No hay paz sin cuidado, ni horizonte sin amor

por redaccion,

 

Queridos hermanos y hermanas:

 

«En muchos lugares del mundo hacen falta caminos de paz que lleven a cicatrizar las heridas». Ciertamente, «se necesitan artesanos de paz dispuestos a generar procesos de sanación y de reencuentro con ingenio y audacia». Con estas palabras del Papa Francisco en su carta encíclica Fratelli tutti, deseo compartir con vosotros un anhelo que, cada día, nace en mi corazón de pastor: no hay paz sin cuidado, ni horizonte sin amor.

 

El Santo Padre, en su mensaje para la 54 Jornada Mundial de la Paz que celebramos el pasado 1 de enero, apostaba por la cultura del cuidado como camino de paz. En ese sentido, animaba a construir una sociedad basada en relaciones de fraternidad que lograsen erradicar «la cultura de la indiferencia, del rechazo y de la confrontación». Una tierra firme donde hoy, más que nunca, hemos de sembrar la esperanza.

 

Este nuevo año que Dios nos regala, el Padre nos invita no solo a mirar, sino también a contemplar; y a coser las grietas de tantos rostros solos, cansados y heridos por el dolor en estos tiempos de pandemia; y, cómo no, a renacer entre la ternura de ese Dios pequeño y pobre que nacía hace unos días en un humilde pesebre para recordarnos, como dijo san Pablo, que «la fuerza se revela en la debilidad».

 

En esta gran familia, que es la Iglesia, hemos de servirnos de la caridad, de la misericordia y del perdón para ser sembradores de paz. Con esa paz habitada que brota del Evangelio y que transforma el corazón de piedra en corazón de carne. Solo así es posible transitar, cuando más tiembla el cansancio, la intemperie de un camino cimentado por el amor, donde nadie debe quedarse al margen y donde todos deben tener un sitio en la mesa fraterna.

 

Una tarde de esta Navidad, aquí, en Burgos, estaba rezando, con la Palabra en las manos y a solas con el Señor. Y de fondo, escuchaba cómo algunas personas caminaban de un lado para otro, unos con prisa, otros con el paso aletargado, pero entre todos iban conformando un eco que se hacía parte de mi oración. Y recuerdo que leía a san Pablo, cuando le decía a Timoteo: «Comparte conmigo los trabajos del Evangelio». Le pedía compartir con él cada uno de sus sufrimientos y esperanzas, gozos y dificultades de las personas. Una tarea difícil, pero sin duda apasionante.

 

Y ese compartir las luchas del día a día, también es cuidar. Y mientras meditaba estas palabras de Pablo, pensaba en todos esos corazones de barro que les han robado la esperanza, la alegría, los sueños en estos tiempos duros; que son perseguidos por su fe, por luchar contra las injusticias, por poner a la persona en el centro; que son descartados por defender la vida, por promover la dignidad de cada uno de nuestros prójimos, por proteger la Casa Común.

 

Dios, un año más, cuenta con nosotros para que seamos cuidadores de su amor: cuidadores compasivos que edifiquen abrazos de paz en las llagas de tantos sufrientes. Porque la caridad traspasa las barreras del miedo, del frío, de tantos lamentos por calmar. Vivamos, pues, con alegría y esperanza, en este nuevo año que Dios nos ofrece, a la medida de su amor misericordioso que nunca se cansa.

 

Con gran afecto, recibid mi bendición y un abrazo fraterno.

 

+ Mario Iceta Gavicagogeascoa,

arzobispo de Burgos

Una oración para ser luz en 2021, el Año Jubilar de la Catedral

por redaccion,

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El arzobispo de Burgos, don Mario Iceta Gavicagogeascoa, presidió la tarde del pasado 31 de diciembre en la Catedral una vigilia diocesana de acción de gracias por los últimos doce meses, en el marco del Año Jubilar con motivo del VIII Centenario del templo gótico. El acto se desarrolló en la capilla de Santa Tecla, siguiendo las medidas sanitarias, y contó con un tiempo de perdón, agradecimiento y petición de ayuda de cara al nuevo año 2021, año clave en la que se celebrará el 800 aniversario de la colocación de la primera piedra del edificio. En la oración animaron el canto el grupo Musicae y el canónigo organista.

 

La vigilia pretendía hacer memoria de la historia en la que Dios ha acompañado a la diócesis de Burgos durante los últimos 800 años. Además, en medio de la pandemia y los momentos de dificultad que afronta la sociedad burgalesa, la oración manifestó que «Dios sigue guiando a este pueblo, un momento más de gracia en medio de las dificultades que atravesamos».

 

En el acto, que quiso ser como un rayo de esperanza en medio de las tinieblas, distintas delegaciones y colectivos diocesanos invitaron a los presentes a ser luz en este nuevo año recién estrenado. Así, la delegación de Familia invitó a ser luz de amor; la coral Santa María la Mayor a ser luz de alegría y júbilo; la delegación de Catequesis a ser luz de reconciliación; los seminaristas de San José a ser luz de servicio; la luz de la audacia fue presentada por la delegación de Juventud y la de gratitud por el seminario Redemptoris Mater. La luz de la paz fue portada por representantes de la delegación de Enseñanza, la de la esperanza por voluntarios de Cáritas, la de la responsabilidad por el departamento de Formación Sociopolítica, la luz de la humildad por apostolado seglar; los religiosos portaron la luz de la fe y los voluntarios de la Catedral acercaron la luz del compromiso.