La Virgen María, aurora de Cristo
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Era sábado. A pesar de no tener que trabajar, el madrugón y el frío, miles de personas han secundado un año más la llamada de la Virgen de Fátima y han acudido fieles a la cita con el Rosario de la Aurora. Puntual, a las 6:30 de la mañana ha comenzado la procesión con la imagen de la Virgen que, entonando hoy los misterios gozosos del Rosario, ha seguido un recorrido más breve que en otras ocasiones, esta vez por las calles de La Paloma, Laín Calvo, Cardenal Segura, Plaza Mayor, plaza de Mío Cid y paseo del Espolón hasta llegar al punto de partida.
Al finalizar la procesión, la catedral ha acogido la celebración de una eucaristía. En su homilía, el arzobispo ha señalado que María es como «el centinela que anuncia la salida del sol», que es Jesús. Para don Mario Iceta, el Rosario de la Aurora es como una metáfora con la que el Pueblo de Dios espera el banquete de la eucaristía. «María, estrella de la mañana, guía al pueblo a Cristo, el sol de santidad». «Nuestra vida es una peregrinación y aguardamos de la mano de María al sol que ilumina nuestras vidas».
El pastor de la archidiócesis también ha recordado que el mensaje de Fátima es una llamada a la conversión: «El mundo no conoce el rostro amoroso de Cristo; la mundanidad se construye al margen de Dios e, incluso, contra Dios». Muestra de ello, ha señalado, son «las legislaciones que no respetan a Dios ni la vida naciente ni el fin de la vida; un mundo que no tiene futuro, porque solo Dios es la fuente de la vida. Por eso el mensaje de Fátima nos pide hacer penitencia y convertir nuestras vidas».
«Es un día para agradecer la maternidad de María y poner en su regazo lo que nos inquieta, ocupa y preocupa y pedirle que acompañe nuestro caminar llenándolo de luz y esperanza», ha concluido.