El último círculo de silencio clama por el fin de todas las guerras

Sin perder de vista el conflicto armado en Ucrania, se pidió «residencia, estancia y trabajo» para los refugiados de otras guerras y para todas las personas que huyen de otro tipo de miserias.
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Sin que se hayan terminado los conflictos armados en Yemen, Siria, Somalia, Eritrea o Palestina, ahora, «el monstruo de la guerra» –y hasta «de la guerra nuclear»– se ha vuelto a despertar en Europa. El último círculo de silencio, celebrado ayer en el paseo Sierra de Atapuerca, definió todas las guerras como «civiles», porque son enfrentamientos «entre personas hermanas». De ahí que, en medio del silencio habitual de este gesto, se escuchara un rotundo no a la guerra: «¡Que callen las armas. Dios está con los artesanos de la paz, no con los que usan la violencia!», se leyó en un manifiesto que recogía palabras del papa Francisco.

 

La invasión rusa de Ucrania ha provocado ya más de dos millones y medio de desplazados que están siendo acogidos en numerosos rincones de la Unión Europea. Sin embargo, se pidió tener «el mismo criterio y espíritu de acogida con tantos migrantes, refugiados, que huyen de otras guerras, de otros conflictos, de tantas miserias, corrupciones, robos y saqueos» de los que Mali, Costa de Marfil, Sudán o Burkina Faso son solo algunos ejemplos. De ahí que se solicitara «seguir construyendo espacios de hospitalidad, poniendo rostro y dando nombre a tantas situaciones de vulnerabilidad». Eso pasa por «acompañar a las personas en medio de tanto dolor y angustia, estar atentos a la vulneración de derechos humanos y visibilizar las consecuencias de aquellos conflictos bélicos y económicos que permanecen en el silencio y en el olvido».

 

Humanidad

 

En el escrito, leído por miembros de la delegación diocesana de Familia y Vida, se pidió a las instituciones ponerse al servicio de todos los que lo necesitan, que se habiliten corredores humanitarios y que se dejen de fabricar y exportar armas, algo que también acontece en Burgos, tal como se denunció. También se exigió que se faciliten «residencia, estancia y trabajo a todos los emigrantes que vienen huyendo de las guerras», pero también «de la miseria, para evitar que caigan en las redes de explotación y de la economía sumergida». «Que nuestras casas, nuestras familias, nuestros barrios y ciudades sean lugares de encuentro y de esperanza. Que seamos centinelas de un mundo que abrace y que no separe, de un mundo más humano donde vivamos la fraternidad», concluyó el manifiesto.

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