«Lo peor que le puede pasar a la Teología es que se contente con repetir. Hay que adaptar el mensaje a los tiempos»
¿Por qué un congreso de Teología hoy?
Este congreso nace de la conmemoración del 50 aniversario de la Facultad. La idea es presentar la teología y su dimensión pastoral y su incidencia en el mundo contemporáneo. Porque la Teología no es una cuestión que quede reducida a las paredes de este edificio, sino que intenta dar respuesta a los problemas, a los planteamientos y a la comunicación de la fe para el mundo contemporáneo. Por eso hemos querido dar a la Teología ese carácter pastoral que tanto necesita.
¿La Teología tiene algo que decir al mundo?
La Teología dice mucho, otra cosa es que se escuche. La Teología -lo estamos diciendo mucho estos días en el congreso-, es una propuesta al mundo de hoy. Su recepción en el mundo actual no está en nuestras manos, sino que es una opción de la gente. Ello puede ser debido a varios factores. Nosotros nos preguntamos muchas veces si nuestro leguaje es el adecuado, si tenemos buena capacidad de comunicar el mensaje o si el interés que mostramos al preocuparnos sobre la mentalidad actual es el necesario. Queremos encontrar un cauce de comunicación adecuado de nuestro mensaje sin renunciar a la propuesta cristiana, pero que sea entendible y significativa para el mundo de hoy.
Precisamente, en un mundo donde cada vez se rechaza más a Dios, ¿cómo hacer atrayente el mensaje cristiano?
A lo mejor hay que dejar aflorar la pregunta por Dios, porque está latente también hoy. A veces nos empeñamos o queremos que se formule según nuestro estilo. A Dios no le hemos quitado del mundo; quizás los teólogos lo hemos ocultado con nuestro modo de hablar sobre él. Pero Dios aflora en los acontecimientos, las circunstancias personales… y hemos de ser capaces de conectar con esas personas en las que despunta el interrogante sobre Dios. O incluso provocar entre nuestros contemporáneos que nazcan las preguntas esenciales que ni la ciencia ni la técnica pueden responder de modo inmediato. Nosotros tenemos que estar ahí como la respuesta que les puede llenar de sentido. Ahí es donde adquiere sentido nuestra Facultad de Teología; la gente debería saber que intentamos dar respuesta a las grandes preguntas fundamentales.
Estáis celebrando vuestro 50 aniversario. Sois la primera Facultad teológica en España tras el Vaticano II y la primera en Burgos en otorgar titulación universitaria. ¿Por qué ha decaído el auge de entonces?
Nos tenemos que situar hace medio siglo. Era el momento del boom, cuando Burgos comenzaba a convertirse en una de las grandes ciudades, con desarrollo de la industria, del trabajo, la migración del campo… También fue una época floreciente para la Iglesia. Había muchas vocaciones y en la ciudad existían dos seminarios y había numerosas casas de formación de religiosos y religiosas. El Vaticano II también fue un revulsivo para toda la Iglesia. En aquel contexto, la Facultad nació prácticamente por demanda: las aulas estaban llenas y en algunos momentos se pensó incluso en ampliar la oferta. Hoy, la situación ha cambiado: ni los seminarios están llenos ni las casas de formación tienen tantos candidatos a la vida consagrada. Por el contrario, tenemos a los laicos. Cada vez son más los que descubren que la Teología no es una ciencia exclusiva para los eclesiásticos, sino para todos los bautizados, que tienen la necesidad de seguir formándose y ampliando sus conocimientos sobre Dios y la Iglesia. La Facultad de Teología fue puntera en abrir sus estudios a los laicos y por aquí han pasado miles de personas, y eso hay que tenerlo en cuenta. La situación ha cambiado, sí. El público al que se dirigía nuestra oferta hace cincuenta años ha disminuido, pero por el contrario ha crecido la mentalidad de que la Teología es para todos.
¿La Teología se puede adaptar a los tiempos? ¿No debería ser siempre igual?
Cuando Juan XXIII inauguró en concilio Vaticano II propuso que la fe que la Iglesia había recibido y no se podía cambiar debía comunicarse de tal manera que fuera entendible para el mundo contemporáneo. Eso es lo que la Iglesia hizo y lo que seguimos haciendo hoy. A lo largo de la historia, la Iglesia siempre ha hecho un esfuerzo por adaptar la herencia de fe que ha recibido a los modos de pensar de cada época, a la mentalidad oriental, griega o latina. Nosotros seguimos haciendo lo mismo hoy: traducimos a nuestra mentalidad occidental la herencia recibida. Ese es el esfuerzo permanente que debe hacer la Teología. Lo peor que le puede pasar a la Teología es que se contente con repetir, porque acaba por convertirse en un lenguaje cifrado entendible solo para iniciados. Nuestra Facultad, según dicen sus estatutos, está llamada a dar respuesta a los hombres y mujeres de su tiempo, los de hace cincuenta años, los de hoy y los de mañana…
¿Y qué hace la Facultad por adaptarse a los nuevos tiempos?
Estos cincuenta años demuestran que hemos intentado hacerlo en cada momento. Inventamos la Teología para laicos; el instituto de Teología a distancia; las cátedras específicas sobre diversos temas como familia, patrimonio o Doctrina Social de la Iglesia, que respondieron a peticiones específicas de los alumnos… Ahora vamos a poner en marcha uno, dada la importancia que tiene en el mundo actual, sobre comunicación de la fe y nuevas tecnologías. Por no hablar de simposios, congresos específicos, los intentos por adaptarnos a los nuevos medios y metodologías pedagógicas… Siempre sin desanclarnos ni perder de vista la tradición recibida y nuestra razón de ser, meditar la fe que hemos recibida y hacerla creíble y entendible. Y sin olvidar la Teología reglada, los estudios sistemáticos que componen la columna vertebral de la Facultad.
¿Y el futuro?
¿Quién lo sabe? Yo creo que los que iniciaron la Facultad no pudieron prever hace cincuenta años nuestro presente, creo que ni se lo imaginaron. Yo hago lo mismo, creo que no podemos prever el futuro. No sabemos ni la respuesta ni la demanda que va a haber. Solo tenemos la certeza de que aquellos tiempos no van a volver, y quizás no sea bueno que vuelvan, pero es verdad que el futuro lo iremos haciendo. Tendremos que estar alerta para que no nos sobrevenga sin estar preparados. Todo lo que sea prepararnos, habilitarnos para hacerle frente es siempre bueno. Todo sin perder nunca el horizonte: para qué hemos nacido como Facultad y cuál es nuestra finalidad. Aunque los números no son todo, una buena Teología para pocos puede ser más efectiva que para muchos, porque el efecto multiplicador de unas personas bien formadas en su fe puede dar mucho fruto. Y ahí está nuestro trabajo.
Teresa
19 octubre, 2017 en 20:22
Buen trabajo,señor Decano. Estoy de acuerdo con trabajar con los laicos y no sólo con los religiosos. Supongo que será más enriquecedor para la Facultad de Teología.
Y el futuro? Ojalá sepan adaptarse a los nuevos tiempos.
Mi enhorabuena.
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M Socorro Fernandez Gargua
19 octubre, 2017 en 20:54
Muy buenas respuestas para buenas preguntas. La teología es necesaria para el Mundo de hoy porque Cristo sigue siendo la verdad más auténtica acerca del hombre.
Estoy totalmente de acuerdo con la necesidad de una buena comunicación, aunque no podemos olvidar el poder comunicador del buen ejemplo, del testimonio de quien hace Teologia. Mi más sincera felicitación por este aniversario; punto de llegada y sobre todo punto de partida para seguir aportando luz .
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Jesús Torres Moreno
20 octubre, 2017 en 01:13
Suscribo lo dicho por el Señor Decano de la facultad de teología. Aunque, no siempre han sido bienvenidas las contrariedades del Espíritu a la Iglesia-maestra en sus miembros altamente cualificados. Sobretodo, en cuanto a la forma de comunicar y proponer al mundo la verdad de Dios de un modo atrayente. Pienso que teología y mística han de complementarse y se han llevado siglos separadas. Es decir, hay que dar de lo recibido, contemplado y vivido, a la vez que, de lo pensado, reflexionado y razonado. Pero para ello, hay que dejarse guiar por el soplo del Espíritu. Si Tomás de Aquino se quedó corto para poder explicarse actualmente la dimensión carismática de la Iglesia, también los teólogos que no se adentran en ella, más que desde fuera y por vía de la verdad y la razón, pues aunque estén iluminados por la fe, requieren de la vía del amor en su sentido místico para poder entender cómo acontece la realidad de Dios acogida en la fe, hecha experiencia a partir de nuestras propias experiencias de vida cristiana, histórica y concreta, pero circulando también por la vía de la belleza en el modo de expresar, describir y relatar análogamente lo que acontece de parte de Dios en la vida cotidiana, y poder reconocer al mismo tiempo una realidad espíritual de fe, como es la gracia que se muestra como un organismo vivo, cuyos sentidos espirituales lo detectan y a veces se presentan en el hombre, en forma de unos ojos nuevos para ver o un corazón nuevo que comienza a amar con hechos concretos, cuando antes se mostraba incapaz. Y desde los cuales, también se reflexiona en el don de Inteligencia y se ama en el don de la sabiduría. Es decir, hay que dejarse mover en los dones y carismas del Espíritu para poder presentar al mundo en un lenguaje adecuado las buenas noticias que vienen del cielo, en la persona y palabra de Cristo, pero cuando queremos tener todo bajo control, el Espíritu no sopla como quiere; y por ello, hay que tenerle como el mejor de los amigos.
Pero, ¿Se puede hablar así del Espíritu Santo, como un amigo?
Parece que no es muy razonable, porque no se somete a nuestras categorías. Además, de que aparece como un Alguien sin rostro. Sin embargo, por el carisma de ciencia, el mismo Espíritu puede iluminar sobre algún aspecto concreto del funcionamiento del siquismo de una persona a quién se acompaña para encauzar alguna situación en su caminar hacia Dios. Pero, ahora me dirás, que si no le estoy quitando el trabajo al siquiatra o al sicologo. Y yo te diré, que Jesús ya hacia de terapeuta en los evangelios, cuya lectura ha de hacerse en el mismo Espíritu que los inspiró. Y si no te lo crees, échale un vistazo en actitud orante al pasaje de los discípulos de Emaús. Tal vez, me respondas como lo hizo alguien de proyecto hombre muy religioso que dijo: yo soy Dios para el drogadicto, y si Dios viene a curarle, yo dejaría de hacer este trabajo. Sin darse cuenta de que la Iglesia no puede suplir las misiones del Hijo y el Espíritu, ni anular sus acciones misteriosas, pero soberanas y libres, como si todo tuviera que pasar por su suplencia. Pues hay que dejar a Dios ser Dios, dándole campo libre para que se mueva en su poder como quiera.
Pienso, en definitiva, que habría que empezar por reconocer que el racionalismo se presenta hoy como uno de los mayores obstáculos para poner la teología al alcance del hombre pastoralmente hablando. Seguimos confesando a Jesucristo como Dios y «hombre verdadero», y aunque su humanidad ha sido glorificada, no por eso ha dejado de ser humanidad aunque transformada e incorporada a la Trinidad Santa. Pero ¿queda rastro por así decirlo del lado humano del verbo de Dios encarnado?
Bueno espero no haber dicho muchas herejías ni molestado a nadie. Eso si, yo me someto a lo que diga mi madre la Iglesia, que seguro que tiene toda la razón, en lo que me amoneste. Pobre de mí, que iba a ser de mi sin ella, madre mía.
Un saludo.
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