Nuevos acólitos para servir al altar
José Ángel Zamorano, del Seminario diocesano de San José, Abraham Israel Castillo, del Seminario Redemptoris Mater, Eric Hatunguimana y Anastase Hatungimana, ambos del seminario de Gitega, en Burundi, fueron ayer instituidos acólitos. Fue el propio arzobispo, don Mario Iceta, quien les admitió a desempeñar este ministerio en una eucaristía que tuvo lugar en la capilla del Seminario diocesano de San José.
El acolitado es un ministerio laical que faculta al bautizado o bautizada que lo recibe a cuidar del servicio del altar. También lo capacita para distribuir la sagrada comunión como ministro extraordinario; exponer públicamente el Santísimo Sacramento a la adoración de los fieles sin dar la bendición; o instruir a los fieles que ayudan en las acciones litúrgicas. Además, para los aspirantes al presbiterado y diaconado permanente es, junto con el lectorado, uno de los pasos previos a su ordenación.
A partir de la pandemia, el arzobispo reflexionó sobre cómo los avances de la ciencia parecen que alargan los años, pero no logran colmar los anhelos profundos del corazón. Con Sartre, experimentamos que, siendo limitados, «soñamos lo ilimitado, por lo que en cierto sentido se puede considerar que el hombre es una pasión inútil». Ante esta constatación, la Ascensión del Señor «nos muestra a Dios rompiendo los límites de nuestra existencia y abriéndonos a la eternidad». «Podemos participar de esa vida compartiendo la fe en Jesús, convertido en pan que da vida». Precisamente el ministerio del acolitado convierte a quien lo recibe en «servidores de la mesa del pan de la vida eterna». Por eso quien vive ese ministerio ha de nutrirse de ese pan eucarístico y, si además se encamina a ser presbítero, ha de hacer de toda su vida una ofrenda eucarística al Señor. Eso es lo que se quiere significar en el gesto principal del acolitado, que es la entrega de un cáliz y una patena a los candidatos.