«El deporte tiene muchos valores cercanos a la doctrina de Jesús»
Jordi Aubeso Martínez nació en Burgos en 1966 y siempre ha vivido en la ciudad. Casado y padre de tres hijos, trabaja como técnico industrial en Mahou San Miguel, aunque si por algo se le conoce es por su faceta deportiva, donde destaca en la ultramaratón de 100 kilómetros, especialidad en la que ha sido seis veces campeón de España y una vez subcampeón del Mundo en Japón. Su parroquia de referencia siempre ha sido San Juan Bautista, en la Barriada Yagüe, donde desde los 14 años forjó su vocación cristiana a través de los grupos Salesianos.
«Fue a través de sor Lourdes, una salesiana que me animó a ir al centro juvenil del colegio. Allí se me forjaron muchas motivaciones que yo no tenía, porque no procedo de una familia católica practicante, y en los Salesianos me encontré con la figura de Jesús, en la que fui profundizando a través del juego y actividades como el deporte y la música», relata. Su compromiso cristiano no surgió de la noche mañana: «No fue de repente, a Dios lo vamos descubriendo poco a poco, al menos en mi caso». El momento decisivo para él llegó a los 21 años, cuando se hizo cooperador salesiano, «porque suponía el compromiso de dedicar mi vida a los jóvenes y especialmente a los más complicados y los que peor lo pasan, que es a lo que nos compromete el espíritu de Don Bosco».
El verdadero sentido del esfuerzo
Jordi asegura que el deporte le ha ayudado mucho a mantener ese compromiso cristiano. «El deporte tiene muchos valores cercanos a la doctrina de Jesús, como compartir, alegrarte con los demás, sacrificarte por ellos, ser justos, ser limpios en el juego, saber ganar y aprender a perder, aunque si se hacen bien las cosas, yo creo que en el deporte nunca se pierde». Es más, está convencido de que el deporte acerca a Dios: «El deporte sirve para enganchar a los jóvenes hacia actividades positivas, que les vienen muy bien para realizarse como personas; por eso pienso que debe ser una herramienta indispensable para la Iglesia, que lo debería tener más en cuenta. Recuerdo que hace años en Burgos había un campeonato de fútbol que se jugaba en las instalaciones del Seminario y en el que participaban las parroquias, ello servía también para que muchos niños hicieran esta actividad y se acercaran a Jesús a través del fútbol. El deporte es un juego, pero un equipo supone mucho de acercamiento a los demás y de convivencia».
El atleta matiza que ese encuentro con Dios también se produce cuando uno practica el deporte de manera individual. «A Jesús se le encuentra no solo desde el banco de una Iglesia, sino que también le puedes descubrir en la cima del Pico San Millán, o en cientos de momentos especiales que vive un deportista y donde Dios aparece». Él mismo ha vivido ese encuentro en muchos momentos de su vida, más en los buenos momentos que en los malos. «Cuando me ha ido bien, me he sentido muy afortunado y me pareció sentir a Dios muy cerca, pero también cuando pierdo una carrera está ahí, igualmente, porque perder una carrera no es para mí un fracaso, Dios no nos ha hecho para ganar carreras, nos aporta un sentido mucho más profundo, para dotar de sentido todo el esfuerzo, y no solo cuando se gana».
«Pienso que es más difícil saber ganar, porque la victoria te puede volver diferente, es muy fácil creer que eres grande porque has ganado y no lo eres en realidad, porque del primer puesto al segundo, de la victoria al fracaso, hay muy poco trecho y mañana puedes sentirte un fracasado. Y saber encajar la derrota yo diría que es también muy importante. Yo tengo la sensación de que nunca he perdido realmente, incluso cuando he quedado último. Es curioso que he tenido triunfos que no me han sabido a nada, quizá porque pensé que no lo merecía, que otros habían hecho mejor las cosas que yo y se lo merecían más, y ha habido derrotas en las que me he sentido ganador, porque mi esfuerzo estaba recompensado. Hay mucha gente que está haciendo deporte solo por la superación, sabedores de que no van a ganar, pero ellos hacen el esfuerzo, van buscando valores hacia uno mismo y hacia los demás, y eso es lo positivo y es la doctrina de Jesús: el esfuerzo por uno mismo y por los otros. Dios nos ha dado el talento no para nosotros, sino para ponerlo al servicio de los demás. Y el deporte, si no lo dotamos de espíritu, no sirve para nada. Ha habido deportistas que lo han ganado todo y han sido unos grandes infelices, que incluso se han acabado suicidando, porque no encontraron sentido a lo que hacían. Sin tener en cuenta a Dios, es imposible conseguir que el deporte llene nuestra vida», concluye.