In Memoriam D. Juan Fernández Sáiz

por administrador,

Hay noticias que no, por esperadas, dejan de sorprender. Por eso, la primera reacción psicológica es negar la realidad. Poco a poco irás haciéndote cargo de la situación y aceptando los hechos. D. Juan ha muerto.

Quienes hemos tenido la suerte de conocerle y convivir con él, damos gracia a Dios por la vida de este hombre, recio, forjado en la austeridad y el dolor, inteligente, serio, leal, fiel a la palabra dada, desprendido y generoso, sin carrerismo egoísta, lo que le hacía merecedor de una autoridad moral que se imponía sin más, sin necesidad de otros postulados.

Fue Rector del Seminario mayor en unos años difíciles. También a los Seminarios llegaban ecos del mayo del 68. Gracias a D. Juan, el Seminario de Burgos superó aquellas tormentas sin anquilosarse en un pasado obsoleto y superado, dejando entrar nuevos aires, sin esnobismos vacíos, sin renunciar a lo perennemente válido. Personalmente, sin perder los nervios, sin impaciencias e improvisaciones, a veces, después de haber escuchado, era un hombre que sabía escuchar, en contra del parecer de muchos, frecuentemente sólo, supo transmitir paz, sosiego y seguridad.

Gracias, D. Juan. Es mucho lo que le debemos los muchos que somos sus deudores. En estos últimos meses, en los que tanto ha sufrido, he recibido grandes lecciones. He podido comprobar cómo lo que, en otros momentos, nos decía, Usted lo hacía vida. Una fe y confianza profunda que le han llevado a, más allá de un estoicismo impersonal, después de haber luchado, impotente, contra ella, aceptar la enfermedad con paz, agradeciendo a las personas, que le han atendido, los pequeños detalles, esperando, pacientemente, el encuentro definitivo con el Padre.

D. Juan, me va a permitir, reitere, en nombre de todos los sacerdotes que nos formamos con Usted, sólo una palabra, que quisiera expresara lo que hoy sentimos: ¡Gracias!

Que Dios, por cuya causa gastó su vida, le acoja en su Reino.

D. Juan, hermano, ¡Descansa en Paz!

Jesús Yusta Sainz

In memoriam Daniel Simón Rey

por administrador,

Daniel Simón Rey ha muerto, un hombre, un sacerdote, un profesor ha pasado a la historia. Atrás queda su vida derrochada en el estudio, en la predicación, en las aulas, en diversos quehaceres, en idas y venidas, en las clases, en charlas, en sermones, en la Catedral. Responsable en sus compromisos. Los que le hemos tenido de profesor siempre hemos admirado su claridad en la exposición, su lenguaje cercano, vivo y asequible, su seriedad en la preparación. También, su memoria prodigiosa.

Las aulas del Instituto López de Mendoza, del Seminario, de la Facultad de Teología, de la UNED guardan los ecos de esa voz potente y clara que hablaba de Santo Tomás, de Descartes, de Hume, de Derechos naturales, de ética, de etnografía, de …Las bóvedas de la Catedral, igualmente, son testigos de sus sermones bien preparados, en lógica tomista o cartesiana, siempre procurando dar respuesta a los interrogantes de los hombres. Una pequeña enciclopedia andante, siempre, intentando, apasionadamente, ampliar su ya basta cultura.

Daniel ha muerto, últimamente, herido de muerte, ha sufrido no poco. Aún recuerdo los últimos días que acudió a la Catedral, uno de ellos, tuve que acercarle a casa, era consciente de lo que se le avecinaba. En fin, es la finitud de todo lo humano, eso que él tan bien explicaba, que nos asedia y, finalmente, acaba, aparentemente, venciendo. Porque, como él también nos decía. La última palabra, la definitiva, no es muerte, sino vida.

¡Descansa en paz, Daniel!. Que el Buen pagador, por Quien gastaste tu vida, te premie lo mucho que por su Causa hiciste. Daniel, nos reencontraremos. ¡Hasta luego!.
¡Dale, Señor, el descanso eterno!.

Jesús Yusta Sainz