
María Ángeles López Romero.
María Ángeles López Romero nació en Sevilla en 1970, licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. Inició su carrera profesional en la revista Andalucía Actualidad. Posteriormente fue cofundadora de la agencia de prensa Sur Press y responsable de la revista para jóvenes Quince Pulgadas. En 1995 dirigió la oficina de prensa del Obispado de Getafe. Durante los últimos veinte años ha sido redactora jefe de la Revista 21, donde ha realizado entrevistas a personalidades del mundo de la cultura, la política y la religión. Fue galardonada en 2004 y 2009 con sendos Premios de Prensa Manos Unidas por reportajes sobre sus viajes a Brasil y la India. Actualmente es la directora editorial de San Pablo. Conferenciante en congresos y jornadas, el pasado 5 de junio estuvo en Burgos para abordar la temática de la deuda de la Iglesia con las mujeres.
P.: ¿Siempre has estado vinculada a la Iglesia?
R.: Sí, desde que tengo uso de razón me he sentido parte de la Iglesia. Procedo de una familia creyente que desde pequeña me llevó a la iglesia del barrio y me ayudó a construirme como soy. Me siento unida a la Iglesia comprometida, la que está al lado de los excluidos, de quienes necesitan consuelo y buscan la justicia y la igualdad y no me identifico con otra Iglesia que muestran los medios de comunicación. Pero, aunque discrepe en algunos planteamientos, siento a la Iglesia como mía y me planteo cómo podemos conseguir que sea un espejo de Jesús de Nazaret y de su doctrina.
¿Cómo valoras la presencia de la mujer en la Iglesia?
Jesús tuvo un mensaje revolucionario en la sociedad en la que vivió respecto a la mujer. En una época en la que estaba mal visto incluso hablar con las mujeres, Jesús eleva la dignidad de las mujeres en la sociedad. Y en los primeros siglos del cristianismo la mujer tuvo un papel importante, tanto a nivel pastoral como litúrgico y espiritual. Lo podemos ver en las Cartas de San Pablo, con mujeres que estaban al frente de sus comunidades. Pero a partir del siglo V se impone un discurso que va retirando a la mujer de las responsabilidades para dar paso a un patriarcado que ha hecho mucho daño a la sociedad y ha promovido la desigualdad. De ello todavía no nos hemos recuperado y sería tan sencillo como volver al evangelio y al mensaje de Jesús.
¿Qué consideras que pueden y deben hacer las mujeres para recuperar sus derechos dentro de la Iglesia?
La mujer está viviendo un momento histórico dentro de la sociedad, las últimas manifestaciones en España lo han puesto de manifiesto y la Iglesia no se puede desgajar de la sociedad. La realidad es que las mujeres somos mayoría dentro de la Iglesia; sin nosotras, la Iglesia se para. Por tanto, es el momento de que la mujer se valore y sea reivindicativa dentro y fuera de la Iglesia.
¿Y los hombres tenemos mucha culpa?
No es un problema a nivel general de los hombres. Cada día vemos a más hombres dentro de la Iglesia que defienden las causas de las mujeres y la igualdad, eso es cierto, porque la igualdad es hoy una causa de toda la humanidad. Todos sabemos que la igualdad traería bienestar y progreso a la sociedad, sin embargo me llama la atención cómo en nuestra Iglesia algunos teólogos, impecables en sus argumentos en muchos temas, cuando llegan a cuestión de la mujer, callan. Es un silencio que no entiendo.
Desde la Editorial San Pablo, de la que eres directora, ¿también se pueden hacer cosas en favor de la mujer?
Por supuesto. Y cuando llegué al puesto, una de mis ilusiones era hacer posible que la mujer también pudiera publicar libros sobre la Iglesia, porque había muchas mujeres que habían escrito libros pero no se les publicaban. Y eso ha cambiado, no es que ahora vayamos a dejar de publicar libros escritos por hombres sobre diversos temas, seguiremos con ello, pero dando cabida también como es lógico a las mujeres, que tienen otra mirada muy especial sobre los asuntos de la Iglesia.
¿Cuáles serían, desde tu punto de vista, las principales reivindicaciones de la mujer dentro de la Iglesia?
La principal considero que es el acceso de la mujer a los espacios de representación y poder. Si los hombres ocupan estos espacios, que son, según nos dicen, un servicio a los demás, ¿por qué las mujeres no podemos prestar ese servicio? Las mujeres tenemos que estar ahí y expresamente en puestos con capacidad de decisión o sería una representación sesgada.
¿Y otras reivindicaciones, como el sacerdocio femenino?
No me gusta entrar en ese debate porque en estos momentos no lleva a ningún sitio. Lo que sí resulta necesario es replantear toda la cuestión ministerial en la Iglesia, la jerarquización y la verticalidad que supone en la institución. Y se deben comenzar a dar algunos pasos, como el diaconado femenino que esperamos pueda ser una realidad, aunque para mí lo más importante es que las mujeres seamos escuchadas, que se nos tenga en cuenta, que no se hable de nosotras sin nosotras, ni se decidan las cosas sin nosotras. Y esto no afecta solo a la alta jerarquía de la Iglesia, sino a las parroquias, las comunidades, las congregaciones, etc., donde las mujeres debemos ser escuchadas y se nos debe tener en cuenta a la hora de tomar decisiones.
¿El papa Francisco está en esa línea?
Está haciendo una gran labor dentro de la Iglesia y tiene entre manos un proyecto renovador que requiere tiempo, a él le gustaría ir más rápido, pero no le es posible, aunque los cambios llegarán.