Comienza la formación permanente para los sacerdotes

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El próximo miércoles comenzará en Medina (arcipretazgo de Merindades) la formación permanente para los sacerdotes, este mes dedicada al tema «Vida comunitaria al servicio de la Misión: Actitudes para una Restructuración Diocesana».

 

Las sesiones en los distintos arciprestazgos se celebrarán en miércoles sucesivos: día 18 en las Benedictinas de Aranda para los de Aranda, Roa y Santo Domingo, y en Briviesca para los de Miranda y Oca-Tirón; día 25, en el Seminario de San José, para los de Burgos, San Juan de Ortega, Amaya y Ubierna-Úrbel, y el mismo día, en Silos, para los arciprestazgos de Arlanza y La Sierra. Las jornadas serán coordinadas por el vicario de Pastoral, José Luis Lastra, y Alejandro Ruiz.

 

También han comenzado los cursos de licenciatura que la Facultad de Teología, en coordinación con la Vicaría del Clero, oferta todos los lunes para la formación de los sacerdotes. Este año están cursando estas sesiones formativas 10 sacerdotes de la diócesis.

 

Por otra parte, este miércoles el arzobispo, don Fidel Herráez Vegas, dirigirá un encuentro-retiro sacerdotal en el Seminario diocesano. Los pasados días 2 y 4 de octubre lo recibieron los sacerdotes de la zona sur, en Caleruega, y de la zona norte, en el Monasterio de El Espino.

«Sigue siendo necesario salir. Una Iglesia encerrada en sí misma se convierte en una secta»

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«Sé valiente, la misión te espera» es el lema del Domund 2017.

«Sé valiente, la misión te espera» es el lema del Domund 2017.

 

En 2016, la diócesis de Burgos contribuyó a los proyectos misioneros con un total de 356.417 €, una cantidad inferior a la del año anterior (518.859€), ya que la recaudación ha disminuido en las parroquias. No obstante, ese descenso se ha visto compensado con algunas herencias importantes y un incremento en los donativos en colegios, residencias de religiosas, iglesias que no son parroquias, particulares… Lo cierto es que Burgos sigue siendo la diócesis castellano leonesa que más aporta al Domund, seguida de Valladolid, con 234.000€.

 

El Domund distribuyó en 2016 más de 87 millones de euros en ayudas, de los que 12.256.618,25 procedían de la Iglesia española. Con ello se apoyaron más de 4.000 proyectos misioneros en todo el mundo. De ellos, 658 fueron sostenidos por España: 482 en África, 118 en América, 42 en Asia y 16 en Oceanía.

 

De las 2.998 diócesis del mundo, 1.113 son territorios de misión (509 en África; 478 en Asia; 80 en Latinoamérica y 46 en Oceanía). De ellos se ocupa la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, que se sirve de las Obras Misionales Pontificias para dotarse de recursos materiales y humanos. En esos territorios de misión vive el 47% de la población mundial y el 21,5% de los católicos.

 

Actualmente hay 13.000 misioneros repartidos por todo el mundo. De ellos, 730 son burgaleses, el 54% mujeres y el 45% hombres. El 69% están en América Latina, el 12% en África, el 6% en Asia, un 0,37% en Oceanía y un 12% en Europa (sacerdotes y religiosos que se encuentran fuera de su país). De todos los misioneros burgaleses, el 50% son religiosas, el 34% religiosos, el 7,5% sacerdotes diocesanos, un 7,4% laicos y el 1% obispos (Rafael Cob, en Puyo, Ecuador; y Jesús Ruiz Molina, nombrado recientemente obispo auxiliar de Baangassou, en la República Centroafricana). De los 24 sacerdotes diocesanos, la mayoría están en América y África, y uno en Tailandia.

 

Según el delegado de Misiones, José Manuel Madruga, el perfil de misionero está cambiando en los últimos años, aunque la renovación es muy lenta, primero por un problema demográfico (el envejecimiento de la población) y, por otro, por el proceso de secularización en el que nos vemos inmersos. Aun así, siguen surgiendo vocaciones.

 

«Una de las peculiaridades desde este tiempo es que hoy el viaje misionero también es de allí para acá, comienza a haber una corresponsabilidad misionera. Algunos vienen requeridos por las diócesis, porque el perfil del sacerdote diocesano es muy mayor. Esto está llevando a otra forma de pastoral, como ya se está haciendo en Europa: potenciar el laicado, que asuma su compromiso a través de nuevos ministerios».

 

«Esta situación se refleja en el nuevo Plan de Pastoral Diocesano: caminar hacia un proceso de conversión que tiene que tocar las estructuras. Es necesario encomendar nuevas tareas y responsabilidades a los laicos, trabajar más en la formación y el acompañamiento del laicado. Nuestra estructura sigue siendo muy clerical».

 

En su mensaje para esta jornada, el Papa insiste en que todos, por ser bautizados, somos misioneros, y que todo creyente debe asumir la responsabilidad de la misión, que está en el corazón de la fe. Y la misión exige éxodo, salir de la comodidad a las periferias que necesitan la luz del Evangelio.

 

Sin embargo, matiza Madruga, ello no excluye que haya una vocación específica misionera y que haya que seguir saliendo a otros países, a los territorios de misión, porque eso enriquece a su vez a nuestra Iglesia. «El misionero ha conocido otra forma de vivir la fe y esa experiencia es muy necesaria para la Iglesia en España y en Europa. El día que no salgan los misioneros, la Iglesia se empobrecerá. Una iglesia encerrada en sí misma se convierte en una secta».

 

Actos con motivo del día del Domund

 

Los actos en torno al día Domund han comenzado ya en los últimos días, con la presentación de la Jornada a los profesores de religión y a los medios de comunicación.

 

El día 11 de octubre, miércoles, a las 19:30 horas, se celebrará en la parroquia de San Fernando Rey la eucaristía de lanzamiento del Día del Domund, que será presidida por el arzobispo, don Fidel Herráez Vegas. En ella se hará el envío misionero de un sacerdote que va a colaborar con la Iglesia de Cuba. También los jóvenes que han vivido este verano una experiencia misionera en Ecuador y Perú, promovida por Cáritas y la delegación diocesana de Misiones, ofrecerán su testimonio.

 

El próximo día 20, a las 20:00 horas, se celebrará una vigilia en el Convento de Santa Dorotea (Canónigas Agustinas) en la que participarán representantes de las delegaciones de Misiones, Pastoral de Juventud e Infancia.

 

Para este curso, el objetivo de la delegación diocesana de Misiones es poner en marcha un curso de animadores parroquiales misioneros, que actúen de enlace con la delegación, que a su vez es el vínculo directo con los misioneros. «Porque la responsabilidad de la misión es de la Iglesia diocesana. Cada uno tiene que tomarse en serio la misión», comenta José Manuel Madruga.

Por un trabajo decente

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Ayer sábado se celebraba la Jornada Mundial por el Trabajo Decente. Si se nos habla de la urgencia de reivindicar un «trabajo decente» es porque para muchos hermanos nuestros la realidad del trabajo se presenta verdaderamente como «indecente» por lo que supone, en muchos casos, de precarización, negación de derechos, explotación, injusticia, economía sumergida, siniestralidad laboral… Al celebrar esta Jornada, todos estamos llamados, y así os lo propongo, a tomar conciencia de esta realidad y a no quedarnos indiferentes, porque nada humano nos debe ser ajeno, y porque «no hay peor pobreza material, como nos dice el Papa, que la que no permite ganarse el pan y priva a las personas de la posibilidad del trabajo y de que éste sea digno».

 

Es importante poner rostro concreto a tantos hombres y mujeres como sufren esta situación: pienso en los jóvenes cuyos contratos son precarios, o en tantos padres o madres de familia que no pueden trabajar, o en tantos inmigrantes que sufren explotación en el trabajo… Cuando la economía no pone rostros humanos concretos se hace una economía despiadada. Y si se piensa en el trabajo sin pensar en la persona, el trabajo termina por convertirse en algo inhumano. Por eso también en este ámbito tiene que estar presente la Iglesia, porque donde hay un trabajador, especialmente un trabajador que sufre, ahí está el interés y la mirada de amor del Señor y de la Iglesia.

 

Ciertamente la situación del trabajo hoy es muy cambiante, fruto de la nueva revolución tecnológica en la que nos encontramos. Particularmente grave es la ideología que está dirigiendo esta técnica colocándola al servicio del dinero en lugar de la persona. A ello se ha unido este periodo de postcrisis que barrunta una nueva situación muy distinta de la vivida hasta ahora. Los informes de Cáritas nos hablan de la extensión de una nueva clase social: «los trabajadores pobres». Junto a ello, también nos previenen del peligro de normalización con el que se vive esta realidad sangrante.

 

No extraña, por tanto, que el Papa Francisco, tan sensible al sufrimiento humano y a la indiferencia que nos rodea, nos empuje constantemente con su magisterio, siguiendo en esto la senda de la doctrina social de la Iglesia. Su enseñanza es especialmente provocadora en este sentido y anima a que, como Iglesia, nos impliquemos por el trabajo decente. Esta llamada ha sido acogida por algunas organizaciones eclesiales (Cáritas, Confer, Justicia y Paz) que en nuestra Diócesis nos invitan en estos días a participar en algunos actos, que siempre nos ayudarán a reflexionar y a revisar nuestro compromiso cristiano.

 

La nueva realidad social que estamos construyendo tras la crisis económica no debe de eludir la urgencia de producir empleo, y empleo de calidad. Sabemos que es uno de los aspectos que puede garantizar la construcción de una sociedad más justa y humana. Por eso, todos estamos implicados en hacer realidad lo que ya afirmábamos los obispos españoles en el documento «Iglesia, servidora de los pobres»: «para que el trabajo sirva para realizar a la persona, decíamos, además de satisfacer sus necesidades básicas, ha de ser un trabajo digno y estable. La apuesta por esta clase de trabajo es el empeño social por que todos puedan poner sus capacidades al servicio de los demás. Un empleo digno nos permite desarrollar los propios talentos, nos facilita su encuentro con otros y nos aporta autoestima y reconocimiento social. La política económica debe estar al servicio del trabajo digno. Es imprescindible la colaboración de todos, especialmente de empresarios, sindicatos y políticos, para generar ese empleo digno y estable, y contribuir con él al desarrollo de las personas y de la sociedad. Es una destacada forma de caridad y justicia social. Defender el trabajo decente significa poner en el centro a la persona en vez de la rentabilidad económica; ir más allá del empleo y distribuirlo justamente; reconocer los trabajos de cuidado necesarios para la vida; luchar por condiciones dignas y el cumplimiento de los derechos; conciliar trabajo y descanso; y desvincular derechos y empleo. Es una misión irrenunciable ante el aumento de las desigualdades y de la pobreza laboral. Y es esencial para una sociedad más decente».

 

En conclusión: El trabajo es fundamental para la persona humana. Pero no un trabajo cualquiera, sino un trabajo digno. Y no solo porque le permite sobrevivir, sino porque es fundamental para vivir como ser humano, por lo que implica de crecimiento personal, de aportación a la sociedad y al mundo, de relación con otros, de contribución en la construcción del bien común… Por eso, la ausencia del trabajo o la precariedad en el mismo es ausencia de dignidad. Me gustaría que esta Jornada que hemos celebrado nos ayude a todos, especialmente a los cristianos, a tomar conciencia de esta realidad y a trabajar juntos para establecer unas condiciones laborales mucho más «decentes» que alumbren un mundo más humano y fraterno, más de acuerdo con el Reino de Dios y su justicia (Cfr. Mt 6,33).

«Que mi hijo esté en el Seminario me aporta alegría y tranquilidad»

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ANA Y ALONSO 3

 

Ana Isabel Mencía Rojas nació en la capital burgalesa, aunque su vida se ha desarrollado siempre en Aranda de Duero, donde vivió su niñez con sus padres. Estudió la carrera de Químicas en Valladolid y tras casarse ha seguido viviendo en Aranda con su marido y sus dos hijos. Sus parroquias de referencia son Santa Catalina, cuando vivía con sus padres, y ahora la de San Juan de la Veracruz, en la que imparte catequesis de confirmación. Actualmente uno de sus hijos, Alonso, de 13 años, se encuentra estudiando segundo curso de la ESO en el Seminario de Burgos, lo que supone un cambio importante en la vida familiar, a la espera de que su vocación sacerdotal pueda cristalizar.

 

Ana Isabel asegura que para ella no fue una sorpresa que su hijo anunciase que quería estudiar en el Seminario «porque se le veía venir.» «Se llevaba muy bien con un sacerdote, Raúl, que le llevaba algunos sábados al Seminario para participar en actividades para jóvenes. Luego comenzó a ir un fin de semana al mes y al fin me dijo que quería irse a estudiar al Seminario. Desde los 11 años lleva allí y está contento».

 

Describe a Alonso como «un niño inquieto y revoltoso cuando era pequeño, pero con las ideas claras; cuando se le mete una idea en la cabeza no para hasta conseguirlo. No me imaginaba de pequeñito que estudiaría en el Seminario, pero es así, él lo quiere y no nos oponemos». Por ahora, dice, es imposible saber si tiene vocación sacerdotal: «es todavía pequeño, está estudiando, aprendiendo muchas cosas sobre Jesús. Luego, ya se verá, hay que dejar que sea él quien decida su propio camino. De momento lo que sí es una realidad es que está muy contento en el Seminario con sus compañeros y profesores, y para mí eso es lo más importante».

 

Admite que al principio ha sido un poco duro, «sobre todo el primer año, porque es difícil salir de casa, estar sin sus padres y su hermano. Al principio le ha costado como a cualquier persona. También a nosotros, y a mí como madre me ha costado, porque a un hijo con esta edad se le echa mucho de menos en casa, pero luego ha sido muy llevadero, ya que ahora cada dos o tres semanas regresa a casa a pasar el fin de semana en familia y cuando él no viene nos acercamos nosotros a verle, así que lo sobrellevamos muy bien».

 

«No he querido influir en su decisión»

 

Ana Isabel dice que la suya es «una familia cristiana muy normal» «A mis hijos desde pequeños les he llevado a misa, a catequesis, han hecho la Primera Comunión, se han confirmado y creo que somos una familia como muchas otras que también son creyentes». Aclara que en ningún momento ha influido en la decisión de su hijo: «yo, como cualquier madre, he intentado darle buen ejemplo, pero no he querido influir en su decisión, lo único que le dije cuando me comentó que quería ingresar en el Seminario fue que si ese era su deseo, el tiempo sería como mínimo por un curso completo, que no le iba a sacar del Seminario antes con el curso colgado, y lo aceptó, era algo que tenía que afrontar con responsabilidad».

 

Tener un hijo seminarista le ha cambiado bastante, reconoce. «Ahora veo a los sacerdotes más cercanos, los tengo como amigos en los que puedo confiar, y también ha supuesto un impulso espiritual, porque yo era cristiana de misa dominical y no mucho más, pero ahora me encuentro hablando con Dios muchas veces y hago más oración». «Tener a Alonso en el Seminario me produce alegría y tranquilidad, no me genera ningún problema, me da más quebraderos de cabeza mi hijo mayor, que va a cumplir los 18 años, con un ambiente mucho mas peligroso que el que tiene Alonso, que en el Seminario está más protegido, además adquiriendo unos conocimientos que considero importantes y una educación en valores, que pase lo que pase, le va a dar confianza para afrontar su vida. Como madre estoy muy contenta y muy tranquila de que mi hijo esté en el Seminario».

 

Ana Isabel añade que egoístamente sí le gustaría que la vocación de Alonso fructificara, «pero como cualquier madre, yo lo que quiero es que mi hijo sea feliz, que desarrolle su vocación en un sentido o en otro y que sea feliz y se sienta realizado, si es como sacerdote fenomenal. Si mi hijo es feliz, yo como madre también lo soy».

 

Con respecto al sacerdocio en el mundo de hoy, considera que los sacerdotes tienen una gran tarea por delante: «Creo que la sociedad no les trata justamente y solo nos fijamos en lo malo y nada en lo bueno, que es la mayoría. Pero confío en que al final lo bueno siempre prevalece. Además, si Dios sigue llamando al sacerdocio es porque el sacerdote es necesario para conseguir un mundo mejor, y siempre contarán con su protección».

La delegación de Liturgia convoca un curso sobre la «Lectio Divina»

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La Delegación de Liturgia ha organizado un curso sobre la Lectio Divina: «Preparar las lecturas del Domingo», dirigido especialmente a todos aquellos que son o pueden ser animadores de grupos de oración en parroquias, movimientos y comunidades cristianas y, en general, a cuantos estén interesados en en comprender mejor y vivir la oración.

 

El curso, animado por el el equipo CIPE (Centro de Iniciativas de Pastoral de Espiritualidad), consta de temas teórico-prácticos y comenzará el próximo 24 de octubre. Las clases se impartirán los martes, de 20:00 a 21:00 en los PP. Carmelitas (Paseo del Empecinado, 1).

 

La inscripción puede realizarse en la Delegación diocesana de Liturgia. Para más información, los interesados pueden dirigirse a la dirección de correo electrónico jarovelburgos@gmail. com o llamar al teléfono 947 20 84 40.