-13). Dios es el susurro de la brisa suave que no se impone, sino que pide escuchar para discernir también en fraternidad, en comunión eclesial.

 

Comencemos así este curso, bajo el amparo de la Virgen Santa María. Que Ella nos acompañe y nos enseñe a caminar con fe y con esperanza «en el nombre del Señor».