El arciprestazgo de Santo Domingo de Guzmán peregrina a la Catedral

por redaccion,

<
>

 

Más de 300 personas procedentes de Aranda de Duero y algunos pueblos de la comarca de la Ribera peregrinaron el pasado fin de semana a la Catedral para celebrar el Jubileo del VIII centenario del templo gótico.

 

Acompañados del arcipreste de Santo Domingo de Guzmán, Miguel Ángel Díez, los fieles realizaron el itinerario jubilar propuesto, recorriendo el camino que va desde la fachada del Sarmental a la Puerta Santa de Santa María, que atravesaron para renovar a continuación sus promesas bautismales. También depositaron tierra de sus pueblos en los contenedores habilitados para ello y con la que se plantarán diferentes jardines por toda la geografía diocesana una vez concluya el Año Santo. Como punto culminante del Jubileo celebraron la eucaristía. También aprovecharon su estancia en Burgos para visitar por grupos la Catedral y conocer, además, otros rincones de la capital, entre los que sobresalía la Cartuja de Miraflores.

 

Desde que se inaugurara el Año Santo concedido por el papa Francisco con motivo del VIII Centenario de la Catedral, han sido más de 170.000 las personas que han participado en los actos programados. Tras la prórroga concedida con la irrupción de la pandemia, el jubileo concluirá el próximo 5 de junio, solemnidad de Pentecostés, con un programa de actos que aún se está confeccionando, en el que se firmarán los documentos conclusivos de la Asamblea Diocesana y habrá momentos para la participación y actuaciones de diferentes grupos de la Iglesia en Burgos.

Con María en el alma y el trabajo digno en el corazón

por redaccion,

 

Queridos hermanos y hermanas:

 

Hoy comenzamos el mes de mayo, el más bello de los meses, el mes de María. A Ella, nuestro fiel consuelo, nuestra Madre que ofreció su vida al cuidado de Jesús y que constantemente cuida de nosotros, le dedicamos –como ningún otro día– cada segundo de este mes.

 

Y lo hacemos con la celebración del Día de la Madre. Porque el corazón de una madre es lo más parecido al corazón de la Virgen María. Es esa tierra sagrada donde entran todos, donde nadie se queda aparte, donde se derrocha un amor que nunca termina.

 

En este mes, María desea volver a juntar a todos sus hijos que, por distintas circunstancias de la vida, se han separado. Es la intercesora que edifica continuamente la Iglesia; que aúna lo alejado, que cura lo herido y que repara lo quebrado.

 

Y en Ella ponemos, una vez más, nuestra esperanza, para que –como sucedió en Caná de Galilea– vuelva la alegría a nuestra vida después de la prueba. Hagámoslo sin miedo, dejándonos guiar por Su mano, aunque despunte el camino de la cruz que, al atardecer, nos llevará al consuelo de la resurrección.

 

Es la petición que, una y otra vez, nos hace el Papa Francisco: «Contemplar juntos el rostro de Cristo con el corazón de María, nuestra Madre, nos unirá todavía más como familia espiritual y nos ayudará a superar la prueba» (Carta del Santo Padre a todos los fieles para el mes de mayo de 2020). Qué importante y consolador es sentirnos hermanos, vinculados –en un mismo amor de Dios– los unos con los otros en el camino de la vida.

 

Hoy, además, bajo el amparo de Santa María la Mayor, celebramos en nuestra Iglesia diocesana la Pascua del Trabajo. Una jornada que nace con el deseo de hacer prevalecer, por encima de todo, la dignidad del trabajo, del que participamos todos, como cooperación a la obra creadora de Dios.

 

Conscientes de que cualquier injusticia que se lleve a cabo contra el trabajador hunde y deteriora la propia dignidad de la persona, hemos de tener presente que la misión de la Iglesia no termina en la puerta del templo. Cada uno de nosotros somos responsables de la importancia del trabajo, tanto para la vida de las personas, como para el cuidado del prójimo y la construcción de una sociedad fraterna. Y si este no se realiza en condiciones dignas, no viene de Dios.

 

Un asunto clave de la ética social «es el de la justa remuneración por el trabajo realizado», tal y como señalaba el Papa san Juan Pablo II en su encíclica Laborem exercens (p. 19). En este sentido, este Papa santo, entrañable y amigo incondicional de las causas justas, se aferró a la Doctrina Social de la Iglesia para recordar que el ser humano es el centro de toda cuestión económica, política o social, así como que la persona es inmensamente más grande que todas las cosas.

 

El Papa san Juan XXIII, en su encíclica Mater et magistra, también evocaba que la remuneración del trabajo «no puede verse como una simple mercancía, en tanto el mismo se relaciona directamente con el ser humano, ya que es la fuente de su decoroso sustento».

 

Trabajo y persona, persona y trabajo: dos vertientes que han de mantenerse adheridas bajo el velo de la dignidad.

 

Y celebrar una jornada de oración especial por el mundo del trabajo, al que todos pertenecemos, de una u otra forma, nos ayuda a caminar hacia un Reino fundado en torno a la dignidad de la persona y la realidad del bien común que se deriva de ella, y que nos hace más justos, más caritativos, más solidarios, más hermanos y, sobre todo, más humanos.

 

Que esta Pascua del Trabajo que celebramos en este mes de mayo nos ayude a ponerle nombre y rostro a la fragilidad de los más vulnerables. Lo ponemos en el corazón de la Virgen María. Ella, que sabe mucho de amor, de constancia y de entrega, jamás se cansa de cuidarnos mientras perseveramos en la tarea hacia la edificación de una sociedad más equitativa, más misericordiosa y más fraterna. Y, cuando creas que la injusticia te vence, reza como si todo dependiera de Dios y trabaja como si todo dependiera de ti.

 

Con gran afecto, os deseo un feliz día de la Madre y de la Pascua del trabajo.

 

+ Mario Iceta Gavicagogeascoa

Arzobispo de Burgos