El Movimiento Familiar Cristiano celebra su asamblea diocesana

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La reunión tuvo lugar en el Seminario de San José.

La reunión tuvo lugar en el Seminario de San José.

 

El Movimiento Familiar Cristiano de Burgos celebró en la jornada de ayer su asamblea diocesana anual. Reunidos en el Seminario diocesano de San José, los diferentes Servicios de Promoción, Infancia y Juventud, Solidaridad familiar, Prematrimoniales y Encuentro Conyugal, presentaron las actividades realizadas durante el pasado año y los nuevos objetivos para recién estrenado curso. Todo ello dentro del marco del plan diocesano de pastoral «Discípulos misioneros».

 

Los responsables del movimiento en la diócesis «dan gracias a Dios por el curso pasado» y encomiendan a la Sagrada Familia de Nazaret «los objetivos del nuevo curso, para seguir al servicio de la Iglesia en Burgos a través de nuestro apostolado familiar».

El CIE organiza un curso intensivo de espiritualidad

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lago CIE

 

El Centro Ignacio Ellacuría del Centro de Pastoral La Merced (CIE) organiza un taller intensivo de espiritualidad con el título «Almuerzo junto al lago», que será impartido por Manuel Plaza. Comenzará el viernes 29 de septiembre a las 20:00 h. y finalizará el sábado 30 a las 20:30 h., y se desarrollará en régimen de internado en la residencia de Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús (Avenida de Palencia).

 

Los contenidos del curso serán: «La Escuela de Ignacio de Loyola, una mística de mediación», «Salir a pescar», «Hospitalidad en la orilla», «Restablecer conexiones y encomendar tareas» y «La mística de la «reconciliación» en la vida». En cuanto a la metodología, se trabajarán materiales especializados con tiempo de reflexión personal y en grupo.

 

Para más información e inscripciones (hay plazas limitadas, se requiere inscripción previa), se puede contactar con el CIE a través de la dirección de correo electrónico [email protected] o en los teléfonos: 947 41 36 14 / 947 26 62 50.

Jóvenes burgaleses participan en varios programas de cooperación internacional

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El verano es tiempo de descanso y relax. Aunque algunos también lo aprovechan para ejercer la caridad, ensanchar su espíritu solidario y echar una mano a quien más lo necesita, incluso fuera de nuestras fronteras. Una noble empresa que desde hace algunos años se está consolidando e incluso ampliando en la Iglesia burgalesa. Al ya más que asentado programa de cooperación al desarrollo UBU-Bangalore, con el que varios universitarios pasan un mes en la India trabajando con los niños de un centro escolar en la ciudad, se han sumado este año otras experiencias de carácter misionero. Algunos de los seminaristas de la diócesis han viajado a distintos países como Perú, Argentina o Ecuador. También la delegación de Misiones junto al programa de Cooperación Internacional de Cáritas Burgos han organizado varias experiencias que han permitido a algunos jóvenes pasar un mes conociendo otras realidades y paliando algunas de las necesidades que allí se han encontrado.

 

Tal es el caso de María Isabel Martínez, una joven nacida en Villarcayo hace 22 años, aunque desde hace cuatro reside en Madrid, donde se ha graduado en Relaciones Internacionales. Asegura que le encanta conocer otros países y culturas, estudiar idiomas, abrir sus ojos al mundo e intentar poner su granito de arena allí donde haga falta. Siempre había querido ir como voluntaria a ayudar a otros países, así que cuando se enteró de la oportunidad que lanzaba Cáritas no lo dudó ni un momento. Junto al sacerdote Enrique, responsable del grupo; José, seminarista de Soria que estudia Teología en Burgos, y Maite, burgalesa, auxiliar de enfermería y estudiante de Trabajo Social, ha pasado el mes de agosto conociendo diversas realidades en Perú. Los cuatro han colaborado con diversos proyectos en Lima, Chosica y Villa Rica, en el centro del país, en medio de la selva.

 

A María Isabel le han impresionado «el trabajo y la entrega de los misioneros burgaleses», así como los distintos proyectos en los que Cáritas Burgos colabora con Cáritas de Chosica. «Nuestra principal labor fue aprender, conocer la cultura, el modo de vida, las necesidades… abrir los ojos, porque, aunque hoy en día con Internet, los vídeos y la información que tenemos de todos lados creemos que ya sabemos todo, ir allí no es comparable a un documental; hablar con la gente, ver sus casas, sus negocios…»

 

Así, ha podido conocer en primera persona las familias que habían perdido sus casas debido a los waycos, las grandes riadas que tuvieron lugar en enero y marzo. También ayudaron a repartir alimentos, útiles para el aseo y ropa en algunas comunidades y colegios, visitaron ancianos y enfermos, dieron catequesis y celebraron la eucaristía y la palabra, realizaron convivencias para jóvenes… «No íbamos con una idea clara de lo que íbamos a hacer, el plan era ayudar en todo lo que pudiésemos y nos pidiesen, cada día surgía algo y había que adaptarse», asegura. «Es cierto que a veces nos sentíamos impotentes y querríamos haber hecho más, pero hay que ser consciente de que en apenas un mes y sin conocer nada ni nadie no se puede ser ambicioso en hacer mucho, hay que amoldarse a su vida y a su ritmo, ya que nosotros nos vamos, pero ellos se quedan allí».

 

A lo largo de su mes de estancia en Perú, María Isabel asegura haber aprendido muchas cosas; «son tantas que no sabría por dónde empezar». Le han impresionado la acogida y la gratitud de la gente a la que intentaban ayudar, así como las muestras de cariño con las que respondían a su trabajo: A pesar de haber perdido sus casas y sus animales, teniendo que empezar todo de cero, nos daban lo que tenían, carne, fruta, café, flores… Da igual dónde fuésemos, tan solo por ir a visitarlos y pasar un rato con ellos estaban muy agradecidos». Y, entre las cosas que trae de regreso en su mochila, señala «la entrega y trabajo de todos los misioneros, españoles, polacos o peruanos, monjas, curas o laicos; las experiencias de los voluntarios españoles que hemos conocido; las historias de vida de la gente… y ver cómo cada granito de arena es importante». Seguro que el que ella ha depositado allí también lo es…

Evangelización y crecimiento en la vida cristiana

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La actividad pastoral en nuestra diócesis se ha puesto en marcha. A nivel parroquial se van retomando los quehaceres eclesiales. En el ámbito arciprestal durante estos días se ha estado eligiendo a los nuevos arciprestes, pues el cargo de los anteriores ya ha concluido. Y los distintos organismos diocesanos retoman sus tareas a fin de llevar adelante nuestro Plan Pastoral.

 

Al concretar una de las prioridades de este Plan decíamos que «queremos ser una Iglesia de creyentes maduros en la fe y responsables en la comunidad cristiana y en la sociedad». Necesitamos para ello ir recorriendo un proceso importante de evangelización y formación cristiana; y en ese proceso hay un tema transversal, que es la catequesis a la que quiero referirme en esta reflexión de hoy. Como os decía en semanas anteriores, entre las preocupaciones e inquietudes que nos urgen, por amor a esta Iglesia y sociedad concretas, está la transmisión de la fe, de modo especial en el proceso de la iniciación cristiana. En este horizonte hemos de situar y alentar la tarea catequética teniendo clara conciencia de que los catequizandos de hoy serán nuestra Iglesia de mañana.

 

La Iglesia siempre ha ofrecido formación cristiana a los nuevos miembros que se iban incorporando a ella, con el fin de hacerles capaces de entender, celebrar y vivir el Evangelio de Jesucristo y participar en su misión. En sus primeros tiempos, sintió por una parte la necesidad de realizar el anuncio misionero del Señor para mostrar la peculiaridad cristiana, y por otra promover la iniciación cristiana de los convertidos en una verdadera «escuela de fe», en una propuesta educadora de la fe inicial de los creyentes en todas sus dimensiones: como conocimiento experiencial y doctrinal de Cristo, como oración y celebración, como formación moral y como compromiso transformador y misionero, que son metas, todas ellas, de la catequesis. Hoy, en nuestra sociedad plural, hemos de recuperar la auténtica acción catecumenal, esto es, un verdadero proceso de catequesis de iniciación cristiana, que no puede quedar reducida tan sólo al ámbito infantil y sacramental.

 

Sabemos que el objetivo de la catequesis es llevar al verdadero encuentro con Jesucristo. Supuesta la conversión inicial de alguien al Señor, la catequesis se propone fundamentar y madurar esta primera adhesión para entablar una profunda relación de amistad con él: conocer su persona, el Reino de Dios que anuncia, las exigencias y las promesas contenidas en su mensaje evangélico, los senderos que él ha trazado para quien quiera seguirle. Esta comunión de vida con Cristo lleva a unirse con cuanto es de Cristo: con Dios, su Padre, con su Espíritu, con la Iglesia, su cuerpo, y con los hombres, sus hermanos, cuya suerte quiso compartir a fin de salvarnos. El encuentro ca­tequístico es un anuncio de la Palabra y está cen­trado en ella, pero siempre necesita una adecuada ambientación, una atractiva motivación, y el uso de símbolos significativos y elocuentes

 

El Papa Francisco, con motivo del Congreso Internacional sobre Catequesis que tuvo lugar este verano (en la Universidad Católica de Buenos aires), dirigió un mensaje en el que nos dice: «Es bello creer en Jesús, porque Él es el camino, la Verdad y la Vida que colma nuestra existencia de gozo y alegría… Es preciso cultivar el don de la fe que se ha recibido, a fin de que los actos y las palabras reflejen la gracia de ser discípulos de Jesús… Esta búsqueda de dar a conocer a Jesús, nos llevará a encontrar nuevos signos y formas para la transmisión de la fe. Y en la búsqueda creativa de dar a conocer a Jesús, no debemos sentir miedo porque Él nos precede en esa tarea: El ya está en el hombre de hoy y allí nos espera».

 

Qué duda cabe, como decía también San Juan Pablo II, que «la catequesis ha sido siempre, y seguirá siendo, una obra de la que la Iglesia entera debe sentirse y querer ser responsable. Pero sus miembros tienen responsabilidades diferentes, derivadas de la misión de cada uno». Toda la comunidad cristiana ha de sentirse interesada en la tarea evangelizadora, aunque esta responsabilidad de la catequesis en concreto es realizada, pública y oficialmente, por los catequistas, a quienes la Iglesia encomienda este servicio. Ya sé que esta tarea no es fácil. Sin embargo, os invito a todos a vivirla con entrega generosa. Me alegro por las múltiples propuestas catequéticas que se despliegan en nuestra diócesis; os felicito a todos vosotros catequizandos y familiares. Y de manera especial os agradezco a tantos catequistas vuestro servicio y formación constante; conozco vuestras dificultades, pero ante todo me admira vuestra entrega permanente.

 

Como decía un antiguo pensador cristiano (Tertuliano), «el cristiano no nace, se hace», se va haciendo. Mi deseo y apoyo para que entre todos vayamos edificando una Iglesia que, a la vez que se siente iniciada en la fe, es iniciadora y formadora de nuevos cristianos que, como decíamos al comienzo, queremos ser «maduros en la fe y responsables en la comunidad cristiana y en la sociedad».

El arzobispo conoce la unidad pastoral de Santa María del Campo

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Siguiendo con su visita pastoral a las parroquias de la diócesis, el arzobispo de Burgos, don Fidel Herráez Vegas, se ha desplazado hoy hasta el arciprestazgo del Arlanza para conocer los pueblos del entorno de Santa María del Campo. Acompañado por el párroco, Alfredo Presencio, don Fidel ha podido descubrir cómo viven su fe los cristianos de Pinilla, Retortillo, Mahamud, Peral de Arlanza y Santa María del Campo. Además, ha presidido la eucaristía en la ermita de Nuestra Señora de Escuderos.

 

Mañana, don Fidel proseguirá su visita pastoral a la parroquia de San Juan Bautista de la capital.