Programa de actos de la XIX Semana de Cine Espiritual en Miranda de Ebro la próxima semana.
«Levanta la mirada«, lema elegido para la Semana de Cine Espiritual de este año, parte del escogido para la Jornada Mundial de la Juventud de Lisboa en el 2023. Con este título se pretende aunar tres mensajes. En primer lugar, la disposición a alzarse que tiene que ver con una fuerza que viene de lo alto. Después, para reconocer esta presencia, la mirada tiene que elevarse hacia Dios y a la vez que adentrarse en el interior. Y por último, todo esto implica educar la forma de mirar. Para llevar a cabo esta última labor de «educar la mirada«, se ha contado con guías didácticas que ayudar a poder trabajar y profundizar las películas en el aula, para que no quede solo como una sesión de cine.
La XIX Semana de Cine Espiritual, organizada por la delegación de Enseñanza, ha concluido en Burgos capital y en Aranda de Duero. Las sesiones, llevadas a cabo los días 17, 18 y 19 de enero, han recobrado la normalidad tras dos años de restricciones por la pandemia. Las sesiones programadas para los alumnos no han podido ir mejor: casi dos mil quinientos alumnos de dieciocho centros educativos han acudido a las proyecciones. Por otro lado, en las jornadas organizadas para el público en general también ha habido muy buena acogida, a pesar de las condiciones meteorológicas de la semana pasada.
Todavía queda por celebrarse esta jornada en Miranda de Ebro. Tendrá lugar los días 31 de enero, 1 y 2 de febrero. Las proyecciones para todos los públicos se llevarán a cabo a las 19 horas en la Casa de la Cultura de dicha localidad. Los títulos elegidos son: «El amor en su lugar»; «Tengamos la fiesta en paz» y «El milagro del Padre Stu».
«La Palabra de Dios escuchada y celebrada, sobre todo en la Eucaristía, alimenta y refuerza interiormente a los cristianos y los vuelve capaces de un auténtico testimonio evangélico en la vida cotidiana» (EG, n. 174). Hoy, con estas palabras del Papa Francisco en Evangelii gaudium donde nos recuerda que toda la evangelización nace en el corazón de las Sagradas Escrituras, celebramos en la Iglesia el Domingo de la Palabra de Dios.
El paso de la historia perpetúa la necesidad de introducirnos sin descanso en la escucha de la Palabra. En este sentido, nos remontamos al 30 de septiembre de 2019, cuando el Papa estableció en la carta apostólica Aperuit illis que el III domingo del tiempo ordinario «se dedique a la celebración, reflexión y divulgación de la Palabra de Dios» (n. 3). Un domingo en el que «de manera especial», debe destacarse «su proclamación» y adaptar cada detalle de la Eucaristía «para poner de relieve el servicio que se hace a la Palabra del Señor» (ibíd.).
La Palabra de Dios alimenta la vida. Con este título, el área de Pastoral Bíblica de la Comisión Episcopal para la Evangelización, Catequesis y Catecumenado recuerda la importancia de esta jornada que propone buscar los grandes interrogantes de nuestra fe en el eco delicado que deja a su paso la Sagrada Escritura… «La Palabra es el alimento para la vida que precisamos en este caminar juntos como pueblo de Dios». Ella, revelan desde la Comisión, es «como la sabia que en nuestro interior nos da ilusión, esperanza y deseo firme para seguir por el sendero de Dios y hacer presente su reino». Pero solo podremos hacerla verdad si la contemplamos a una sola voz: la de Cristo.
Este domingo acentuamos, sobre todo, la belleza que engalana la Palabra: corazón de la vida y de la misión de la Iglesia. Por eso, el Papa instituyó este domingo con la intención de que trascendiese a todos los días. «El día dedicado a la Biblia no ha de ser una vez al año, sino una vez para todo el año», porque «nos urge la necesidad de tener familiaridad e intimidad con la Sagrada Escritura y con el Resucitado, que no cesa de partir la Palabra y el Pan en la comunidad de los creyentes» (EG, n. 8). Para esto necesitamos entablar «un constante trato de familiaridad» con la Sagrada Escritura, destaca el Papa Francisco, porque «si no el corazón queda frío y los ojos permanecen cerrados, afectados como estamos por innumerables formas de ceguera» (ibíd.).
La Palabra de Dios es el pan de cada día, el alimento que cimenta y perfecciona nuestro ser creyente. La Iglesia «se funda sobre la Palabra de Dios, nace y vive de ella», escribía el Papa emérito Benedicto XVI en su exhortación apostólica Verbum Domini. El pueblo de Dios, aun con el paso del tiempo, «ha encontrado siempre en ella su fuerza», y la comunidad eclesial «crece también hoy en la escucha, en la celebración y en el estudio de la Palabra de Dios» (n. 3).
Pero para que todo esto cale en nuestro corazón, hemos de presentar una escucha atenta, de manera que la Palabra que basta para sanarnos (cf. Mt 8, 8) entre en nuestra casa y nos cure. Dejarnos encontrar por la Palabra es dejar que Él venga y lo haga todo de nuevo: que rehaga nuestro corazón, que purifique nuestra alma, que reavive la esperanza cuando más cansada está nuestra fe. Hacernos menos de nosotros para ser más de Él, y siempre atentos a la voz de Dios: «Escucha Israel, el Señor tu Dios es uno, amarás al Señor con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas» (Dt 6, 4-5).
La Palabra, asimismo, tiene un valor ecuménico muy grande, pues aunque a veces se vislumbre distinta desde cada rincón de la fe, siempre dará luz. Porque está habitada por Dios. Porque abarca la riqueza que nace del diálogo constante de Dios con su pueblo. Porque la Iglesia es madre que revive, en unidad constante, la mirada del Resucitado.
Que la Palabra de Dios se haga carne en nuestras vidas por medio de María, la tierra sagrada y fecunda, y ponga su tienda en nosotros (cf. Jn 1, 14). Hoy, tomados de la mano de la Virgen, aquella que escucha y hace suya en todo momento la Palabra de Dios, nos comprometemos a seguir su ejemplo: hasta encarnarnos en el Cuerpo Místico, en cada sentido de nuestra frágil vida.
Ante el debate suscitado estos días sobre la vida humana naciente y la cuestión del aborto, los obispos de las diócesis de Castilla y León queremos recordar los principios que la Iglesia ha propuesto de modo constante en torno al don de la maternidad y la dignidad de la vida humana naciente.
1. Todo ser humano, más allá de cualquier condicionamiento, desde su concepción hasta su muerte natural, es siempre un bien para la humanidad y un don de Dios, creado a su imagen y semejanza, que debe ser acogido, protegido y amado.
2. Nuestro reconocimiento y profundo agradecimiento a las mujeres gestantes que con su entrega portan con amor en su seno el don precioso de la vida, esperanza y futuro de nuestra sociedad, particularmente en una tierra como la nuestra que se va despoblando y sus habitantes envejeciendo. Este reconocimiento se hace extensivo a quienes componen su núcleo familiar más íntimo que les acompañan en estas etapas decisivas de la vida. En palabras del Papa Francisco: “El embarazo es una época difícil, pero también es un tiempo maravilloso… Cada mujer participa del misterio de la creación, que se renueva en la generación humana… Pensemos cuánto vale ese embrión desde el instante en que es concebido” (AL, 168).
3. Queremos estar cerca de las mujeres embarazadas que atraviesan circunstancias no deseadas o difíciles de tipo personal, familiar, laboral, económico o de cualquier índole, y ponernos a su servicio. Es necesario que tengan la certeza de que no están solas en sus dificultades y que pueden contar con toda la ayuda que podamos prestar desde los organismos eclesiales y de ayuda a la mujer gestante. Así mismo, es preciso que la sociedad, sus instituciones y administraciones públicas y los diversos ámbitos económicos, laborales y sociales respondan adecuadamente a todas sus necesidades.
4. Vuelve a decirnos el Papa Francisco: “Si un niño llega al mundo en circunstancias no deseadas, los padres, u otros miembros de la familia, deben hacer todo lo posible por aceptarlo como don de Dios y por asumir la responsabilidad de acogerlo con apertura y cariño. Porque «cuando se trata de los niños que vienen al mundo, ningún sacrificio de los adultos será considerado demasiado costoso o demasiado grande, con tal de evitar que un niño piense que es un error, que no vale nada y que ha sido abandonado a las heridas de la vida y a la prepotencia de los hombres»” (AL, 166).
5. La muerte provocada del ser humano, también en el seno materno mediante la práctica del aborto, no puede ser considerada como un derecho, pues niega de raíz la vida, fundamento de la dignidad humana que sostiene todos los demás derechos. Ofrecer un período de reflexión y proporcionar información sobre alternativas al aborto permiten a la mujer gestante contar con elementos necesarios para ponderar sus decisiones. Así mismo, los profesionales sanitarios pueden ejercer el derecho fundamental de objeción de conciencia sin sufrir la estigmatización que supone el ser obligados a inscribirse en una lista de objetores. Del mismo modo, desvincular de la ayuda y cuidado de sus padres, en el ejercicio de su patria potestad, a una menor embarazada que se plantea abortar la hace vulnerable y la deja sola ante una situación tan complicada.
6. Por eso, es necesario proporcionar siempre toda la ayuda y acompañamiento necesarios a las personas que pasan por situaciones de dificultad o vulnerabilidad, como es el caso de mujeres embarazadas en circunstancias no deseadas o difíciles, junto con la acogida y protección del nasciturus, habitualmente ignorado como parte concernida en esta cuestión, y que debe ser considerado como un bien primordial que el ordenamiento jurídico está llamado a reconocer, tutelar y promover. El cuidado y promoción de ambas realidades son indicadores ciertos de sociedades verdaderamente humanas, fraternas y civilizadas.
7. Es conveniente abordar esta cuestión mediante un amplio diálogo social, sosegado y racional, partiendo de la realidad, con la participación de los diversos ámbitos que configuran la sociedad, más allá de posicionamientos ideológicos o partidistas y con la ayuda de los conocimientos proporcionados por la ciencia y la antropología. De este modo podremos considerar adecuadamente las cuestiones esenciales en torno al inicio de la vida humana, la gestación y la maternidad y ver el modo de superar sus desafíos y dificultades. Lo cual lleva consigo el compromiso esencial de reconocer, promover y proteger siempre la vida de todo ser humano, desde su inicio en el seno materno hasta su fin natural, custodiando su dignidad como un bien esencial que constituye el fundamento del bien común y de la sociedad.
+ Mario Iceta Gavicagogeascoa, arzobispo de Burgos
+ Luis Javier Argüello García, arzobispo de Valladolid
+ César Augusto Franco Martínez, obispo de Segovia
+ Jesús Fernández González, obispo de Astorga
+ Luis Ángel de las Heras Berzal, CMF, obispo de León
+ Manuel Herrero Fernández, OSA, obispo de Palencia
+ Abilio Martínez Varea, obispo de Osma-Soria
+ José Luis Retana Gozalo, obispo de Ciudad Rodrigo y obispo de Salamanca
+ Fernando Valera Sánchez, obispo de Zamora
+ Jesús García Burillo, administrador diocesano de Ávila
Esta mañana ha fallecido, a los 65 años de edad, el sacerdote burgalés Elías González Barriuso. El funeral por su eterno descanso tendrá lugar mañana jueves 19 de enero, a las 15:30 horas, en la iglesia de San Nicolás de Bari, donde era párroco.
Nacido en Arcos de la Llana el 14 de marzo de 1956, recibió la ordenación sacerdotal el 27 de marzo de 1982. Ha ejercido el ministerio como formador en el Seminario de San José y como vicario parroquial de Salas de los Infantes y párroco en Tolbaños de Arriba, Tolbaños de Abajo, Huerta de Abajo, Monasteiro de la Sierra y Terrazas. En 1993 fue nombrado párroco de Salas de los Infantes, desde donde fue trasladado a la capital de la provincia, donde ha sido párroco de Nuestra Señora del Pilar (2004) y desde donde también atendía la parroquia de Buniel. Más tarde fue nombrado párroco de San Nicolás de Bari (2013), a la que acabó uniéndose la parroquia de Santiago y Santa Águeda (2014) para conformar una unidad pastoral. También ha sido el último consiliario diocesano de la Adoración Nocturna Masculina de Burgos.
El arzobispo, don Mario Iceta, y el presbiterio diocesano lloran su pérdida y rezan al buen Padre Dios, para que lo reciba en las moradas eternas. Descanse en paz.
La gélida tarde no ha sido impedimento para que un nutrido grupo de fieles se juntaran el Seminario San José para debatir sobre la sinodalidad en la Iglesia. El arzobispo de Burgos, don Mario Iceta ha abierto la sesión dando gracias a los que se han desplazado desde Aranda de Duero y diferentes zonas geográficas para dialogar sobre temas como lo esencial de la vida cristiana, la atención a la diversidad, la vuelta al evangelio o la participación de la mujer en las decisiones y gobierno de la Iglesia.
Olalla Rodríguez, representante nacional e invitada de honor, ha recordado los pasos dados hasta ahora en la preparación del Sínodo de Obispos sobre la sinodalidad en la Iglesia. El largo camino que se inició a finales del año 2021 con la constitución de pequeños grupos de trabajo concluyó su etapa diocesana poco antes del verano de 2022. Ha recordado el entusiasmo en tantas personas que se sintieron escuchadas. Ha valorado el trabajo diocesano como «un volver a encontrarnos, un soñar de nuevo juntos y una constatación de que en la Iglesia nos necesitamos todos».
Tras la intervención de Olalla Rodríguez, el vicario de Pastoral, José Luis Lastra, presentó el documento continental que se ha elaborado con la aportación de países europeos. A partir de febrero, durante siete semanas, se debatirá el documento de cada continente. Por eso el diálogo de esta tarde servía para mantener viva la acción del Espíritu y seguir aprendiendo lo que significa el discernimiento comunitario. En la Iglesia el dialogar significa permitir que el Espíritu hable a través de cualquier rendija.
Las intervenciones de Rodríguez y Lastra han dado paso a un diálogo donde ha quedado patente que el deseo de participación en la Iglesia requiere paciencia y más pedagogía. Los asistentes han podido constatar qué ecos ha tenido en nuestra archidiócesis lo expresado en países del norte y del sur de Europa. Han podido conocer experiencias nuevas e iluminadoras como el diálogo ecuménico. Igualmente, las tensiones, los obstáculos estructurales o el presentismo siguen interrogando. El futuro cercano muestra que el entusiasmo del laicado está irrumpiendo con mucha fuerza en la Iglesia, que el protagonismo de la mujer crece cualitativamente y que la formación no solo es un deseo, sino una urgencia para estar a la altura del mundo tanto en compromiso como en espiritualidad.
Tras la prórroga anunciada por el Papa, la fase preparatoria del Sínodo sigue durante todo este año, antes de entrar en la recta final que tendrá lugar en 2024. Los dos coordinadores de Burgos, Lucía Ferreras, delegada de Apostolado Seglar, y José Luis Lastra, vicario de Pastoral, serán los representantes de la archidiócesis en los diferentes encuentros.