La Casa Sacerdotal viaja a La Aguilera para conocer Iesu Communio

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iesu communio

 

Una veintena de sacerdotes y dos hermanas de algunos de ellos, residentes en la Casa Sacerdotal, viajaron el pasado viernes para visitar el monasterio de San Pedro Regalado, de las religiosas de Iesu Communio. En la expedición participaron también el vicario del clero, Jesús Castilla, y algunos sacerdotes que colaboran con esta vicaría de atención a los sacerdotes.

 

Los sacerdotes fueron recibidos por las hermanas que les brindaron «una acogida excepcional». Allí pudieron intercambiar experiencias y vivencias con toda la comunidad. Las religiosas les hablaron de su vida y de los proyectos que Dios está realizando en ellas. Tras la conversación en el locutorio, pasaron a la capilla para rezar el Ángelus ante la Virgen y mantener un momento de oración. La visita al monasterio concluyó en la iglesia, donde reposan los restos de san Pedro Regalado.

 

Muchos de los participantes en la visita ya conocían la comunidad y, para otros, era la primera vez que entraban en contacto con el instituto religioso. Según los organizadores, fue una bonita jornada en la que los participantes «regresaron a casa contentos de haber vivido esta experiencia de compartir el tesoro de la vida entregada al Señor».

San Juan Bautista, el precursor

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juan bautista

 

A lo largo del año litúrgico, domingo tras domingo, celebraciones y fiestas de los santos, la Iglesia nos convoca a recordar y vivir los principales misterios de la historia de la salvación. A través del ciclo litúrgico, por la acción del Espíritu Santo, se hace presente hoy y entre nosotros el plan salvador de Dios Padre realizado en su Hijo Jesucristo. Es un camino de fe que nos adentra paso a paso y nos invita a profundizar en el misterio del amor de Dios con la humanidad. En este recorrido hoy, en concreto, celebramos la solemnidad de san Juan Bautista.

 

Este santo goza de una gran cercanía entre el pueblo cristiano desde antiguo. Y también hoy, nuestro pueblo ha realizado una labor de inculturación reseñable en torno a san Juan Bautista; las personas del mundo rural conocéis mejor que yo todas las tradiciones, de diversa índole, que la piedad popular ha generado: la noche de san Juan, su fiesta, los refranes, las cosechas, la abundancia o la necesidad… Es uno de los pocos santos que la Iglesia rememora y celebra en el día de su nacimiento (24 de junio) y en la fecha de su martirio, cuando nace a la vida definitiva (29 de agosto). ¿Qué nos dice hoy a nosotros San Juan en su fiesta?

 

La vida de Juan el Bautista, el que bautizaba en el Jordán, está unida a la de Jesús desde antes de nacer. Seis meses antes de la fiesta del Nacimiento de Jesús se celebra la venida al mundo del Precursor, un hombre que «será grande a los ojos del Señor» y «muchos se alegrarán de su nacimiento», se dice en el evangelio de San Lucas (Lc 1,15.14). En la escena de la Anunciación, fiesta que celebramos el 25 de marzo, cuando el Ángel se acercó a María, le manifestó en referencia a Isabel, la madre de Juan, que «ya está de seis meses la que llamaban estéril» (Lc 1,36). La Iglesia elige para la fiesta de san Juan los días más largos del año; los días que tienen más luz, porque en las tinieblas de aquel tiempo Juan era una luz precursora, la lámpara que indicaba donde estaba la verdadera luz, Jesucristo. Y cuando Jesús comenzó a predicar, Juan empezó a ocultarse porque, «Es preciso que él (Cristo) crezca y que yo disminuya» (Jn 3,30); nos dice el mismo Juan, desvelándonos su propia misión.

 

En la gran figura de este santo podemos encontrar motivos de aliento y esperanza para vivir nuestra fe de discípulos misioneros hoy día. Juan, al igual que los profetas, recibe la vocación desde el seno materno: «Antes de formarte en el vientre te elegí; antes de que salieras del seno materno, te consagré» (Jer 1,5) y por ello el mismo Jesús dirá de él que era profeta y «más que profeta» (Mt 11,9). La Iglesia le venera como el «Precursor» ya que de él está escrito: «Yo envío mi mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino ante ti» (Lc 7,27). Juan también dice de él mismo: «yo soy la voz que grita en el desierto». La voz que anuncia y denuncia llamando a la conversión. Una vida, como tendría que ser la nuestra, hecha anuncio para la llegada del Reino proclamado por Jesús.

 

El hecho de contemplar la vida de san Juan, austera, coherente, y fiel a la misión que había de realizar nos ha de situar en su misma lógica. También nosotros hemos sido elegidos por Dios, que nos ha llamado por nuestro nombre y que nos ha invitado a ser sus precursores para hacer que la buena noticia de la salvación pueda germinar, crecer y dar fruto entre nuestros contemporáneos. Ciertamente que no nos resultará fácil, pero también san Juan llegó a dar su vida en el martirio. Hablando de nuestro santo, Benedicto XVI destacó que «celebrar el martirio de san Juan Bautista nos recuerda también a nosotros, cristianos de nuestro tiempo, que no se puede descender a negociar con el amor a Cristo, a su Palabra, a la Verdad. La Verdad es verdad y no hay componendas. La vida cristiana exige, por decirlo de alguna manera, el «martirio» de la fidelidad cotidiana al Evangelio, es decir, el valor de dejar que Cristo crezca en nosotros y sea Él quien oriente nuestro pensamiento y nuestras acciones» (Catequesis sobre san Juan Bautista, agosto de 2012).

 

Ojalá que personal, comunitaria y diocesanamente deseemos hoy ser como Juan el Bautista: sencilla luz que acerque a la luz de Jesucristo y firme palabra que anuncie el Evangelio de la esperanza y la alegría.

Ermita de Santa Cecilia, en Santibáñez del Val

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En un asentamiento romano, con huellas inequívocas de esa época (puente y lugar de paso de una calzada), se sitúa la ermita de Santa Cecilia al pie de la peña Cervera y en la ribera del río Mataviejas. Equidistante de Santibáñez del Val y Barriosuso, en pleno valle de Tabladillo, hallamos esta reliquia de numerosas transformaciones arquitectónicas. La iglesia es de una sola nave, de planta basilical con muros de piedra de sillería y sillarejo. Hay huellas indudables del siglo IX siguiendo modelos hispanovisigodos. Sin embargo, no se han parado ahí las manos constructoras y este templo ha recibido diferentes transformaciones a lo largo de los siglos… Hay documentación que asegura la existencia de un antiguo monasterio situado en el lugar que hoy ocupa la iglesia parroquial de Santibáñez del Val, el cual «desde el siglo XI (año 1041) dependió primero de Arlanza y más tarde de Silos».

 

Desde el exterior llama la atención la austera y a la vez solemne galería porticada. Consta de cuatro arcadas de medio punto bastante peraltadas, que escoltan a uno y otro lado el arco principal de entrada en el recinto. El muro es de piedra de sillería. El tejado descarga sobre una cornisa que se apea en diecisiete canecillos de estructura de caveto y sin otra decoración. Con todo, esta construcción ya es muy reciente.

 

De mayor interés es la portada románica incrustada en el muro sur y sin duda de la época románica. Consta de una arquivolta, guardapolvo y el arco de medio punto de sección modelada.

«Las mujeres también debemos tener capacidad de decisión en la Iglesia»

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María Ángeles López Romero.

María Ángeles López Romero.

 

María Ángeles López Romero nació en Sevilla en 1970, licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. Inició su carrera profesional en la revista Andalucía Actualidad. Posteriormente fue cofundadora de la agencia de prensa Sur Press y responsable de la revista para jóvenes Quince Pulgadas. En 1995 dirigió la oficina de prensa del Obispado de Getafe. Durante los últimos veinte años ha sido redactora jefe de la Revista 21, donde ha realizado entrevistas a personalidades del mundo de la cultura, la política y la religión. Fue galardonada en 2004 y 2009 con sendos Premios de Prensa Manos Unidas por reportajes sobre sus viajes a Brasil y la India. Actualmente es la directora editorial de San Pablo. Conferenciante en congresos y jornadas, el pasado 5 de junio estuvo en Burgos para abordar la temática de la deuda de la Iglesia con las mujeres.

 

 

P.: ¿Siempre has estado vinculada a la Iglesia?

 

R.: Sí, desde que tengo uso de razón me he sentido parte de la Iglesia. Procedo de una familia creyente que desde pequeña me llevó a la iglesia del barrio y me ayudó a construirme como soy. Me siento unida a la Iglesia comprometida, la que está al lado de los excluidos, de quienes necesitan consuelo y buscan la justicia y la igualdad y no me identifico con otra Iglesia que muestran los medios de comunicación. Pero, aunque discrepe en algunos planteamientos, siento a la Iglesia como mía y me planteo cómo podemos conseguir que sea un espejo de Jesús de Nazaret y de su doctrina.

 

¿Cómo valoras la presencia de la mujer en la Iglesia?

 

Jesús tuvo un mensaje revolucionario en la sociedad en la que vivió respecto a la mujer. En una época en la que estaba mal visto incluso hablar con las mujeres, Jesús eleva la dignidad de las mujeres en la sociedad. Y en los primeros siglos del cristianismo la mujer tuvo un papel importante, tanto a nivel pastoral como litúrgico y espiritual. Lo podemos ver en las Cartas de San Pablo, con mujeres que estaban al frente de sus comunidades. Pero a partir del siglo V se impone un discurso que va retirando a la mujer de las responsabilidades para dar paso a un patriarcado que ha hecho mucho daño a la sociedad y ha promovido la desigualdad. De ello todavía no nos hemos recuperado y sería tan sencillo como volver al evangelio y al mensaje de Jesús.

 

¿Qué consideras que pueden y deben hacer las mujeres para recuperar sus derechos dentro de la Iglesia?

 

La mujer está viviendo un momento histórico dentro de la sociedad, las últimas manifestaciones en España lo han puesto de manifiesto y la Iglesia no se puede desgajar de la sociedad. La realidad es que las mujeres somos mayoría dentro de la Iglesia; sin nosotras, la Iglesia se para. Por tanto, es el momento de que la mujer se valore y sea reivindicativa dentro y fuera de la Iglesia.

 

¿Y los hombres tenemos mucha culpa?

 

No es un problema a nivel general de los hombres. Cada día vemos a más hombres dentro de la Iglesia que defienden las causas de las mujeres y la igualdad, eso es cierto, porque la igualdad es hoy una causa de toda la humanidad. Todos sabemos que la igualdad traería bienestar y progreso a la sociedad, sin embargo me llama la atención cómo en nuestra Iglesia algunos teólogos, impecables en sus argumentos en muchos temas, cuando llegan a cuestión de la mujer, callan. Es un silencio que no entiendo.

 

Desde la Editorial San Pablo, de la que eres directora, ¿también se pueden hacer cosas en favor de la mujer?

 

Por supuesto. Y cuando llegué al puesto, una de mis ilusiones era hacer posible que la mujer también pudiera publicar libros sobre la Iglesia, porque había muchas mujeres que habían escrito libros pero no se les publicaban. Y eso ha cambiado, no es que ahora vayamos a dejar de publicar libros escritos por hombres sobre diversos temas, seguiremos con ello, pero dando cabida también como es lógico a las mujeres, que tienen otra mirada muy especial sobre los asuntos de la Iglesia.

 

¿Cuáles serían, desde tu punto de vista, las principales reivindicaciones de la mujer dentro de la Iglesia?

 

La principal considero que es el acceso de la mujer a los espacios de representación y poder. Si los hombres ocupan estos espacios, que son, según nos dicen, un servicio a los demás, ¿por qué las mujeres no podemos prestar ese servicio? Las mujeres tenemos que estar ahí y expresamente en puestos con capacidad de decisión o sería una representación sesgada.

 

¿Y otras reivindicaciones, como el sacerdocio femenino?

 

No me gusta entrar en ese debate porque en estos momentos no lleva a ningún sitio. Lo que sí resulta necesario es replantear toda la cuestión ministerial en la Iglesia, la jerarquización y la verticalidad que supone en la institución. Y se deben comenzar a dar algunos pasos, como el diaconado femenino que esperamos pueda ser una realidad, aunque para mí lo más importante es que las mujeres seamos escuchadas, que se nos tenga en cuenta, que no se hable de nosotras sin nosotras, ni se decidan las cosas sin nosotras. Y esto no afecta solo a la alta jerarquía de la Iglesia, sino a las parroquias, las comunidades, las congregaciones, etc., donde las mujeres debemos ser escuchadas y se nos debe tener en cuenta a la hora de tomar decisiones.

 

¿El papa Francisco está en esa línea?

 

Está haciendo una gran labor dentro de la Iglesia y tiene entre manos un proyecto renovador que requiere tiempo, a él le gustaría ir más rápido, pero no le es posible, aunque los cambios llegarán.

2018 06 22 viernes: Resumen de prensa

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VIII Centenario: