Treinta años escuchando las necesidades del mundo obrero

La delegación de Pastoral Obrera celebró ayer su XXX encuentro diocesano con la mirada agradecida a quienes han dirigido esta pastoral en las últimas tres décadas.
<
>

 

Han pasado treinta años desde que Pastoral Obrera pusiera en marcha sus encuentros diocesanos. A lo largo de estas tres décadas, han sido varios los rostros que han liderado esta delegación y a los que se quiso rendir un especial reconocimiento en el último de estos encuentros, celebrado ayer en la parroquia de San Juan de Ortega de la capital. Los cinco delegados diocesanos nombrados hasta la fecha (Gregorio Burgos, Javier García Cadiñanos, Fernando García Cadiñanos –que envió un vídeo desde Mondoñedo-Ferrol, donde es obispo en la actualidad–, Mariano López Melero y Sagrario Villanueva) relataron las dificultades que vivieron los trabajadores en la época en la que fueron responsables de esta pastoral y animaron a los actuales equipos parroquiales a seguir siendo una «Iglesia que escucha al mundo obrero», tal como resumía el lema de la jornada del presente año. El vicario general y el vicario de pastoral trasladaron a los presentes la cercanía del arzobispo, que no pudo participar en el encuentro por motivos de agenda.

 

La jornada también contó con un gesto público en el que se denunciaron las dificultades por las que atraviesa en la actualidad el mundo del trabajo y las acciones a desarrollar para revertir la situación, como apostar por la conciliación familiar, superar la temporalidad en el empleo y mejorar la seguridad en el trabajo para acabar con la siniestralidad laboral, entre otras propuestas.

 

Una reunión en pequeños grupos sirvió para esbozar las aportaciones que los equipos de Pastoral Obrera entregarán a la Asamblea Diocesana y a las propuestas que la archidiócesis de Burgos enviará al Sínodo de los Obispos. El encuentro concluyó con una una puesta en común de las reflexiones y una oración final.

 

Para la actual delegada de Pastoral Obrera, Amaya Muñoz, es necesario que la Iglesia siga escuchando al mundo obrero porque «la precariedad y la injusticia hacen sufrir a muchas personas; donde la conciliación con la familia parece misión imposible y donde las condiciones de trabajo y sueldo están generando nuevos pobres». Según incide, «la Iglesia debe escuchar al mundo del trabajo no solo para transmitir esa esperanza del evangelio que es tan necesaria hoy, sino sobre todo y especialmente, para descubrir a Cristo en el parado, en la familia que no llega a fin de mes, en el trabajador que sufre la explotación». «Cristo nos interpela en estas personas y pone a prueba la coherencia de nuestra fe», concluye.

Comentarios

Los comentarios están cerrados para esta noticia.