
Las religiosas han atendido la casa sacerdotal desde hace 30 años.
Las Hermanas Hospitalarias de Jesús de Nazaret dejaron la Casa Sacerdotal el pasado 16 de febrero. El equipo, que tantas horas de cuidado servicio dedicó a la casa, estaba agotado. El día 10 del pasado mes tuvo lugar la despedida oficial, con una misa de acción de gracias presidida por el arzobispo , Francisco Gil Hellín, y en la que participó la casa en pleno y concelebraron los sacerdotes.
Gil Hellín tuvo palabras delicadas y emotivas de agradecimiento a las Hermanas Hospitalarias por la abnegada dedicación que han prestado durante años a los sacerdotres enfermos, jubilados y ancianos.
En la comida, en la que participaron las Hermanas, el arzobispo y la representación de la Casa Sacerdotal, se hizo memoria de la estancia de las religiosas en la diócesis, recuerdos que llevaron a algunas Hermanas a emocionarse. Se entonaron cantos alusivos a sus vidas y el director de la casa les ofreció como obsequio una Virgen repujada en plata, para terminar con un soneto y un canto mariano. La sobremesa fue el momento de reconocer y agradecer todos sus servicios, y desde la dirección se entregó a cada una de las religiosas un obsequio, que estuvo acompañado de versos dedicados a todas ellas.
80 años trabajando en Burgos
La congregación de las Hermanas Hospitalarias fue fundada en el año 1673 por el padre Cristóbal de Santa Catalina. Su carisma es la atención a los pobres, los necesitados y los enfermos.
Las Hermanas Hospitalarias llegaron a Burgos en 1935. Las recibieron con campanas y alegría en el Hospital del Rey, del que se hicieron cargo. Durante la guerra civil fue declarado hospital de guerra, exigiendo a las Hermanas una gran entrega en esos años. Tras esto, el hospital quedó maltrecho y estuvo funcionando como orfanato por un tiempo breve. Al cerrarse este por falta de medios, el doctor Vara abría una clínica y solicitó la labor de las Hermanas para atenderla. La clínica terminó cerrando en 1957, y entonces monseñor Pérez Platero les pide que se hagan cargo de la preceptoría de Arija, donde permanecieron 10 años.
Parecía que la relación entre la congregación y la diócesis se iba a dar por terminada con este último hecho, por no fue así. Había un nutrido número de vocaciones burgalesas amantes de su tierra, y así, en el año 1985, volvieron las hermanas a Burgos para dirigir la Casa Sacerdotal.
Las religiosas han estado 30 años atendiendo dicha casa, y 80 trabajando en la diócesis. En ella han dejado muestra del carisma del beato Cristóbal, su fundador: humildad, sencillez, entrega y amor han quedado impresos en el trabajo que han realizado a los largo de todas estas décadas.