X Capítulo General de la Congregación Cisterciense de S. Bernardo en el Monasterio de las Huelgas

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Después de cuatro años, en la mañana del jueves 7 de septiembre ha comenzado el X Capítulo General de la Congregación Cisterciense de San Bernardo bajo la presidencia de la Madre Angelines de Frutos Benito, abadesa general y abadesa de la Comunidad de Santa María la Real de Huelgas. El abad general de la Orden, el holandés Bernardus Peters, presidió la eucaristía acompañado por el P. Marco Antonio, monje de Jacona (México) y su secretario, el monje de Citeaux (Francia), Rafael García Pelayo. Le acompañaron los abades del Monasterio de Cardeña (Burgos), del Monasterio de la Oliva (Navarra) y del Monasterio de S. Isidro de Dueñas (Palencia), el capellán del monasterio y el párroco de S. Antonio Abad.

 

El nutrido grupo de abadesas y prioras representa a los diecinueve monasterios de la Federación de San Bernardo. Tras la eucaristía, el abad general pronunció una ponencia titulada Escucha, hija, entiende. En ella insistió en la necesidad de revitalizar las comunidades monásticas por medio de las indicaciones del Sínodo de Obispos: “crecer en la comunión, participación y diálogo constructivo”.   

 

Tras la mañana de reflexión, la abadesa presidenta leyó las actas de la Congregación de los últimos cuatro años. En su alocución recordó que el efecto de la pandemia ha sido muy doloroso para los monasterios por el deceso de 30 monjas, 7 de ellas antiguas abadesas.

 

El Capítulo se desarrolla con la lectura de las Cartas de Visita de cada uno de los monasterios. Se trata de pequeñas auditorías que, previamente, cada monasterio realiza en presencia de un abad o abadesa foránea. Es la propia comunidad la que aprueba el texto de dicha auditoria. En el Capítulo, la abadesa del lugar lee delante de la asamblea la carta enviada anteriormente y responde a las preguntas o aclaraciones solicitadas por cada una de las abadesas presentes. Una secretaria elabora el acta a partir de la cual se tomarán las oportunas decisiones y se trazarán las líneas de trabajo y de la espiritualidad para los próximos tres años. El Capítulo es un ejercicio de sinodalidad asumido por las comunidades del Císter desde la Carta de Caridad o carta fundacional, elaborada por Esteban Harding, abad de Citeaux, hace más de 900 años. Es un ejercicio de discernimiento que persigue la fidelidad al carisma y la conversión a lo que el Espíritu Santo inspire en este momento de la historia.

 

De la archidiócesis de Burgos participan las abadesas del Monasterio de Santa M.ª la Real de Huelgas, del Monasterio de las Madres Calatravas, del Monasterio de las Madres Bernardas y del Monasterio de Santa M.ª la Real de Villamayor de los Montes. La primera Carta de Visita presentada ha sido la de Ferreira de Pantón (Lugo). La Carta de Visita de las Madres Calatravas y Bernardas se ha leído a primera hora de la tarde del jueves.

 

Tras las huellas del padre Manjón en Sargentes de la Lora

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La delegación diocesana de Enseñanza viajó la pasada semana hasta Sargentes de la Lora. Los profesores de Religión católica en las escuelas públicas de la provincia se acercaron de esta manera a la pedagogía de uno de sus más ilustres vecinos, el sacerdote Andrés Manjón, coincidiendo con el centésimo aniversario de su fallecimiento.

 

A su llegada al pueblo fueron recibidos por el alcalde de la localidad, quien, tras la bienvenida, acompañó a los profesores en el recorrido de los principales edificios con huella manjoniana, explicando su historia y finalidad. Visitaron la primera de las Escuelas del Ave María y descubrieron algunos de los recursos educativos del pedagogo. Tras el recorrido, los profesores se reunieron en la Iglesia del pueblo para celebrar la eucaristía del nuevo curso.

 

Tras la comida, dos aspirantes a educadoras manjonianas, miembros del grupo Be free, explicaron con el alma y las metodologías de la enseñanza manjoniana, enmarcándolas en su momento histórico. La jornada concluyó con una visita al Museo del Petróleo.

 

La jornada resultó, en opinión de todos los asistentes, muy eficaz en lo que respecta al descubrimiento del buen hacer del padre Manjón como enseñante y muy rica en relación a la convivencia entre los docentes.

Peregrinar a Lourdes: «He aprendido mucho de los enfermos»

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El arzobispo, don Mario Iceta, ha presidido, del 31 de agosto al 3 de septiembre, la última peregrinación a Lourdes, organizada por la Hospitalidad Diocesana. 150 personas, entre enfermos, familiares, acompañantes y voluntarios, han participado en esta expedición, en la que no han faltado los tradicionales actos que cumplen los peregrinos que acuden al santuario mariano. La lluvia, intermitente durante todo el fin de semana, no ha impedido la celebración de la eucaristía en la gruta, la procesión con el Santísimo Sacramento, la popular procesión de las antorchas, la misa internacional o el tradicional viacrucis. También hubo tiempo, incluso, para celebrar un día de convivencia con todos los peregrinos en torno a una paella y otros productos burgaleses. 

 

«Ha habido muy buen ambiente», sobre todo, «entre los jóvenes voluntarios», que han realizado un «gran esfuerzo» y «han aprendido estos días a tratar con ancianos y enfermos y descubrir las dificultades de la vida», tal como señala Andrés Picón, consiliario de la Hospitalidad Diocesana de Nuestra Señora de Lourdes, y que ha acompañado la expedición. 

 

La misma impresión tiene Leyre Alonso de Linaje, de 17 años, que ha acudido como voluntaria, acompañada en esta ocasión por su hermana y otros dieciocho jóvenes, con los que se ha generado un buen ambiente: «En pocos días hemos creado una buena amistad entre los jóvenes», explica. «He aprendido mucho de los enfermos y me ha marcado mucho la experiencia», cuenta.

 

Desde pequeña acompañó a su abuelo al santuario, hasta que decidió enrolarse el año pasado como voluntaria para acompañar a los enfermos en todo lo que hiciera falta. «Las personas mayores nos han querido, nos han hecho reír contándonos sus experiencias y testimonios y eso te reconforta. Siempre te dan las gracias por todo lo que haces y eso te anima a seguir y colaborar de nuevo».

Desde el corazón de Lourdes, con la Virgen y los enfermos

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Queridos hermanos y hermanas:

 

Escribo estas líneas desde el Santuario de Nuestra Señora de Lourdes, donde estoy de peregrinación enfermos y personas mayores de nuestra archidiócesis burgalesa.

 

Sumergido en pleno corazón de este valle rebosante de fe, consuelo y esperanza, y acompañando a estos tan queridos hermanos y hermanas que son gigantes en el testimonio diario de amor, tan solo puedo confesar que la Virgen nos acompaña materna y silenciosamente en los desafíos que todos tenemos que afrontar en nuestra vida cotidiana.

 

Mirar a los ojos de la Virgen desanuda cualquier desaliento o malestar, porque su compañía es bálsamo, alivio y paz. Y aquí, a los pies de la Gruta, uno percibe el inmenso regalo de su amor incondicional.

 

Bajo este manto de amor materno es sencillo rememorar cómo Dios «escoge a lo débil a los ojos del mundo para confundir las vanidades del mundo» (1 Cor 1:27). Las palabras de san Pablo, quien manifiesta que Dios escoge lo más «débil» para confundir a los sabios y fuertes, adquieren un valor que sobrepasa la razón. Para Jesús, su prójimo es aquel que yace ante la dureza de la vida o del desamor (cf. Lc 10, 29 ss); y cada uno de sus gestos nacía y moría en el corazón de los necesitados.

 

Rodeado de los queridos enfermos, personas mayores y acompañantes, permanezco en silencio frente al lugar donde se le apareció la Inmaculada Concepción a santa Bernardita, pastora sencilla y humilde, canonizada por la Iglesia en 1933. La Gruta, fuente de gracia que brota de manera incesante para toda la humanidad, acoge sin excepción a cualquier corazón en busca de consuelo.

 

¿Cómo puede caber tanto amor en un sitio tan pequeño?, me pregunto, mientras observo cómo miran los peregrinos la imagen de la Virgen, que permanece con rostro acogedor, dócil y orante. Quienes están aquí presentes sobrepasan –ante nuestros ojos y nuestro entendimiento– cualquier tipo de razón, permanecen quietos con una paz que lo inunda todo. Y también los acompañantes, a quienes debemos siempre reconocer y agradecer de manera especial su servicio; sin un mal gesto y con gran delicadeza sirven por amor y ofrecen, en cuerpo y alma, todo cuanto tienen a los enfermos.

 

En ellos y con ellos, recuerdo la invocación preferida de Bernardita, que pronunció mientras rezaba el rosario junto a su familia tras encontrarse con la Señora: «Oh, María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que acudimos a ti». La Virgen, que es la salud de todos los enfermos, acompañó a Jesús en el camino del Calvario y permaneció junto a la Cruz, participando íntimamente de su pasión. Y así lo sigue haciendo con nosotros, siervos frágiles, a veces cansados, tan necesitados de su generosidad…

 

«La Iglesia reconoce en los enfermos la presencia de Cristo sufriente», dijo el Papa Francisco en su mensaje difundido con ocasión de la 22a Jornada Mundial del Enfermo. Y ante este misterio de amor que se hace tan verdadero en lugares como este, que es el primer destino de peregrinación mariana del mundo, descubrimos que «el plan de Dios, incluso en la noche del dolor, está abierto a la luz de la Pascua» como reza un prefacio común del Misal Romano. Y la Santísima Virgen, Madre de los enfermos, permanece al lado de nuestras cruces, dándole sentido a cada espina y curando cada herida.

 

A los pies de Nuestra Señora de Lourdes pongo todas y cada una de vuestras intenciones, para que Ella inunde vuestros hogares de una esperanza que nunca defrauda y para que en los ojos de los enfermos y personas mayores encontremos siempre el rostro de Cristo Crucificado y Resucitado y la alegría sin fin del Cielo en la Tierra.

 

Con gran afecto, pido a Dios que os bendiga.

 

+ Mario Iceta Gavicagogeascoa

Arzobispo de Burgos