«Ser una Hermanita de los Pobres ha sido una bendición de Dios a mi vida»

Sor Fernanda de Jesús acaba de celebrar sus 50 años de profesión religiosa en las Hermanitas de los Pobres.

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Sor Fernanda de Jesús nació en 1943 en la pequeña localidad burgalesa de Hortezuelos, pedanía de Santo Domingo de Silos. A los 14 años marchó de su pueblo, en busca de trabajo, a Barcelona, donde a los 18 años sintió la llamada de Dios a la vocación religiosa y tras varios meses de discernimiento, entró en contacto con la congregación de las Hermanitas de los Pobres. Tras el periodo de noviciado en Madrid toma los hábitos el 29 de septiembre de 1968, por lo que acaba de celebrar sus 50 años de servicio al Señor, en la casa de Los Molinos en Madrid, después de pasar por diversas ciudades como Salamanca, Bilbao, San Sebastián y Plasencia.

 

Cuenta sor Fernanda que sintió la llamada del Señor cuando estaba en Barcelona, sirviendo en una casa cuando tenía 18 años, «y era como una voz profunda, un sentimiento interno, pero muy continuo, que me llamaba a ser religiosa, a dedicar mi vida a Dios». En esos momentos de confusión, decidió pedir ayuda a un sacerdote, que le puso en contacto con las Hermanitas de los Pobres. «Aquello fue una bendición de Dios porque entendí pronto que era mi sitio y me he sentido muy feliz hasta hoy». Esta congregación fue fundada en Francia en 1839 por Santa Juana Jugan, canonizada el 11 de octubre de 2009, con presencia en los cinco continentes, y dedicada al servicio a los ancianos pobres. La reacción de su familia no fue al principio muy positiva: «No tuve su apoyo, no lo veían bien para mi futuro, pero luego se fueron dando cuenta de que era mi vocación y lo aceptaron. Costó un poco, pero terminaron dándose cuenta de que era lo mejor para mí».

 

Desde entonces han pasado 50 años, una andadura que sor Fernanda define como «larga», pero que «ha pasado muy rápido» y que «todavía continúa». Han sido años de trabajo y de servicio a los ancianos en las casas en las que ha estado, ya que su misión es la atención a los ancianos pobres, de bajos recursos económicos. «Gran parte de mi servicio lo he llevado a cabo en la cocina, donde he comprobado que Dios está también entre los pucheros». Lo que más destaca de estos años es que se ha sentido muy bien, «feliz con mis hermanitas de comunidad y aceptando lo que me encomiendan mis superioras. En realidad la vida religiosa es un regalo de Dios, porque como dice el Evangelio, no somos nosotros quienes le hemos elegido, sino que ‘es Él quien nos ha elegido’». Aunque parezca que a sor Fernanda no le costó decir sí a la llamada de Dios, la realidad es que no fue así: « No fue fácil porque supone elegir una vida distinta a la que te ofrece este mundo, yo estuve rezando mucho tiempo para pedir a Dios la luz y la fuerza para aceptar esa llamada. Ahora todo parece sencillo, pero en el momento en el que se produjo yo era muy joven y necesitaba aclararme y estar segura de lo que iba a hacer». Fue en esa etapa de discernimiento cuando sor Fernanda pudo compartir unos días con las Hermanitas. «Entonces todo cambió porque enseguida me di cuenta de que aquella era la vida que quería. Me gustó su ejemplo, el cariño con el que trataban a los ancianos, y no lo dudé, yo quería ser como ellas y había encontrado mi sitio. Tuve esa suerte muy pronto».

 

Hermanita de los Pobres por encima de todo

 

Sor Fernanda aclara que las religiosas no están alejadas del mundo, sino que saben perfectamente lo que pasa, «pero no entramos en valoraciones ni en temas de política, nuestra misión es rezar, pedir a Dios por todos, por los unos y los otros. Rezamos por los ancianos, por los pobres, por los enfermos, por los misioneros, que también tenemos hermanitas en misiones y por la paz en el mundo y por el Papa. Creo que está claro que vivimos en el mundo y no estamos alejadas de los problemas del mundo, sino rezando para que se arreglen». Aunque su pueblo y su familia estén lejos, siempre los tiene presentes, y le alegra saber sosas de su tierra o recibir cartas y llamadas de teléfono, sin embargo, recalca que su sitio está ahí, «por encima de todo tengo claro que soy una Hermanita de los Pobres, allí donde quiera que esté y seguidora de santa Juana Jugan, que es nuestro modelo de servicio a los ancianos. Esta es mi vida más allá de mi tierra, a la que nunca olvido». y sobre los ancianos a los que atiende, sor Fernanda concluye explicando que lo que hacen a los demás, «se lo hacemos a Dios». «Nosotras cuidamos de los ancianos, no solo de sus necesidades materiales y de su salud, sino sobre todo buscamos el bien de sus almas. Intentamos que estén lo mejor posible hasta que Dios les llame, hacemos todo lo que podemos por el bien de sus vidas aquí abajo, pero el sentido final es la salvación de sus almas. A ello dedicamos nuestra vida».

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