La ciudad de Burgos rinde homenaje a su santo patrón

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Fajas, corpiños, dulzainas y tambores, danzantes y Gigantillos. La plaza de san Juan y la iglesia de San Lesmes han sido esta mañana testigos de un considerable trajín de burgaleses que, un año más, han querido ser fieles a la cita con su patrón. Además de los miembros de la Federación de Peñas y casas regionales y representantes de la ciudad francesa de Loudum, cuna natal de san Lesmes, a la fiesta han acudido también el alcalde de la ciudad, Francisco Javier Lacalle, y miembros de la corporación municipal para hacer entrega del cirio que la ciudad deposita cada año a los pies de la tumba del abad francés. Todo enmarcado en una solemne eucaristía donde no han faltado tampoco la tradicional ofrenda de panecillos al santo y la imposición de medallas a los nuevos miembros de la asociación Adelmus.

Un hermano querido

La misa de conmemoración de san Lesmes ha estado presidida por el arzobispo, don Fidel Herráez Vegas, quien ha calificado al santo francés como «un hermano nuestro muy querido» «que vive para siempre» y es un ejemplo a seguir pues, como él, «tenemos que ir aproximándonos poco a poco a la santidad en la vida de cada día», sin necesidad de hacer «cosas extraordinarias».

 

En una homilía pronunciada en español y en francés, el pastor de la diócesis ha señalado que la grandeza de san Lesmes reside en «vivir unido a Dios y esforzarse en trabajar para que la sociedad fuese más saludable y más humana». De hecho, ha recordado el empuje que el santo abad dio a la ciudad canalizando el agua del río o acogiendo a los peregrinos que, camino de Santiago, pasaban por la ciudad. Todo un ejemplo de que «Dios siente predilección por la gente sencilla como san Lesmes», que supo vivir la dinámica de las Bienaventuranzas.

Santo abad

San Lesmes nació en Loudum (Francia) el año 1035; pero a petición de la reina Constanza, esposa de Alfonso VI de Castilla, se traslada a Burgos, para habitar en el monasterio benedictino situado junto a la Iglesia de San Juan, con una hospedería para los peregrinos del Camino de Santiago. Por su caridad y servicio hacia todos, especialmente hacia los enfermos, mereció ser considerado por Burgos como su patrono. Murió el año 1097.

La plenitud de los monjes del yermo

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En el silencio del yermo, los monjes buscan a Dios en el silencio.

 

Viven en un paraje solitario, rodeados de montes y bosques, sin ninguna población alrededor. Por algo recibe este lugar el nombre de «yermo». Y sin embargo, no les falta nada, tienen todo lo que necesitan: a Dios y su trabajo diario, que a Él se lo dedican. Ellos son los monjes eremitas Camaldulenses que habitan en el monasterio de Nuestra Señora de Herrera, los únicos de esta congregación que se encuentran en España y cuyo emplazamiento se sitúa en los Montes Obarenses, en el municipio de Herrera, que pertenece a Miranda de Ebro.

 

Allí consagran su vida a Dios doce monjes, lo que supone un repunte respecto al año pasado, cuando eran diez. El padre Pablo, quien atiende a todo aquel que quiera ponerse en contacto con la comunidad, explica que son las doce pequeñas ermitas o celdas que habitan y que tienen apariencia de casitas, las que condicionan el número de hermanos que se acogen en este lugar. Actualmente están todas ocupadas y ya no hay más plazas.

 

Preguntado sobre el porqué de este aumento de vocaciones, el padre Pablo y sus compañeros no ven una explicación: «No lo sabemos, pensamos que es la Providencia de Dios, ya que no hacemos ningún tipo de propaganda vocacional. Pienso que es también por la inquietud y la necesidad en algunas personas que manifiestan un deseo de buscar a Dios, que les lleve a una vida más sencilla y también más definida, y aquí encuentran lo que buscan».

 

La mayoría de los hermanos son españoles, y proceden de lugares como Andalucía, Valencia, Murcia o Madrid, aunque también hay monjes de Corea, Portugal e Italia.Siguen la regla benedictina, de manera que la estructura de su jornada diaria es afín a la de otros monasterios benedictinos o cistercienses. Es el oficio divino –la oración litúrgica– el que determina la división del día, porque se entiende que esta debe sostener la vida de oración del monje. «Para nosotros la primacía fundamental es la idea de oración y materialmente se apoya en la oración litúrgica», explica el padre Pablo. La jornada comienza a las cuatro de la madrugada y la ocupan una serie de oraciones (Maitines, Tercia, la hora Nona, Vísperas, etc.), la santa misa… y también hay ocasión para el tiempo libre.

 

La distribución de este queda en manos de cada monje, pero sigue siendo tiempo dedicado a la búsqueda de Dios y se ofrece a la lectura, a la oración o a algún trabajo físico que suponga un descanso, como pueden ser trabajos manuales, de huerta (tratan de producir sus propios alimentos para subsistir, sin fines comerciales), en el jardín… «Pero siempre se da primacía a la oración, porque tampoco nos sobra mucho tiempo, aunque pueda parecer que sí. El fundador de la congregación dice que el monje debe tener siempre más cosas para hacer que tiempo disponible, ya que entiende que la ociosidad es algo muy negativo en la vida contemplativa. Así que aunque tenemos momentos libres, uno no se plantea qué hacer durante ese tiempo, que se suele dedicar a la búsqueda espiritual mediante la lectura y la oración».

Retiros espirituales

El monasterio cuenta con hospedería y en ocasiones hay laicos que se acercan a vivir unos días de retiro y oración (la congregación pide a los huéspedes que su estancia sea con un objetivo claramente espiritual). «La hospitalidad es otra característica de la Regla de san Benito, pero en nuestro caso hay dos obstáculos: la primera, es que por las normas de clausura de nuestra congregación, en el interior del monasterio pasan solamente los hombres, y eso ya es un límite grande. Y pasa también que el monasterio es frío y nos calentamos con estufas de leña, y a esto no está todo el mundo acostumbrado. Así que cuando recibimos peticiones para venir en los meses de invierno, el mismo superior advierte de estas circunstancias para que se sepa que no va resultar muy cómoda la estancia».

Una vida en plenitud

Desde luego no es una vida cómoda y la exigencia espiritual y física es alta, pero esto se sostiene gracias a la vocación, que aunque no evita momentos duros, sí aporta la luz que hace falta para vivir de esta manera. Así lo explica el padre Pablo: «Está claro que físicamente, si lo comparamos con otras formas de vivir, es una vida dura porque se pasa mucho tiempo a la intemperie, ya que estamos en lo alto del monte, a 500 metros, y con unos meses de invierno rigurosos, pero para nosotros es una cuestión vocacional. Cuando se encuentra el sitio donde se entiende que Dios lo quiere y cuando se vive la vida en plenitud, uno lo hace con gusto. Se asume porque cualquier forma de vida tiene humanamente su parte exigente». Pero no es la parte física la más severa: «Lo más difícil para nosotros es quizás lo que es prioritario, porque el objetivo de nuestra vida es la unión con Dios a través de la oración continua, y llevarla a cabo es lo más bonito y deseable, pero también lo más difícil, porque hay distracciones, hace falta esfuerzo, humildad, continuidad… pero es por lo que se trabaja con más motivación también. A nivel físico hay muchas incomodidades, pero todo eso se queda claramente en un segunda plano».

Tras las huellas de San Lesmes

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Queridos burgaleses: Me alegra mucho poder celebrar una vez más con vosotros esta fiesta tan entrañable para todos en torno a nuestro patrón San Lesmes. Releyendo algunos de los datos de su vida, podemos encontrar motivos de agradecimiento, fiesta y compromiso para caminar siguiendo sus huellas.

 

Lesmes nació en Loudun (Francia) el año 1030. Por influjo de sus padres sigue la carrera militar, pero a la muerte de éstos la abandona y se hace monje benedictino. Años más tarde, por deseo del rey Alfonso VI y su esposa, viene como asesor a España y encargado del Papa Gregorio VII para sustituir el rito litúrgico hispanomozárabe por el rito latino. Consigue que se le conceda la ermita burgalesa de san Juan junto con su monasterio y hospital. Allá se entrega a atender a los peregrinos del camino de Santiago, alimentar a los pobres y cuidar a los enfermos. Destaca por su asesoramiento en obras de saneamiento del río, tarea que evitó muchas pestes e inundaciones a la ciudad. Muere el 30 de enero de 1097. Y, por ello, Burgos celebra su patronazgo el domingo más próximo a esta fecha.

 

Estos breves trazos sobre su vida, nos hacen valorar la figura y el testimonio de San Lesmes. Creo que su vida puede ayudarnos a trabajar por una sociedad más saludable y humana. Hay una realidad concreta en la que San Lesmes es una referencia para nosotros. También hoy estamos emplazados a estar atentos, como él, a los peregrinos que vienen a nuestra tierra. A los que están realizando la experiencia humana y espiritual del Camino de Santiago y a todos aquellos emigrantes que anhelan una sociedad que los acoja y dignifique. Desde aquí, nos resulta más cercano el reto que el venerado San Juan Pablo II realizaba a las Iglesias en Europa a fin de crear entre todos una cultura nueva: «se plantea en Europa, decía, la cuestión de su capacidad para encontrar formas de acogida y hospitalidad inteligentes… El fenómeno mismo de la globalización reclama apertura y participación, si no quiere ser origen de exclusión y marginación, sino más bien de colaboración solidaria de todos en la producción e intercambio de bienes». Y, así mismo, subrayaba que «una convivencia pacífica y un intercambio de la propia riqueza interior harán posible la edificación de una Europa (de Burgos, en nuestro caso) que sepa ser la casa común, en la que cada uno sea acogido, nadie se vea discriminado y todos sean tratados, y vivan responsablemente, como miembros de una gran familia».

 

Estos criterios, sin duda, nos ayudarán a prestar más atención a los que tienen necesidad. Bajo el símbolo de repartir los panecillos, San Lesmes nos anima a ser personas que comparten su vida y sus cosas con quienes menos tienen y más lo necesitan. Por desgracia, sigue habiendo muchos hermanos nuestros que viven en la precariedad, que no tienen para vivir, que su vida reclama apoyo y cercanía, que se encuentran solos, enfermos o necesitados. Por suerte, hay muchos organismos burgaleses, de diversa índole, que hace tiempo han tomado nota de todo ello y prestan un gran servicio. Os invito a que, ante «las pestes» de nuestros días, seamos capaces de ir creando puentes de diálogo y colaboración entre todos. Así la ciudad será más humana, fraterna y habitable.

 

Un santo es un reflejo de Jesucristo. No solo vemos a Cristo a través de sus santos, como la luz a través de un cristal, sino que entendemos a los santos solo a través de Cristo. Seguir las huellas de San Lesmes ha de llevarnos a los cristianos a estar atentos a las llamadas que el Señor nos dirige en cada momento. Él moduló su vida creyente en favor de un seguimiento más radical del Espíritu en su vida benedictina y asumió una nueva misión para llevar adelante la reforma gregoriana en estas tierras.

 

Pidamos a Dios, por intercesión de San Lesmes, que como Iglesia diocesana nos dejemos conducir por el Espíritu del Señor Resucitado y sepamos ir realizando el proyecto que nos hemos dado para los próximos años: vivir en conversión pastoral y misionera sin prisas, pero sin pausas. Es a lo que nos anima el Papa Francisco cuando dice: «La Iglesia ‘en salida’ es una Iglesia con las puertas abiertas. Salir hacia los demás para llegar a las periferias humanas no implica correr hacia el mundo sin rumbo y sin sentido. Muchas veces es más bien detener el paso, dejar de lado la ansiedad para mirar a los ojos y escuchar, o renunciar a las urgencias para acompañar al que se quedó al lado del camino».

 

¡Feliz fiesta y que San Lesmes nos bendiga y ayude a todos!

Los encuentros de Pastoral Obrera celebran su 25 aniversario

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La Pastoral Obrera de la diócesis está de enhorabuena. Esta mañana, el Seminario de San José ha sido el marco escogido para celebrar el 25 aniversario de sus encuentros diocesanos, un cumpleaños que ha contado con la especial presencia del arzobispo, don Fidel Herráez, y de don Antonio Algora, obispo responsable del departamento de Pastoral Obrera de la Conferencia Episcopal Española, quien se ha felicitado por la labor que realizan los militantes cristianos de Burgos para concienciar a la sociedad de las consecuencias que genera «el conflicto social» y que el propio sistema económico se encarga de silenciar.

 

Para Algora, la Pastoral Obrera tiene una importante misión en la vida de la Iglesia, pues «nos hace sensibles a lo que está pasando». De ahí que apueste por la creación de «grupos y comunidades que, desde la Doctrina Social de la Iglesia, ayuden escapar de lo que genera corrupción en este mundo, que nos despejen del adormecimiento al que nos somete esta sociedad moderna que acalla el conflicto del trabajo y la sociedad del descarte que genera».

 

A pesar de que la Pastoral Obrera es una semilla todavía en germen, en los últimos 25 años Algora vislumbra que «no hemos perdido el tiempo». «Se ha trabajado, y mucho, y hemos de seguir ofreciendo lo que somos y tenemos para denunciar la rueda impuesta por la sociedad del consumo». Y es que «el ser y el obrar de la Iglesia» es precisamente ese, el de «promover el desarrollo integral del hombre a la luz del evangelio». De ahí que insista en «tomar conciencia de lo que está ocurriendo en el mundo del trabajo y vislumbrar cómo romper el mecanismo vicioso que nos integra a todos en la vertiginosa cultura del descarte que olvida la dignidad de la persona».

 

Un drama que el mismo sistema económico se encarga de silenciar y que la Iglesia quiere denunciar desde dentro para demostrar que «el trabajo humano es principio de vida y no mero empleo que hace recambiable al sujeto del trabajo sin pensar en sus consecuencias familiares o sociales». Y eso hay que hacerlo «desde dentro», «no yendo allí y rociando agua bendita», sino a través de «personas concretas que sepan estar en el mundo del trabajo descubriendo allí la presencia de Dios».

Análisis y gesto público

Este análisis de la realidad es el que se ha intentado conocer esta misma mañana a través de la presentación del drama que sufren muchos trabajadores y desempleados de la provincia. Además, el vicario de Pastoral, José Luis Lastra, ha desgranado los objetivos que la Iglesia burgalesa pide cumplir a los equipos de Pastoral Obrera y los pasos que ha ido dando esta pastoral en la diócesis desde sus inicios. La mañana ha concluido con un gesto público frente al Arco de Santa María, donde se han denunciado las causas que clausuran la dignidad de las personas y las llaves para romper esa lógica de la exclusión.

Miranda de Ebro concluye la semana de oración por la unidad de los cristianos

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La parroquia de Santa Casilda, de Miranda de Ebro, acogió en la tarde de ayer viernes una oración ecuménica, en el marco del octavario de oración para la unidad de los cristianos. Con los 500 años de la reforma protestante como telón de fondo, se hizo uso de los materiales propuestos por el Pontificio Consejo para la promoción de la unidad de los cristianos, con motivo de esta efeméride.

 

Bajo el título «Reconciliación. El amor de Cristo nos apremia», la velada comenzó con un salmo de alabanza, al que siguió la construcción de un muro con doce ladrillos, que simbolizaban doce pecados que nos separan a los cristianos (odio y desprecio, persecución, comunión rota…). Tras la lectura de la palabra de Dios, se desmanteló el muro, pasando a componer una cruz con las mismas piedras. Este gesto sirvió para pedir al Padre común la reconciliación entre las Iglesias cristianas.

 

Seguidamente se rezaron unas oraciones de intercesión y se encendieron las velas de la asamblea, antes de rezar juntos el Padrenuestro y recibir la bendición conjunta, por parte de los tres ministros que presidían la celebración: un católico, un miembro de la comunidad cristiana «Roca de Salvación» y otro de la Iglesia cristiana redimida de Dios.