
El pasado jueves, varios sacerdotes y diáconos a los que ordenó don Francisco, celebraron con él una eucaristía de acción de gracias en el Seminario.
Desde sus comienzos como pastor de la diócesis, don Francisco ha ordenado a 22 sacerdotes y se ha implicado mucho en la misión del Seminario de San José, abordando tareas que suponen el discernimiento y formación de los futuros sacerdotes. Fernando Arce Santamaría, rector de la institución, cuenta que don Francisco «no quiere que haya nadie en el Seminario que no quiera ser sacerdote, pero que tampoco haya nadie fuera del Seminario que quiera ser sacerdote». Por eso, ha fomentado la vocación sacerdotal, dando incluso la posibilidad de discernimiento a todos sabiendo las dificultades y exigencias que esto conlleva y que, como ha sucedido en algunos casos, podía acabar mal el proyecto.
«Aunque no es novedad –continúa Arce–, es muy importante para nosotros el que haya cuidado lo que ya teníamos en Burgos: el Seminario menor, con clases e internado, y el Seminario mayor».
Entre las novedades que don Francisco ha aportado al ámbito de las vocaciones sacerdotales, destaca la erección del Seminario Diocesano Internacional y Misionero Redemptoris Mater Santa María la Mayor, la modificación del proyecto educativo del Seminario de San José –por el que se abre la posibilidad en el Seminario menor de los seminaristas en régimen de familia junto a los seminaristas en régimen interno–, la creación de documentos que ha dirigido al Seminario como norma de actuación (la carta «Nuestro Seminario ante la nueva evangelización» y el «Reglamento comunitario del Seminario mayor San José»), además de la instauración del diaconado permanente, encomendando a los formadores del Seminario el discernimiento y la formación de los futuros diáconos permanentes.
La formación de los seminaristas es integral y se desarrolla en cinco ámbitos: humana, intelectual, espiritual, comunitaria y pastoral. Según Arce, «don Francisco ha hecho hincapié en la formación humana como base sobre la que Dios da la gracia del sacerdocio. La formación humana consiste en desarrollar una personalidad llena de virtudes, con fortaleza de ánimo, sincera, trabajadora (sobre todo en el estudio durante el tiempo de Seminario), disponible a lo que le manden y fiel. Junto a ella, nos pedía estar enamorados de Jesucristo como fundamento de nuestro sacerdocio y único motivo de nuestra vida. Y que tuviéramos un amor grande a la Iglesia, con una gran apertura de espíritu para acoger y querer todo lo que ella quiera».
La formación de los sacerdotes no termina una vez han sido estos ordenados, sino que continúa, es permanente. Consiste en una formación integral, que al igual que en el Seminario comprende los cinco ámbitos formativos.
Don Francisco ha mostrado preocupación por la formación de sus sacerdotes, siendo algunos de ellos enviados a Roma a formarse, y en estos casos no solo se buscaba la formación intelectual, especializada en algún ámbito de la teología, sino que se fuesen desarrollando como buenos sacerdotes.
«Ha buscado la comunión con sus sacerdotes y se ha hecho cercano a ellos –señala Arce–. Desde el Seminario he visto como le gustaba estar con los seminaristas y hablar con ellos transmitiéndoles sus inquietudes e ilusiones y cómo esto ha continuado con aquellos a los que iba ordenando sacerdotes».
Diego Mingo
Diego se ordenó en 2011, «fue el día más importante de mi vida, en el que empecé a ser mediador entre Dios y los hombres».
Durante estos años de formación, la influencia de don Francisco es innegable: «De un obispo se aprenden muchas cosas pero, en su caso, he intentado integrar, en mi vida sacerdotal, su cercanía para con cada persona. Cuando todavía estaba en el Seminario, recuerdo con agrado cómo se acercaba a dialogar personalmente con cada uno». Una cercanía que, según Diego, se concreta en el interés que siempre mostró don Francisco por cada uno de sus pasos hacia el sacerdocio, «así como de las otras disciplinas intelectuales que he cultivado durante todo este tiempo». «También le agradezco tremendamente su felicitación por el día de mi cumpleaños… porque el hecho de que se acuerden de uno, eso ya es importante. Y como Pastor de esta Iglesia Diocesana, le agradezco tremendamente la visita pastoral que hizo a la parroquia para animarnos en la tarea del anuncio del Evangelio». Además, Diego comenta que uno de los pilares fundamentales de su episcopado era las vocaciones sacerdotales, «por eso, intento suscitarlas también en esa porción del Pueblo de Dios que se me ha encomendado».
Antonio Bocanegra
Antonio se ordenó en 2009 y recuerda la fecha como el mejor día de su vida. Fue una jornada emocionante y llena de alegría para él y su familia. La suya fue una vocación tardía, y recuerda el ánimo y la confianza que don Francisco le dio para afrontarla, además de todo lo que ello implica: la vida en el seminario, los estudios teológicos («ya que me costaron bastante»), y sobre todo, siente especial agradecimiento por que le consideró digno para el ministerio sacerdotal.
De don Francisco cuenta que le ha enseñado a valorar la importancia de la liturgia, sobre todo en la Santa Misa, y le ha hecho caer en la cuenta de que la Eucaristía es obra de Dios, «no es obra mía, no puedo hacer lo que me venga en gana, tengo que seguir las rubricas que manda la Santa Madre Iglesia», añade.
También destaca que ha aprendido a ver en don Francisco un Padre y un pastor que se preocupa por sus seminaristas y sacerdotes, «que les felicita los cumpleaños y les va a visitar cuando están enfermos en el hospital». Sobre este tipo de detalles él tiene mucho que agradecerle, ya que fue operado cuando era seminarista y el arzobispo no dudó en acudir a visitarle, un gesto que no olvidará.
Durante su experiencia como sacerdote, Antonio relata que ha aprendido que es muy importante la formación en el seminario y en la facultad de Teología, pero también la «Tiología», o sea, «estar con la gente y conocer a la grey que me toca pastorear en los pueblos, donde Dios, por medio del obispo me ha enviado». También le ha servido mucho un consejo que le dio don Felipe, sacerdote de San Leonardo de Yagüe, el día que tomó posesión como párroco de Hontoría del Pinar, y quien le dijo recomendó «paso corto, vista larga y mucha cachaza». Es decir, «no avasallar ni pretender cambiar rápidamente las cosas de una parroquia, ser prudente y adelantarse a los acontecimientos, y tener paciencia y aguante ante los mismos».
Carlos Azcona
Carlos vivió el día de su ordenación, hace ya tres años, con mucha emoción y un profundo agradecimiento al Señor: «Fue un día de gracia, en el que Jesucristo me tomó entre sus manos e hizo una nueva criatura del barro que le fue presentado». Y de ese día guarda un especial agradecimiento a don Francisco, «el arzobispo que me acogió en el Seminario, el que me acompañó durante mi formación y el que me ordenó. Ha estado muy presente en la historia de mi vocación».
Desde entonces, siente la necesidad de estar en sintonía con el Señor, de vivir en comunión con Él, para poder acercar a las personas a Dios y a Dios a las personas. Después de los años de formación en el seminario, el aprendizaje continúa. «Debido a la intensidad del trabajo sacerdotal, podemos perder fácilmente el norte si no somos nosotros los primeros en mantener un trato constante con el Señor, a través de la oración y los sacramentos. He aprendido también la importancia de que el sacerdote se haga presente en la vida de las personas, en los buenos y en los malos momentos, para acompañar e iluminar con la luz de Cristo todas las situaciones de la vida».
Esta intensidad a la hora de trabajar la ha aprendido de don Francisco, a la vez que a poner toda la confianza en el Señor, haciendo de la familia el centro de la acción evangelizadora. También cuenta que él le ha enseñado «a saber dudar de mí mismo y a no quedarme encerrado en mi propia comodidad, sino a tener iniciativa y a volcarme especialmente con los jóvenes».