Los centros juveniles como acción misionera de frontera
«Entender, comprender los centros juveniles como una acción misionera de frontera, como un espacio donde salimos más allá de las estructuras ordinarias en las que nos solemos mover con los jóvenes para tratar de anunciarles el evangelio», fue el eje de la charla que el sábado impartió telemáticamente el salesiano y doctor en Teología Santiago García Mourelo, dirigida a sacerdotes, animadores y educadores. La conferencia debía haberse celebrado presencialmente en el marco del Encuentro Diocesano de Juventud, que de nuevo tuvo que suspenderse por la situación sanitaria (inicialmente estaba programado para marzo, y no pudo llevarse a cabo por la declaración del estado de alarma). En esta ocasión, el confinamiento de la ciudad de Burgos y las recomendaciones de la Junta de Castilla y León han impedido nuevamente que el Encuentro convocado para el día 24 de octubre haya podido celebrarse.
Tras escucharse algunos testimonios de jóvenes que están en centros juveniles, el conferenciante estableció «una serie de criterios prácticos e intuiciones para esta acción misionera de frontera, para esta educación y evangelización en el contexto del tiempo libre, en esas estructuras que podemos llamar centros juveniles o cualquier otro, porque lo importante no es el nombre de la estructura cuanto lo que se hace». En concreto, se desarrollaron cinco aspectos: la centralidad de la persona, cómo entender la organización de esos espacios y el sentido de pertenencia en el cual se ha que ir creciendo, y la adhesión a la propia fe, el estilo que debe reinar en esos espacios: la animación, primero como ambiente, después en su concreción como grupo y luego en el ámbito personal.
Igualmente se abordó el sentido, la coherencia, la unicidad, que deben tener las programaciones de las acciones que se organicen en esos espacios, para terminar sobre la pieza clave: «Todo esto se sostiene sobre el animador de fe, el animador de tiempo libre, la persona que lleva a cabo estas acciones, ya que, independientemente de que sean más o menos llamativas, de que tengan más o menos éxito, ni las estructuras ni las acciones evangelizan, son las personas con su testimonio las que acercan a la bondad del evangelio, al Jesús resucitado», sostuvo el salesiano.