La Sala Beato Valentín Palencia de la Catedral, rehabilitada «para la cultura»

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A pocas horas de la inauguración de la exposición Pintar sin miedo. Joaquín Sorolla y la Valencia de 1900, el Cabildo Metropolitano de Burgos da por concluida la rehabilitación de la Sala Beato Valentín Palencia, con una inversión cercana a los 350.000 euros, costeada en su totalidad por esta esta entidad.

 

Con motivo de los 950 años del traslado de la sede episcopal de Oca a Burgos, efeméride que tendrá lugar en 2025, el Cabildo de la Catedral de Burgos se embarcó en un proyecto ambicioso de apuesta por la cultura. La Sala Beato Valentín Palencia, con una superficie de 270 metros cuadrados y acceso por la calle de Diego Porcelos, era el lugar donde los canónigos recepcionaban y almacenaban el grano. Esta antigua troje, aún visible si se tienen en cuenta las oquedades de sus ventanas, fue transformada en 2004 en una sala de exposiciones. En ella se han podido ver algunas célebres como Miró último (1963-1983): La experiencia de mirar en 2014 o la más reciente Gutiérrez Solana y la religión en 2018.

 

El motivo de la inversión tan cuantiosa, asumida íntegramente por el Cabildo, responde a la climatización de la misma. La ausencia de climatización y los altos niveles de humedad hacían necesaria una remodelación que convirtiera el espacio en una sala acondicionada para grandes exposiciones y eventos culturales de menor formato, con un aforo de 100 personas. Para ello, se ha instalado suelo radiante y se ha renovado totalmente la iluminación. A la vez, se ha logrado una sala inteligente con los últimos medios tecnológicos, hasta ahora inexistentes.

 

El proyecto de remodelación ha sido realizado por el estudio madrileño FRADE arquitectos, responsables, entre otras, de las obras de rehabilitación del Museo Arqueológico Nacional (MAN) de Madrid, el Museo de la Alhambra de Granada y, más recientemente, el Museo de la Colegiata de San Isidoro de León. Por su parte, la dirección de obra ha sido llevada por Miguel Ángel Ortega, arquitecto técnico de la Catedral. Además, la mayor parte de los gremios que han trabajado en ella tienen su sede en la capital burgalesa.

 

La Sala abrirá sus puertas el próximo miércoles, 27 de noviembre con la inauguración de la exposición sobre Sorolla, promovida por la Arzobispado de Burgos y el Cabildo Metropolitano, dirigida por la Fundación Consulado del Mar de Burgos y comisariada por el director del Museo de Bellas Artes de Valencia, Pablo González Tornel. En ella participan como patrocinadores la Junta de Castilla y León, la Diputación Provincial de Burgos y el Ayuntamiento de Burgos.

El arzobispo celebra los 450 años de culto en Sevilla al Santo Cristo de Burgos

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La Pontificia, Real, Ilustre y Fervorosa Hermandad y Cofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo de Burgos, Negaciones y Lágrimas de San Pedro y Madre de Dios de la Palma ha celebrado el 450 aniversario de culto en Sevilla al Santísimo Cristo de Burgos. Durante este aniversario, la Hermandad ha organizado una misión evangelizadora. Con motivo de realizar una acción de gracias por los frutos de la misión evangelizadora, la Hermandad ha invitado al arzobispo de Burgos, Mons. Mario Iceta Gavicagogeascoa, una solemne función este domingo, 24 de noviembre, en la parroquia de San Pedro de la capital hispalense.

 

La homilía del arzobispo ha abordado la solemnidad del día, Cristo Rey. Mons. Iceta se ha preguntado si realmente estamos convencidos en nuestro corazón de la realeza de Jesucristo o de si también servimos a otros reinos mundanos antes que a Él. Igualmente, se ha referido a la devoción universal al Santo Cristo de Burgos y a la vinculación de Burgos y Sevilla por este motivo, agradeciendo la presencia anual de los cofrades sevillanos en la ciudad de Burgos con motivo de la fiesta del 14 de septiembre.

Mons. Iceta arranca la visita pastoral en la unidad pastoral de Sarracín-Cogollos

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Mons. Iceta arranca la visita pastoral en la unidad pastoral de Sarracín-Cogollos

El arzobispo de Burgos, Mons. Mario Iceta Gavicagogeascoa, ha comenzado la visita pastoral coordinada por el vicario territorial, Julio Andrés Alonso Mediavilla, que este curso le va a llevar a conocer de cerca a las comunidades del arciprestazgo de San Juan de Ortega.

 

El pasado fin de semana del 16 y 17 de noviembre, visitó tres parroquias de la unidad pastoral Sarracín-Cogollos. Un evento animado y cuidadosamente preparado por los sacerdotes que atienden esta unidad pastoral: Antonio M.ª García Ibeas, Roberto Calvo Pérez y Jesús Barbero Mateo.

Sarracín: «¿Cuánto has amado?»

La visita comenzó el sábado, 16 de noviembre, en Sarracín. En el templo parroquial se dieron cita, además de los feligreses del pueblo, las comunidades de Saldaña, Modúbar de la Emparedada y Cojóbar. El arzobispo fue recibido por los responsables de la atención pastoral de estas parroquias, y se interesó por sus vidas, salud, trabajos, estados de ánimo y amor a sus feligresías.

 

Después, el párroco y sus compañeros recibieron afectuosamente al arzobispo, siendo un joven estudiante el encargado de darle la bienvenida oficial al templo. Mons. Iceta recibió en la puerta del templo a todos los feligreses que acudieron a escuchar sus palabras de consuelo, de ánimo y de confirmación en la fe. Durante la celebración eucarística, realizó una homilía centrada en las lecturas del Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario, en las que recordó que la importancia de saber distinguir «lo temporal de lo eterno».

 

«Nos perdemos lo mejor de la vida, realmente. Lo que no es tangible: el amor, el estar con los hijos, el cuidar a los padres, el estar con los amigos, el ayudar a los pobres, el servir a los enfermos… eso es maravilloso. Y eso, ¿cuánto vale? Es lo mejor de nuestras vidas y eso es lo que queda, en ese juicio universal, que todos vamos a pasar, nos examinan del amor, no de nuestros títulos, no de nuestras cuentas corrientes… ¿Cuánto has amado? Y, para eso, no hace falta tener mucho ni poco, se puede amar casi con nada. ¿Cuánto te has entregado?¿Cuánto has servido a los demás?», expresaba en su homilía.

 

La ceremonia, que estuvo amenizada por el coro de Cogollos, concluyó con las palabras agradecidas del párroco de Sarracín. Tras ellas, todos juntos compartieron un ágape, en el que, de nuevo, el arzobispo se rodeó de las gentes, animándoles y confortándoles en la fe.

Hontoria de la Cantera: «La esperanza es Jesucristo»

La segunda parada de la visita pastoral transcurrió en Hontoria de la Cantera, localidad que reunió en su templo a las parroquias de Cubillo del Campo, Revillacruz y Humienta, además de la comunidad local. Al igual que el día anterior en Sarracín, se repitieron los actos protocolarios por parte del párroco a la llegada del arzobispo, aunque queda para el recuerdo el volteo de campanas y el recibimiento cálido de los feligreses que se acercaron.

 

En la celebración eucarística, Mons. Iceta comentó el Evangelio del penúltimo domingo del Año Litúrgico. «La Iglesia nos dice que miremos a la eternidad, que miremos al futuro. Hoy en día que quizás la gente tiene miedo de mirar porque tampoco tienen claro qué es lo que ocurrirá para nosotros después de esta vida. En el fondo es una falta de fe, porque el Señor ya lo dijo bien claro: ‘Yo me voy para prepararos un lugar. Cuando se haya preparado un lugar vendré a buscaros, porque donde Yo estoy quiero que también estéis vosotros’. Si creemos en la Muerte y Resurrección de Jesucristo también creemos que Él nos acompañará en ese camino, en ese paso a la Eternidad y, quizás porque nuestra fe es pequeña y débil, titubeamos y no tenemos tanta constancia», explicó.

 

«De hecho el mundo de hoy vive de espaldas a la muerte. No quiere saber nada de la muerte. Y es verdad que no hay que estar todo el día pensando en la muerte, pero sí hay que estar pensando cómo me dispongo yo a la plenitud de la vida. Porque sería una mala jugada vivir en el mundo si después no hay nada y después queda el abismo; viviríamos una gran desesperanza. Por eso, muchas personas prefieren conformarse con las cosas pequeñas, que les dan un placer y les ayudan a vivir, a mitigar el dolor de la vida, pero sin esperar una esperanza grande, una esperanza eterna. Y la esperanza es Jesucristo», señaló Mons. Iceta.

 

Tras la misa, el arzobispo partió al tercer escenario de la visita pastoral, Cogollos, donde celebraría la última misa de esta primera etapa de la visita pastoral al arciprestazgo de San Juan de Ortega.

Cogollos: «Ante Dios, somos lo que hemos amado»

Los parroquianos de Tornadijo, Madrigal del Monte, Valdorros y Cogollos se reunieron con emoción en este último pueblo para recibir al arzobispo en su visita pastoral. Al mediodía, tras saludar a los feligreses, presidió la misa.

 

En el marco de una celebración animada y participada, Mons. Iceta, al hilo de la liturgia del domingo, invitó a vivir la fe, a mirar hacia la vida definitiva y plena de los hijos de Dios, y a tener muy presentes a todos los pobres, como pide el papa Francisco. «Cuando hablo con gente mayor, es curioso que muchas veces me dicen ‘de lo que más me arrepiento es de los pecados de omisión’. Es decir, de lo que podía haber hecho de bueno y no he hecho. Por eso, ante Dios somos lo que hemos amado, lo que nos hemos entregado… Qué oportunidad tan grande de cuidar de la familia, de cuidar a los amigos, de compartir con los pobres…», señalaba el arzobispo.

 

Tras la celebración eucarística, como el pueblo celebraba también la fiesta de san Román, mártir, la Corporación Municipal obsequió a los feligreses con un vino español en el polideportivo, donde tuvieron ocasión de dialogar y crear lazos entre los diversos pueblos de la comarca.

«Un Reino de misericordia y esperanza»

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«Un Reino de misericordia y esperanza»

Fuente: eberhardgross/Freepik.

 

Escucha aquí el mensaje de Mons. Iceta

 

Queridos hermanos y hermanas:

 

«Es necesario que Cristo reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos como estrado de sus pies. El último enemigo en ser destruido será la muerte. Porque Dios ha sometido todas las cosas bajo sus pies» (1 Cor 15, 25-27). Al hilo de estas palabras con las que el apóstol de los gentiles anuncia la realeza de Jesús, que no es de este mundo (cf. Jn 18, 36), hoy, último domingo del año litúrgico y solemnidad de Cristo Rey, celebramos que Él es el verdadero rey que ha de inundar lo más profundo de nuestro corazón.

 

Un Reinado de humildad, amor y servicio, hecho profecía allí donde exista un solo grano de justicia, misericordia, santidad, gracia, amor y paz. Así, como dice la Escritura, «cuando todas las cosas le estén sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a Él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos» (1 Cor 15, 28).

 

La realeza de Cristo no domina, sino que sirve; no decreta, sino que perdona. Libre del deseo de la fama, el reconocimiento y la gloria terrena, el mayor signo está en la Cruz, donde entregó su vida por amor, vilipendiado y maltratado hasta la extenuación.

 

Ahondando en cada una de las escenas de la vida de Jesús, es imposible tropezarse con un Hijo de Dios autosuficiente y vanidoso. Todo lo contrario: trata a cada discípulo como amigo, a cada amigo como hermano, a cada hermano como hijo de Dios y a cada hijo de Dios como a alguien inmensamente sagrado. Jesús no entiende de súbditos, de sumisos o de esclavos; su corona es de espinas, su única túnica es el manto de piedad y su reino eterno se escribe en el lenguaje del amor.

 

El Reinado de Cristo sólo puede hacerse presente si le hacemos un hueco en nuestra alma y dejamos que Él, sin más atributos que su pobreza y humildad, vaya enriqueciendo las estancias de nuestro vivir.

 

Permitámosle entrar en nuestra vida, en nuestra familia, en nuestro hogar, en nuestro ambiente; en todos los lugares donde falte un grano de mostaza que haga florecer un árbol colmado de aves del cielo (cf. Mt 13, 31-35), donde queden algunos trazos de una levadura que después será Pan para el mundo (cf. Lc, 13, 18-21), donde haya un tesoro escondido en el campo o una red barredera que abre sus brazos a todos sin ningún tipo de distinción (cf. Mt 13, 44-52) o donde quede quien guarde con pasión tres gotas del perfume más preciado para derramarlas sobre quien nos ha amado hasta el extremo.

 

«Nuestro tesoro es Cristo», decía san Josemaría Escrivá, y «no nos debe importar echar por la borda todo lo que sea estorbo, para poder seguirle; y la barca, sin ese lastre inútil, navegará derechamente hasta el puerto seguro del Amor de Dios» (Amigos de Dios, n. 254). No hay camino para el verdadero amor si prescindimos de Cristo, porque cuando Él reina en el corazón, lo libera de la maldad, de la envidia, de la hipocresía y de todo aquello que entristece la mirada de sus hermanos.

 

Esta fiesta de la Realeza de Jesucristo unifica cada uno de los pasos que hemos ido recorriendo a lo largo del año litúrgico. María, que está en medio de nosotros como la que sirve, nos muestra la corona de la cruz de su Hijo como un camino hacia la morada plena y definitiva. Una cruz que, si la hacemos nuestra, Ella transforma en un camino de amor.

 

Aunque el mundo no lo entienda, el mayor poder de la Realeza de Jesús radica en amar, con la fuerza del perdón y la misericordia, que hace nuevas todas las cosas. Abracemos ese sagrado mandamiento hasta amar como Él ama, con el corazón confiado en ese Reino de misericordia infinita que nace de la sangre y el agua que brotaron del costado de Jesucristo.

 

Con gran afecto, pido a Dios que os bendiga.

 

+ Mario Iceta Gavicagogeascoa

Arzobispo de Burgos

Catequistas de esperanza frente a promesas ‘wonderful’

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En un mundo donde las malas noticias, la angustia, la crisis y la depresión parecen campar a sus anchas, muchos son los que buscan un aliento de esperanza. A veces, en forma de píldora preconcebida en frases tan manidas como «la esperanza es lo último que se pierde» o las sentencias baratas del mundo «Mr. Wonderful». Otras, en los «bulos de esperanza», como las redes sociales, las ideologías o los profetas de calamidades. En otras ocasiones, la esperanza se convierte en una especie de autosuficiencia que nos hace creer que «las cosas irán mejor» pensando en que nosotros mismos saldremos del atolladero.

 

En medio de este complejo entramado de frustración, el catequista se convierte en un «signo» que hace alumbrar en niños y jóvenes el anhelo de una felicidad que va más allá de las limitaciones humanas y que responde a las promesas de Jesús y su gracia de salvación: «Dios es siempre fiel a su palabra, lo que él nos ha dicho se cumple, nos promete la vida eterna».

 

Álvaro Zamora, un joven sacerdote que ejerce su ministerio en Aranda de Duero, ha sido el encargado de animar a los catequistas del arciprestazgo de Burgos-Vena a vivir su ministerio como «una vocación» en la que ellos mismos «practiquen la esperanza» y se conviertan así en el mejor cauce de esta virtud para los demás. Para ello, les ha animado a «vivir lo que hablamos» y creer ellos mismos «en la vida eterna, porque eso nos hace vivir aquí de otra manera, a vivir esperanzados». También les ha exhortado a practicar una «mirada sobrenatural sobre las cosas, a modo de Dios», vivir la oración personal, frecuentar las sacramentos y cuidar la formación y el acompañamiento, viviendo siempre en el «santo abandono», confiando su labor a las manos de Dios.

 

Oración y testimonio

 

Además de la sesión de formación, la jornada –habitual cada año y que se ha desarrollado en la parroquia de San Martín de Porres– se ha completado con una mesa de testimonios y experiencias que, en torno a la catequesis, se desarrollan en las parroquias de la zona norte de la capital. El encuentro se ha regado también con momentos de convivencia y oración.