Catequistas: llamados a ser testigos y enviados a la misión

Un centenar y medio de catequistas se han dado cita hoy en la Catedral para celebrar el Jubileo en el marco de su encuentro diocesano anual.
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El del catequista es uno de los ministerios eclesiales más antiguos, venerables y apreciables. Decenas de ellos se han dado cita hoy en la Catedral para celebrar su Jubileo, atravesar la Puerta Santa del Perdón y participar en una eucaristía presidida por el arzobispo. Don Mario Iceta ha agradecido su trabajo y disponibilidad, muchas veces realizado «con fatiga y dificultades», pero «esencial» en la vida de la Iglesia.

 

«El mundo, aunque no lo sepa, aspira a encontrarse con Jesús. Y las personas más heridas y las más sensibles, las que sienten rechazo o tienen la percepción de no ser amadas son las preferidas por el Señor». «Vuestra tarea es llevarles hasta él, ayudarles a esperar la invitación de Jesús que desea habitar su vida y su corazón», ha recordado el arzobispo a los catequistas.

 

Para el pastor de la archidiócesis, los catequistas han sido llamados por el Señor a ser testigos y ser enviados a la misión. «El campo no es nuestro, es del Señor», ha insistido a la par que señalaba la triple tarea que han de cumplir en el ejercicio de su vocación: «Tenemos que ayudar a los niños a construir sobre un sólido fundamento, que es Cristo»; «ayudarles a seguir las referencias que puedan iluminar su vida» y «provocar el encuentro con el Señor».

 

«Ven, sígueme»

 

Además de la eucaristía jubilar, la jornada ha contado también con una sesión de formación sobre nuevas metodologías de la catequesis a cargo de José Aurelio Jiménez, uno de los promotores nacionales del proyecto «Ven, sígueme», nacido en Francia. Este estilo catequético pretende poner a los niños en comunión con Jesucristo. A través de unas siluetas de cartón que representan las escenas bíblicas, esta metodología favorece la actitud interior orante de los niños y adapta las sesiones de formación en siete momentos sucesivos, según los periodos de desarrollo de los catequizandos y que los conducen progresivamente a un encuentro con Cristo vivo, que les habla al corazón y no lo olvidan. «Son las confidencias de Dios, alguien que los quiere y ama mucho, su amigo Jesús, el Hijo de Dios que ha venido para salvarlos», ha indicado este sacerdote guipuzcoano.

 

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