El final de la vida, tema de reflexión en la fiesta de Santo Tomás de Aquino

El arzobispo y gran canciller de la Facultad de Teología, don Mario Iceta, protagonizó ayer una mesa de diálogo sobre problemas bioéticos en la fase final de la vida.

 

El arzobispo y gran canciller de la Facultad de Teología de Burgos, don Mario Iceta Gavicagogeascoa, protagonizó ayer una mesa de diálogo y reflexión en torno a las cuestiones morales que surgen en el acompañamiento a los enfermos en la fase final de al vida. Tras presidir la eucaristía en la capilla del centro académico en honor de santo Tomás de Aquino, patrono de los teólogos, el aula magna acogió un acto en el que el pastor de la Iglesia en Burgos respondió a algunas preguntas planteadas por el claustro de profesores y que pudo seguirse a través de YouTube.

 

Tomando mano del documento de los obispos Sembradores de esperanza. Acoger, proteger y acompañar en la etapa final de esta vida (2019), de la Amoris Laetitia y de otros documentos del magisterio, don Mario aseguró que el sufrimiento es una «escuela de esperanza», donde el ser humano también puede aprender a crecer y desarrollarse en plenitud.

 

En este sentido, rechazó que eso signifique «insensibilidad» hacia los que sufren, mientras aseguró que la enfermedad es un lugar adecuado para demostrar que el ser humano es un ser relacional. Para el arzobispo, la «muerte digna» es «morir a tiempo», ni antes ni después, rechazando así la eutanasia y apostando por los cuidados paliativos, con una «medicina interdisciplinar» que conjugue todas las dimensiones del ser humano ante el «zafarrancho de combate» que supone la enfermedad terminal.

 

Para el arzobispo, «una sociedad es humana por el modo de tratar a sus enfermos y discapacitados», de ahí que «los cuidados paliativos exijan un alto nivel tecnológico y humano». «Se necesitan soportes emocionales, afectivos, familiares, sociales, pero también muchos medios y recursos». Por ello insistió en la necesidad de «redescubrir la raíz que sustenta la dignidad humana» y «ver que cada persona, vuelta hacia el otro, es insustituible y única, irrepetible». «Toda persona es digna», insistió, mientras recordó que «la muerte es compañera de la vida» y «hay que saber gestionarla».

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