«No podemos dar por perdida a la generación z»
Su cuenta de Instagram conjuga bellas imágenes con sugerentes textos que hablan de Dios y de la necesidad que late en el corazón de todos los jóvenes de buscarlo, aun cuando ellos no sean conscientes. Detrás de la cuenta @hopeupapostol se esconde Gabriel Rubio, un ingeniero industrial de 28 años que, como todos los jóvenes de su edad, se maneja a la perfección con el inglés y las redes sociales. Como él mismo explica, sus publicaciones han despertado interrogantes entre sus seguidores, logrando el objetivo que persigue con su presencia en una de las redes sociales más en boga: «suscitar reflexiones en torno a la fe». Dice que lo hace especialmente pensando en sus amigos de la generación z «a los que quizás nadie les habla de Dios». Jóvenes que «viven anestesiados», envueltos en carreras profesionales, series de Netflix y cuentas llenas de followers pero que «se desangran en silencio sin ni siquiera saberlo». «Por eso el pan y circo que les ofrece la sociedad resulta tan atractivo, tan atrayente», explica.
A diferencia de muchos de su generación, Gabriel se define como católico. Cuenta que sus padres no lo educaron en la fe y que fue el mismo Cristo quien le salió al encuentro: «No buscaba a Dios, vivía bien. Pero él quiso manifestarse en mi vida a través de las clases de Religión del instituto a las que me apunté solo por las excursiones, la operación bocata y las películas (¿quién se apuntaría a tener dos horas más de estudio a la semana?). Tuve un encuentro personal con Jesús vivo y resucitado en unos ejercicios espirituales y de forma natural mi vida fue cambiando para acoger a semejante Hermano, Maestro y Compañero de camino».
Desde entonces, su vida de fe ha fluctuado «como las olas del mar» y, a pesar de ser «un desastre tratando de seguirle», siempre se ha sabido acompañado, querido, perdonado y amado por Dios». «Jesús se encarga de suplir la parte que a mí me falta por debilidad. ¡Y menos mal! Dónde estaría ahora si Jesús no me ayudase a caminar…», testimonia.
Lamenta que muchos católicos tachen a los jóvenes de su época de «generación perdida». «Cometeremos un grave error y una falta de fraternidad si ponemos nuestras esperanzas únicamente en las futuras generaciones de hijos de familias católicas», denuncia. «Muchos jóvenes de mi edad están sufriendo porque el mundo no ofrece lo que sus corazones necesitan. Si nos limitamos a pensar en ellos como esa generación sin solución, estaremos fallando como discípulos de Jesús, que acudía donde el hombre sufriente se desangraba».
Como católico, lamenta que aún no ha encontrado el hueco que busca en la «querida Iglesia de Burgos»: «Como joven de 28 años soltero y laico, sufro por encontrar mi lugar en la Iglesia. ¿Qué se nos ofrece si sabemos que Dios no nos llama al sacerdocio? ¿Y si no tenemos una novia con la que acudir a los cursillos prematrimoniales? Todavía busco ese lugar en el que poder vivir mi fe con gente de mi edad, para crecer en una santidad laical y bautismal. Un grupo en el que poder hacer algo tan sencillo como compartir la fe», desea.
Mientras él sigue buscando llevar el mensaje de Jesús a sus contemporáneos en las redes, hace una llamada al compromiso a todos los cristianos de Burgos: «¿Qué diremos a aquellos que no conocerán a Dios porque nosotros nos quedamos anclados en nuestras comodidades? ¿Cómo van a encontrarse con Dios si nadie sale a su encuentro? ¿Qué podemos ofrecer a esos jóvenes adultos para que conozcan a Dios, las enseñanzas de Jesús y su misericordia? Dejemos de echarles la culpa por no acudir a las parroquias…»