
Luis, Juan Antonio y Eduardo serán ordenados presbíteros. Osvaldo será diácono.
Luis
Luis Renedo Juárez tiene 25 años. Entró en el Seminario junto a su hermano cuando solo tenía 12 años convencido de que «quería ser cura». Ahora prepara su licenciatura estudiando la teología del martirio en el beato burgalés Valentín Palencia, mientras sirve como diácono en la parroquia de Medina de Pomar los fines de semana. Este joven risueño, natural de Melgar de Fernamental «y bautizado en Villanueva de Odra», como le gusta destacar, espera su próxima ordenación sacerdotal «ilusionado y contento» y «algo nervioso» mientras atiende los preparativos del gran día.
Aunque asegura que su idea de sacerdote ha variado durante sus años en el Seminario, no quiere imaginar cómo será su futuro ministerio, pues es algo que, dice, «le compete a Dios»: «La tarea del sacerdote es escuchar la Palabra de Dios y cumplirla y Él actuará», revela. «Nuestro ministerio deberá basarse en vivir la Palabra de Dios y ese será nuestro testimonio sacerdotal». Sobre cómo animaría a otros jóvenes a ser sacerdotes asegura que «es más sorprendente de lo que uno se espera. Aunque parezca mentira por la razón, Dios actúa y te capacita a pesar de tus miedos».
Juan Antonio
Juan Antonio Cabrera tiene 29 años, es natural de Pozoblanco, un pueblo de Córdoba. En septiembre de 2005 entró en el Seminario Redemptoris Mater de Córdoba y en 2005 se trasladó a Burgos, cuando se abrió aquí el seminario diocesano del Camino Neocatecumenal. En el entretiempo, trabajó dos años en una misión en Ciudad Juárez, México, colaborando con un equipo de catequistas, visitando comunidades y estando «al servicio de lo que hiciera falta». Desde que es diácono, ejerce su ministerio en la parroquia de la Sagrada Familia de Burgos. Asegura que quiere ser sacerdote porque siente que «Dios me llama a servirlo a él a través de los demás, en la Iglesia», a la vez que indica: «Él me va preparando y me perdona tanto… Así que me gustaría ser testigo de esa misericordia que el Señor tiene conmigo sirviendo a los demás».
Ante su ministerio, pide que recen por él, a la vez que revela que «soy feliz y la vocación no me ha quitado nada, al contrario, el Señor me ha regalado muchas cosas y eso me llena de alegría». A los jóvenes que se planteen su vocación les anima: «No tengáis miedo, el Señor nos lleva adelante».
Eduardo
Eduardo María Pérez nació hace 33 años junto a la parroquia de San José Obrero. Estudió la filosofía y parte de la teología en Roma, e hizo una experiencia misionera en Brasil y Chile durante algunos años como religioso. Terminó su formación en el Seminario diocesano de Burgos y ha colaborado en la pastoral de la parroquia de la Vera Cruz de Aranda de Duero. Para él ser sacerdote «es algo por lo que vale la pena pasar cualquier sufrimiento… ¡Es demasiado grande poder ser instrumento para que otra persona descubra el amor de Dios!». Quiere vivir su futuro ministerio con el deseo de que «mucha gente experimente el amor de Dios. Y dado que esta experiencia sólo Dios la puede regalar, me limitaré a favorecer encuentros entre Dios y las personas. Creo que un lugar privilegiado es la Adoración y el testimonio de entrega desinteresada», indica.
A un joven que tenga dudas sobre su vocación sacerdotal, «le señalaré el Sagrario y le diré: «No te separes nunca de Él. Lo demás te podrá fallar, pero mientras tengas los ojos fijos en Cristo, Él te dará la fuerza. Si lo tuyo es de Dios, nadie te podrá detener»».