«La PEJ ha supuesto para muchos jóvenes conocer a Cristo y cambiar sus vidas»
Miriam Gamero Román nació en Burgos en el año 1996. Pertenece a la parroquia de San Rafael Arnáiz, donde fue bautizada e hizo su Primera Comunión. Tiene dos hermanos y ha cursado estudios de Historia y Patrimonio en la Universidad de Burgos. También ha vivido en México y en Francia dos años, para ampliar sus conocimientos. Colabora con su parroquia en distintas actividades con grupos de jóvenes. Además este verano de 2022 ha participado en la Peregrinación Europea de la Juventud que se ha desarrollado del 3 al 7 de agosto y que reúne a católicos de toda Europa en torno a Cristo. Previamente, también participó con casi un centenar de jóvenes de la diócesis de Burgos en un tramo del Camino de Santiago, desde Vigo hasta Santiago de Compostela.
Su participación en la PEJ le ha hecho ver que en realidad hay muchos jóvenes cristianos, españoles y extranjeros, que no tienen miedo a expresar su fe, así como «la confianza de creer más en Dios, que cuida de cada uno de nosotros, y el fortalecimiento de mi fe, al poder compartir con más jóvenes la alegría del Evangelio». Asegura que no hay diferencias entre los jóvenes católicos de unos países y otros, sino unión de todos bajo la misma bandera: «En Santiago estábamos todos unidos, tu importaba tu lugar de nacimiento».
Además, esta vivencia le ha servido para ver distintos frutos, tanto del Camino de Santiago, como de la PEJ: «He visto jóvenes que eran ateos y que esta experiencia les ha hecho creer en Dios y sentirse más atraídos por Él. Otros que han afianzado su fe, otros que han comprendido qué quiere Dios de ellos. Cada testimonio que han dado y que hemos escuchado de otros jóvenes es un regalo para todos. Algunos de esos jóvenes están dando testimonio en sus parroquias, por cierto».
Sobre la peregrinación hasta Santiago comenta que fueron seis días muy intensos, con una media de 24 km diarios. «Hubo días más duros que otros, también dependía de la resistencia de cada uno, pero ninguno desistió y todos llegamos a Santiago. A pesar de las ampollas, dolores musculares y rozaduras, yo sentí que Dios quería que acabara el Camino, y así fue. Es más, el último día, que eran casi 30 km, para mí fue la mejor etapa de todas. Sí notabas el cansancio, pero llegar a la plaza del Obradoiro con 100 personas más, hacer la cuenta atrás antes de entrar a ella, cantar juntos, abrazarnos por haberlo conseguido. ¡Es una pasada! Creo que hacer el Camino de Santiago antes de la PEJ te hacía vivir esos días con más intensidad». Destaca sobre todo «el compañerismo que hubo en todo momento, el animar al otro a terminar cada etapa y no dejar a nadie atrás».
Tiene intención de acudir a la Jornada Mundial de la Juventud que se celebrará en Lisboa en 2023, una experiencia que no es nueva para ella. «Ya tuve la oportunidad de acudir a la de Madrid en 2011 y a la de Cracovia en 2016. Es como la PEJ, pero mucho más grande porque van jóvenes de todo el mundo. Es una experiencia que hay que vivirla para comprenderla», asegura.
En cuanto a la pastoral de juventud en las parroquias opina que «siempre se puede hacer más; hay varias parroquias en la capital que logran atraer a los jóvenes y que se agrupan en grupos como Jesús al Centro, Hakuna, Lifeteen, grupo de jóvenes de la Sagrada Familia, entre otros. Todos ellos se basan en vivir el Evangelio en comunidad, con adoración, actividades, teatro, excursiones, etc. Supongo que cada parroquia debe valorar aquello que tiene y que puede potenciar para que más jóvenes sigan a Cristo y no dejen de ir a misa».
Miriam reconoce que «alguna vez» resulta complicado en la actualidad vivir el Evangelio: «Actualmente ser cristiano no está de moda y a veces cuesta defender lo que dice la Iglesia. Se la considera del siglo pasado o muy cerrada en varios aspectos. Es complicado defender una postura cuando lo que nos vende la sociedad actual es todo lo contrario a lo que manda la Iglesia. Por eso es muy importante estar en un grupo cristiano dentro de tu parroquia o en otro que conozcas, para no sentirte solo y que puedas compartir tus creencias con más jóvenes que piensan igual. Algunos piensan que estamos locos por creer y defender aquello que creemos, pero es muy bueno ser un loco de Dios». El inconveniente, dice, es que «en algunos lugares no hay tantos jóvenes y no se pueden reunir y compartir la fe juntos. En los grupos que conozco la gente que tiene un lugar habitual donde reunirse y donde compartir la fe está más ilusionada que los que no tienen un grupo de referencia. Solos no podemos avanzar, o no podemos crecer en la fe».