Teresa de Jesús: «En la Asamblea nos sentimos pueblo, más allá de nuestras diferencias»
Teresa de Jesús Plaza no necesita demasiadas explicaciones sobre la historia reciente de la archidiócesis de Burgos. Ella es testimonio vivo de sus últimos 80 años. Nacida en Burgos en 1939, esta religiosa de la congregación Jesús-María, en cuyo colegio se educó y al que estuvo destinada unos años en la década de los 90, es la participante más veterana de la fase final de la Asamblea Diocesana. A lo largo de los últimos siete años ha formado parte del consejo pastoral del arciprestazgo de Vega y del Consejo Pastoral Diocesano.
Con esta disponibilidad participa en la fase final de la Asamblea como miembro del Consejo de Presidencia. Desde esa perspectiva privilegiada Plaza percibe «una Iglesia abierta, que busca con autenticidad y verdadero deseo de acertar con lo que Dios apunta como futuro. Tengo el sentimiento de una Iglesia preocupada con lo social, por los jóvenes, por la mujer, por la presencia en los distintos ámbitos sociales y culturales. Pero por encima de todo, y lo subrayo fuertemente, percibo que el punto central es la evangelización. Ahí van dirigidos los mejores esfuerzos».
De lo vivido hasta ahora valora especialmente «nuestro espíritu de abrir caminos nuevos, de caminar juntos, de buscar y decidir con hondura, responsabilidad, lucidez y valentía». Y en otro plano, el trabajo quienes coordinan y preparan la Asamblea «están siendo testimonio de entrega y servicio evangélicos. Y siempre con alegría y buen talante. También valoro mucho la animación espiritual de don Mario Iceta. Orienta la Asamblea hacia lo esencial: el querer de Dios, la apertura al Espíritu Santo, la comunión entre todos».
La experiencia práctica de sinodalidad es lo que más está llamando la atención a Teresa: «Me va sorprendiendo cómo nos vamos sintiendo ‘pueblo’ más allá de nuestra diversidad y de nuestras diferencias». Y su deseo es «que este espíritu de la Asamblea se mantenga vivo, contagie, crezca, dé fruto, como algo que es regalo y don del Espíritu». Para llevarlo a la práctica, con la sabiduría que dan los años, lanza una pregunta y una certeza: «¿Cómo provocar ese deseo de ser cristianos no de nombre sino de corazón? Es urgente esa identidad cristiana en todo. Nosotros podemos hacer algo, pedir, trabajar por ello… pero no puedo olvidarme de que nuestra esperanza está anclada en Dios. Un compromiso de los participantes podía ser orar pidiendo por el fruto de la misma Asamblea».