2017 10 03 martes: Resumen de prensa

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Visita pastoral a la parroquia de San Gil Abad

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En la jornada de ayer, el arzobispo de la diócesis, don Fidel Herráez Vegas, realizó la visita pastoral a la parroquia de San Gil Abad, en el arciprestazgo de Burgos-Vena.

 

Al llegar a la iglesia, el arzobispo saludó a la gente, habló con las trabajadoras de turismo y realizó una visita del templo. Acto seguido, en compañía de  los sacerdotes de la parroquia, se desplazó hasta los salones de la calle Fernán Gonzalez, donde mantuvo un divertido encuentro con los catequistas, jóvenes, niños y padres.

 

De regreso al templo, presidió la eucaristía toda la comunidad parroquial. Después compartieron un café en los salones, donde los fieles le contaron sus historias parroquiales. La comida tuvo lugar en la casa parroquial con los sacerdotes.

 

Por la tarde se reunió con el Consejo de pastoral y de economía y se le presentó la realidad parroquial. Finalmente visitó las casas de las religiosas Angélicas y de las Hospitalarias que se encuentran dentro del territorio parroquial, donde bendijo a los residentes.

«El amor para siempre existe, pero exige esfuerzo»

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centro orientacion familiar burgos

El 65% de las familias que acuden al COF son capaces de superar parte de sus problemas.

 

La formación, la prevención y la intervención temprana son algunas de las claves para superar situaciones de crisis familiar, ya sea de pareja, de relación entre padres e hijos o con la familia extensa (abuelos u otros parientes, conflictos entre hermanos…). En esta línea trabaja el Centro de Orientación Familiar (COF), un recurso que nació hace 17 años, a raíz del Sínodo Diocesano, y que cuenta con tres secciones: Burgos, Aranda de Duero y Miranda de Ebro.

 

Desde su creación en 1999, el COF ha trabajado desde distintas áreas con más de 20.000 personas (incluyendo las que han participado en acciones formativas). Si hablamos de intervención, estadísticamente, las circunstancias que llevan a solicitar ayuda del centro no han variado demasiado en estos años. La demanda de la gran mayoría de las familias atendidas se refiere a su relación de pareja (en torno a un 43%) y sobre la relación entre padres e hijos (35%). En buena parte de los casos solo interviene el orientador familiar, pero casi el 60% de las familias han requerido atención psicológica (terapia familiar e intervención psicosocial).

 

Los resultados de la actuación son muy variables. Un 64% de las familias consigue resolver parte de problema, un 11% lo supera completamente y un 25% no logra absolutamente nada. Ahí entra el juego la importancia de tomar cartas en el asunto antes de que sea demasiado tarde. Francisco Javier Arribas, coordinador del COF y terapeuta familiar, argumenta que a veces llegan situaciones tan cronificadas que son imposibles de solucionar. «El primer director del COF, Simón Portillo, decía que esto es como el cáncer. ¿Se cura? Depende de en qué etapa se encuentre. Hay parejas que no dan el paso porque están en un 5, no llegan a estar mal del todo, pero es entonces cuando hay que intervenir.  Pasa lo mismo que con los estudios, no hay que conformarse con un 5 raspado, porque en cualquier momento puede convertirse en un 4. Estamos hechos para vivir el amor en plenitud, y aunque luego nos quedemos en un 7 o un 8, hay que aspirar al 10. No podemos ser mediocres».

 

El amor exige esfuerzo

 

Por lo que se refiere a las crisis de pareja, el psicólogo sostiene que muchas no se superan y acaban en ruptura porque hoy todo, la sociedad en general, empuja en contra de lo que suponga esfuerzo: «Los problemas no se solucionan con una pastilla y muchas veces lo que les pides les resulta demasiado costoso. El amor para siempre existe, pero exige esfuerzo».

 

«Vivimos, como dice el Papa, en una cultura del descarte, donde las relaciones, como las cosas, no se reciclan, hay muchas relaciones de usar y tirar. En época de nuestros abuelos, de nuestros padres, todo se remendaba. Cuando las cosas se rompían, se arreglaban, no se tiraban. Muchas veces el amor es auténtico, pero la sociedad, el ambiente, nos empuja en la dirección contraria. Antes se aguantaban cosas que no se tenían que aguantar, y hoy, por un quítame allá esas pajas… Por supuesto que un adulto puede y debe ejercer su libertad, pero hay gente que la ejerce muy mal y se vuelve adolescente a los 50 años», explica Arribas.

 

La importancia de intervenir a tiempo es también clara cuando lo conflictos afectan a la relación con los hijos. La mayor parte de los casos que llegan al centro tienen que ver con adolescentes, pero también hay padres que dicen que «no pueden con un niño de dos o cuatro años». Como ocurre con los conflictos de pareja, a veces se interviene demasiado tarde. «Hay que sembrar antes –insiste el psicoterapeuta– Hay que escucharles y dedicarles tiempo cuando son niños. Si no lo has hecho, no pienses que ese niño, cuando sea adolescente, te va a contar sus problemas. Recurrirá a lo que sea para intentar no sufrir. Uno de los mayores males de nuestra época es la incapacidad para tolerar la frustración, la incapacidad para sufrir. Y es toda la sociedad la que malcría. Por la ley del péndulo, hemos pasado a identificar la educación con el cariño, pero el cariño solo no educa. Son necesarios cariño y firmeza. Y la firmeza sola amaestra, pero no educa. Es necesario poner límites. En el fondo, los niños agradecen que les pongan esos límites».

 

Para el COF es fundamental trabajar en la prevención para no llegar a estas situaciones. Con este fin, desarrolla cursos de formación a formadores, a padres y madres, estudiantes, parejas en etapa previa al compromiso y al matrimonio… Los temas tratados son de muy diversa índole, desde la educación afectivo sexual (cursos impartidos por la Fundación Desarrollo y Persona, con la que colabora muy estrechamente), hasta el manejo del duelo, la fertilidad o la educación de los hijos.

Cincuenta años de nuestra Facultad de Teología

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Este próximo martes nuestra Facultad de Teología celebra la inauguración de curso. En esta ocasión la celebración adquiere un relieve especial porque tiene lugar en el marco del 50 aniversario de su fundación. Por eso, como arzobispo de Burgos y a la vez Gran Canciller de la Facultad, deseo y es una satisfacción para mí dedicar a este tema mi reflexión semanal. De este modo quiero haceros a todos partícipes de esta conmemoración de la Facultad y del Instituto de Ciencias Religiosas, que considero un regalo de Dios para nuestra diócesis y para nuestra ciudad.

 

Un aniversario como este es un acto de recuerdo, de gratitud y de reconocimiento, por el servicio que la Facultad ha prestado de modo directo a la diócesis, y que también se ha extendido más allá de nuestras fronteras. Quienes, como yo, venimos de fuera estamos en condiciones de valorar y apreciar la calidad y la eficacia de este servicio; algo que, como sucede a veces, no siempre es percibido por los que están más cerca.

 

Mi agradecimiento se dirige a quienes con tanta ilusión la pusieron en marcha y la han mantenido durante este tiempo. A todos sus profesores que han dedicado (y siguen dedicando) muchos esfuerzos, lo mejor de su vida, a este proyecto. Igualmente al personal de servicio y de administración, que la han sentido como algo propio, así como a los benefactores que, de modos muy diversos, han apoyado sus iniciativas.

 

La mirada agradecida al pasado se convierte en responsabilidad ante el presente y en ilusión renovada de cara al futuro. No podemos ocultar las dificultades actuales, porque ha disminuido el número de vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, algo que se va reflejando cada curso en la disminución del alumnado, y por el esfuerzo económico que exige su mantenimiento. Pero la conciencia de responsabilidad nos hace descubrir que su existencia sigue siendo al menos tan necesaria como antes. En cuanto pastor de esta Iglesia concreta, debo subrayar esta necesidad por la importancia del servicio que presta y puede prestar a todos los que desean profundizar su fe y su compromiso cristiano.

 

La Facultad de Teología tiene como tarea propia e irrenunciable la investigación, las publicaciones y la enseñanza sistematizada de las distintas materias. Pero hoy es más urgente que antes la preparación para el diálogo con la cultura actual, es decir, la profundización y la propagación de la fe desde las circunstancias de nuestro tiempo y desde las necesidades de la vida eclesial. Como recordaba el Papa Francisco a la Universidad Católica de Buenos Aires, que tan bien conocía: «la Teología debe conjugar ciencia y santidad, para evitar convertirse en teología de despacho que «contempla la humanidad desde un castillo de cristal»; «enseñar y estudiar teología significa vivir en una frontera, esa en la que el Evangelio encuentra las necesidades de las personas a las que se anuncia, de manera comprensible y significativa». La Teología, añadía, «ha de acompañar los procesos culturales y sociales, especialmente en las situaciones difíciles para ayudar a la Iglesia a ser «hospital de campaña» que vive su misión de salvación y curación».

 

Desearía resaltar con especial fuerza la función que la Facultad, así como el Instituto de Ciencias Religiosas, tiene que desempeñar en la formación de los agentes de pastoral y de todos los miembros del Pueblo de Dios en función de las actividades que desempeñan en la Iglesia o en el mundo. Todos ellos deben alimentar su fe y su compromiso con una reflexión sistemática que esté a la altura de nuestro tiempo. Por eso animo a aprovechar esta riqueza formativa con la que contamos afortunadamente; así como a renovar la ilusión para mostrar, con iniciativas creativas, que la Facultad es realmente casa de todos los que participan activamente en la vida de la diócesis.

 

Agradezcamos y pidamos al Señor que acoja y multiplique la siembra de la Facultad a lo largo de los 50 años pasados y que bendiga su tarea con frutos abundantes en el presente y en el futuro.