
Las Operarias del Divino Maestro han trabajado en la Casa de la Iglesia desde hace más de 30 años.
Las Operarias del Divino Maestro (Avemarianas) constituyen en la Iglesia un instituto de religiosas de votos públicos cuyo fin es buscar en toda la gloria de Dios, la santificación de sus miembros y la evangelización de los pobres. Para ello, buscan que Cristo se instaure en la familia, según su peculiar carisma de educación cristiana mediante la promoción humana y social, especialmente a través de la escuela.
Aunque la especialidad de este Instituto es la escuela, vinieron a Burgos a petición del arzobispo don Teodoro Cardenal en 1985. «Él tenía mucha ilusión en comenzar la misión de la Casa de la Iglesia», afirma la hermana Concepción Revilla, religiosa que ha estado trabajando durante cinco años en el ordenamiento de la Casa.
Según la Hermana Concepción, para don Teodoro Cardenal la Casa de la Iglesia era «la niña de sus ojos». «Aquí nos trajo con la misión de dar comienzo en Burgos a las actividades de la Casa y la Iglesia», señala.
En estos 31 años, muchas hermanas se han hecho cargo del buen funcionamiento de la Casa de la Iglesia. En estos momentos, cuatro son las que organizan las actividades a la vez que se encargan de llevar la librería del arzobispado.
Las Hermanas Natividad Río, Ana Pérez, Concepción Revilla y Carmen Villanueva vinieron cuando se lo requirió su Instituto. La hermana Carmen, la más veterana, lleva trabajando desde 2007. Le sigue la hermana Concepción, quien lleva cinco años, y las hermanas Natividad y Ana que llegaron hace cuatro años.
La Comunidad pretende, según recalca la Hermana Concepción, que la Casa de la Iglesia sea un lugar para «rezar juntos, trabajar juntos, dialogar juntos, servir con eficacia, y difundir la cultura religiosa».
Apoyo, colaboración y orientación
A lo largo de estos años, las hermanas han desempeñado tareas apoyo y colaboración en la diócesis. «Especialmente en lo que la Casa de la Iglesia lleva consigo: llevar la librería religiosa, facilitar a los sacerdotes la obtención de libros de catequesis y todo lo relacionado con lo del sacerdote en cuanto a ornamentos y todo lo necesario para el buen funcionamiento de los sacerdotes en los pueblos», recuerda la Hermana Concepción.
Otra de las tareas encomendadas ha sido la de informar sobre las actividades de las diferentes delegaciones diocesanas y coordinar sus oficinas que se encuentran instaladas en la Casa de la Iglesia. Además de cuidar todo lo relativo a la capilla, ornamentos, etc.
Un misión importante ha sido orientar sobre el contenido de libros expuestos a la venta en la Librería Diocesana, teniendo en cuenta los intereses y necesidades de las personas que los demandan: niños, jóvenes, seglares, sacerdotes y religiosos. «Hemos participado en actividades o tareas pastorales impartiendo catequesis en parroquias de Burgos», añade Concepción, quien asegura que por falta de personal, en estos momentos, «no ayudan en algún comedor de inmigrantes». «Esta labor en algún momento sí que se ha llevado a cabo, iban hermanas a Atalaya. Por la falta de personal y por la falta de tiempo colaboramos actualmente con una aportación económica a esta institución».
Plena dedicación a los demás
Las cuatro Hermanas se llevan un buen recuerdo después de tantos años trabajando para la diócesis y los fieles de Burgos. «Nos llevamos la buena acogida que hemos tenido en la diócesis. Hemos trabajado muy a gusto con los distintos departamentos que nos han solicitado su ayuda», afirma la Hermana Concepción en nombre de todas sus compañeras.
Han sido cinco años de trabajo en los que, según ella, han aprendido «lo relativo a una librería, su funcionamiento y el trasiego que lleva consigo». Cinco años por tanto de dedicación plena a los demás.
Las cuatro Hermanas comienzan ahora un nuevo camino. «Nuestra nueva etapa es una incógnita», reconoce la Hermana Concepción sonriendo. «Lo que el Señor nos depare a cada una. Estamos abiertas a lo que la Iglesia nos pida por medio de nuestro Instituto. Y seguiremos dando lo mejor de cada una», concluye.